Anne Hathaway o porqué el cine no entiende, a veces, la moda

Fue en 2006 cuando los estudios Fox estrenaron El diablo viste de Prada. Una película que para muchos no era más que otra comedia romántica sobre una periodista recién graduada que quiere escribir sobre política, pero que acaba convertida en la asistente de la directora de una prestigiosa revista de moda.

Un guion adaptado (recordemos que la cinta se basa en el libro homónimo de Lauren Weisberger) que muchos críticos de cine hubiesen desechado nada más leerlo. Precisamente eso fue lo que hicieron Rachel McAdams, Scarlett Johansson, Natalie Portman, Kate Hudson, Kristen Dunst, Juliette Lewis y Claire Danes cuando sin dudarlo ni un segundo rechazaron el papel que finalmente interpretó Anne Hathaway. «Fui la octava opción del estudio, así que nunca desesperes», decía divertida durante una breve intervención como jurado en RuPaul’s Drag Race.

De hecho, y como dato curioso, Rachel McAdams llegó a decir que no hasta tres veces.

¿Por qué ninguna actriz quería interpretar a Andy Sachs?

Resulta sorprendente creer que ninguna de las actrices anteriormente mencionadas estuviesen interesadas en un papel que, seamos sinceros, es un estereotipo, pero de los buenos. ¿Por qué? Porque es real. El personaje de Andy Sachs es una mujer joven, educada, independiente, con una relación sentimental en la que debe encontrar un balance entre el amor que siente por su pareja y el que siente por el de realizarse como profesional, y todo ello mientras acepta un trabajo en un sector que no es el suyo y que se aparta mucho de la meta laboral que se ha marcado. ¿Te suena? Real como la vida misma.

Sin embargo, el hecho de que la industria de la moda arrastre desde sus orígenes ese halo de frivolidad propio de un sector que vive por y para la apariencia física, hace que las películas y series cuyo eje gira en torno a ella sean infravaloradas al segundo.

Moda, mujeres y acción: una relación de amor y odio

Fue Reese Witherspoon la que confesó en una entrevista a The Hollywood Reporter que su participación en Una rubia muy legal había sorprendido a muchos. Otro papel en el que se tira de estereotipo: el de rubia explosiva tonta. Un personaje, como el de Anne en El diablo viste de Prada, que en el fondo esconde una crítica social muy importante.

En el caso de Reese, su personaje demuestra que las apariencias siempre engañan. En el de Anne, Andy recibe la lección más importante de todas: la moda no es solo cuestión de ‘trapos’; la moda nos ayuda a presentarnos al mundo y a expresar nuestra personalidad.

Encasillarse en papeles menores o poco respetados

Lo que se desprende de todo lo mencionado anteriormente es que hay un miedo (o lo había) a aceptar personajes que, de primeras, parezcan frívolos, poco sesudos o que sean percibidos como superfluos. Sin embargo, El diablo viste de Prada demostró que una película sobre moda podía triunfar, no solo entre el público (este tipo de comedias son una caramelo para la audiencia femenina más joven), sino también entre los críticos.

De hecho, Meryl Streep consiguió una nominación al Oscar y al Globo de Oro por su papel de Miranda Priestley.

De Sexo en Nueva York a Emily en París

La televisión también ha tenido grandes éxitos cuyas historias giran en torno a la moda. Carrie Bradshaw y sus amigas o Emily y su periplo por la ciudad del amor engancharon inmediatamente a un público femenino que busca disfrutar de la moda a través de la pequeña pantalla. Porque aunque puede que sus líneas argumentales resbalen a veces, su vestuario es digno de admiración. No hay que olvidar que las prendas también nos ayudan a conocer a los personajes, como ocurre en la deliciosa serie Gambito de dama, cuyo armario es un reflejo de los orígenes, vivencias y experiencias de su protagonista.

¿The End?

A pesar de todos los obstáculos, la moda continúa siendo un gran generador de historias que llevar a las salas de cine y a los salones de nuestros hogares. Solo queda esperar a que la crítica le dé el lugar que le corresponde. Continuará.




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