Llámame cínica, perra vieja, desconfiada, o lo que te apetezca, pero hay un par de cosas relacionadas con “el amor” que me producen sarpullido: San Valentín y su parafernalia (corazones, flores, pastelitos), y las peticiones de matrimonio.
Lo primero porque de nada me sirve que me llames “Pichurri” un día al año si los 364 restantes me tratas como si fuese un mueble o, peor aún, haces que mi vida sea un infierno. Menos flores y más estabilidad emocional. Y respeto. Y tratarme como a tu igual. Y mostrar interés por mi bienestar.
En cuanto al matrimonio, que soy “novia a la fuga” lo saben hasta en Groenlandia. Es escuchar “¿te quieres casar conmigo?” y me entran escalofríos. Debe ser porque la experiencia (propia, y también alguna ajena) me dice que cuando te piden matrimonio o la han cagado mucho o tienen miedo de que les abandones. La de historias que conozco de señores que hincan la rodilla con el anillito en una mano y el móvil echando fuego con el Tinder en la otra. Hay mucho pajarraco suelto.
¿Que soy una exagerada y que los hay buenos -y buenas- por ahí? Pues por supuesto que los habrá, lo mismo que hay un montón de excelentes personas por el mundo. Lo que pasa es que debo de haberme topado en esta vida con todos los chungos, así, en fila, uno tras otro, y el gato escaldado del agua fría huye. Soy matrimonioexcéptica. Lo mismo que hay quien no cree en el cambio climático (aunque se esté cociendo en enero), yo no creo en el intercambio de anillos ni la firma de documentos para demostrar que se quiere a alguien.
Para mí no hay declaración de amor ni regalo más bonito que ver que te sigue deseando, que se le eriza la piel (y otras partes sensibles) cuando le pasas la mano por la espalda desnuda. Que busca siempre la manera de verte en el poco tiempo del que dispones. Que, aunque siempre apaga el móvil por la noche, las que sabe que tú estás sola en casa no lo hace, por si acaso.
Debe ser que, a estas alturas de la película, que me deseen, me valoren y me respeten me parece el mejor regalo. Qué digo regalo, REGALAZO.
No merezco menos, y tú tampoco.
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