Donald Trump tiene un nuevo abogado: tiene 83 años, es profesor emérito de Harvard, y es uno de los juristas más influyentes de Estados Unidos. Bill Clinton también intentó contar con él para su propio impeachment, en 1998, pero sus compañeros de partido y asesores se lo desaconsejaron. No por su calidad, sino por la de algunos de sus clientes o la magnitud de sus casos. Una ristra de apellidos que incluía a Patty Hearst o al "responsable de dos muertes" (que no culpable) O.J. Simpson.
También era célebre por la apelación en la que defendió con pasión extrema en 1976 al director de Garganta Profunda, en un caso en el que consiguió defender que la pornografía entraba dentro de los límites constitucionales de la libertad de expresión (algo que también ha hecho con los discursos de odio). Pero hasta O.J. Simpson, su apelación más famosa fue la que consiguió la absolución del barón Claus von Bülow, condenado previamente a 30 años por intentar provocar la muerte de su mujer con una sobredosis de insulina. Dershowitz incluso se prestó a hacer un cameo en la película El misterio von Bulow, basada en el libro que escribió tras el juicio. En ese libro, Dershowitz contaba que el barón dio una fiesta posterior a su absolución. Entre los invitados estaba el escritor Norman Mailer con su mujer. Y a mitad de la fiesta, tras haber pasado toda la cena escudriñando al barón, el escritor se levantó contrariado, agarrando a su mujer del brazo: "Vámonos. Este tipo es inocente. Yo pensaba que había venido a la celebración de un tipo que de verdad había intentado matar a su mujer".
Y eso en tiempos de Clinton. Desde entonces, Mike Tyson, el fallecido proxeneta de menores Jeffrey Epstein o Harvey Weinstein (ha sido consultor en su caso) le han pagado para que ayudase en sus defensas. Dershowitz es uno de los abogados más pop de Estados Unidos, un adicto a las cámaras de televisión y un escritor empedernido, tanto de no ficción -casi siempre con best sellers basados en sus propios casos-, como de novelas sobre picapleitos como El diablo del abogado. ¿Tiene sentido que Trump le quiera como abogado?
Varios de sus exalumnos y hoy también prestigiosos juristas constitucionales se hacen otras preguntas: por qué le ha dicho que sí a Trump cuando "todo abogado privado sabe cuándo hay que decir que no a representar a un cliente". Y por qué defiende una posición contraria a la que mantenía en 1998, cuando decía que "ni siquiera tiene que existir un delito" para que haya un impeachment. En una entrevista a Larry King ese año, Dershowitz desarrollaba el principio: "No hace falta que exista un delito si tienes a alguien que corrompe completamente el cargo de presidente y que abusa de la confianza y que supone un grave peligro a nuestra libertad. No hace falta un delito tipificado. Hay que revisar su actuación como estadista".
Sobre todo porque a Dershowitz es muy difícil leerle políticamente: desde su juventud como abogado pro bono de la ACLU (la asociación ultraprogresista a favor de los derechos civiles), se ha declarado socio del Partido Demócrata en varias ocasiones. Apoyó públicamente tanto a Hillary Clinton como a Barack Obama, y ha justificado su presencia en el impeachment de Trump diciendo que presenta el mismo caso -un análisis constitucional en contra del proceso en sí- que presentaría si Hillary Clinton hubiese ganado las elecciones y afrontase este proceso. Aunque casi toda la prensa estadounidense tiene claro que, en su semirretiro -dejó la abogacía y el profesorado a tiempo completo en 2013-, el viejo liberal se ha vuelto cada vez más conservador.
"Para nada es asunto de la Defensa demostrar la inocencia de sus clientes". Es una de las frases más contundentes -y certeras- de una de sus mejores crónicas jurídicas: Reasonable Doubt (Duda razonable), sobre el juicio de OJ Simpson. Un repaso punto por punto al "juicio del siglo" y al veredicto que puso en la calle al más que posible asesino de su mujer, Nicole Brown Simpson, y de un amigo de ésta, Ronald Goldman. Con gran conocimiento de causa. Porque Alan Dershowitz era uno de los miembros del Dream Team de la abogacía estadounidense que el campeón reunió para intentar lo imposible: una absolución después de que todo el planeta le hubiese visto huyendo en directo de la Policía.
Aunque fue otra estrella mediática, Johnnie Cochran, el que llevo la voz cantante, el papel de Dershowitz (que estaba ahí en calidad de abogado de apelaciones) le permitió analizar el juicio en Reasonable Doubts, un libro en el que el jurista diseccionaba el sistema legal estadounidense y, con él, a la propia sociedad. Dershowitz en ningún momento defiende la inocencia o culpabilidad de Simpson, eso sí, sino los límites del sistema. Lo que sucede de verdad en un juicio, donde lo que está en juego es otra cosa.
Esa habilidad para separar la práctica del Derecho de los seres humanos a los que ha tenido que defender le ha perseguido en varias ocasiones. En alguna entrevista, ha confesado que "alguna vez" dormía mal por haber defendido a gente a la que considera culpable. Algo en lo que casi nunca entra. Cuando en un diálogo frente al público con otro abogado-escritor estrella (Jeffrey Toobin, el autor del libro en el que se basó la temporada de American Crime Story de El Pueblo contra O.J. Simpson) le preguntaron que por qué había defendido a tantos culpables, su respuesta fue lapidaria: "Para asegurarme de que muy poquitos inocentes vayan jamás a la cárcel". Es decir, para poner a prueba el sistema legal y asegurarse de, como dijo en el caso O.J. Simpson, "conseguir lo único que importa: que todo cliente tenga un juicio justo".
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