Abrazar la excepción, olvidar los mitos y practicar el amor propio: consejos de coach para llevar una dieta (y una vida) mucho más saludable

En un momento en el que la ansiedad por un segundo confinamiento nos roba la energía, comer saludable al extremo se ha convertido no solo en una obsesión, sino en una tendencia en Instagram y corrientes como el realfooding demonizan la sacarina que te echas todas las mañanas en el café, charlar con Cristina Barroso, técnico en nutrición y coach es un soplo de aire fresco. También es un choque de realidad alejado de la perfección de lo ‘healthy’ en el que hay espacio para ceder a los caprichos que te hacen feliz (todos, y quien diga lo contrario miente vilmente, llevan un ingrediente acabado en -osa, aka, azúcar) desde la conciencia y el autoconocimiento personal.

Cristina, como le ocurre a muchos emprendedores, nunca imaginó que sería coach, pero ahí está, cuenta de Instagram @barrous-con recetas deliciosas y fotones- incluida. Empezó en el mundo de la decoración, pero sus últimos diez años laborales han sido en publicidad, seis de ellos como responsable de una agencia de comunicación en expansión y en la que llegó a liderar a 125 personas.

Con su segundo hijo, decidió respirar y parar «Me pedí una especie de excedencia antes del parto. Y me encontré en una especie de bucle en el que comencé a cuestionarme cosas. Creo que no es sano cuestionarse siempre lo que quieres hacer, pero sí lo es de vez en cuando para saber si algo te satisface. Haciendo esta introspección me di cuenta de que disfrutaba la parte del liderazgo y de los acompañamientos, pero la gerencia me tenía agotada. Yo había dejado todo mi mundo de diseño de cosas bonitas para estar viendo todo el día pólizas y créditos… decidí que quería acercarme a la parte más humana. Me puse a estudiar dos máster, uno de coaching y otro de nutrición, y desde ahí…» nos cuenta a través de Zoom, gajes de la pandemia.

Hemos hablado con ella de su Plan tripe C para mejorar la relación que tenemos con la comida, de ultraprocesados y sobre todo… de autoamor, pero también hemos aprendido cosas: a partir de ahora, vamos a abrazar la excepción. Y la salud mental, entra sin duda dentro del bienestar en su conjunto. Si quieres un helado, cómetelo. Sin remordimientos, palabra de coach.

¿Cómo le explicarías a alguien que tiene una alimentación no saludable qué es la alimentación consciente?

Le diría que la alimentación consciente es aquella que beneficia a su cuerpo, a su mente y que le permite disfrutar de la comida en cualquiera de sus formatos. Una alimentación consciente es ‘como de todo y coma lo que coma, sé cómo repercute en mi cuerpo’. Acepto la opción de que hay veces que como cosas que no son lo mejor para mi cuerpo, pero emocionalmente lo necesito. Abrazo las consecuencias de la comida y en todo momento tengo presente cuáles son.

¿Cuáles dirías que son tus tres pilares en una alimentación saludable?

Que sea sostenible, podría hablarte del ecologista y demás pero para mí es más que sea duradera. Tenemos que cambiar esta mentalidad cortoplacista que tenemos en la salud, este sería el primero. El segundo sería que esté basada en el amor propio. Siempre hay que amar tu cuerpo, en cualquier punto, porque hay que estar súper agradecidos de que funcione… de todo lo que hace por nosotros. Y sobre todo, una buena organización, que es lo que lo hace sostenible. Porque la improvisación siempre desencadena viejos hábitos que no son saludables. Aunque eso sí, hay que ser flexibles y hay que entender el momento en el que estamos.

¿En qué se diferencia un coach de un nutricionista?

Mi misión y la misión del coaching que yo hago es derribar la cultura de la dieta y a través del auto amor, enseñar a cuidar nuestro cuerpo y la alimentación. Mis sesiones de coaching tienen tres fases y combino dos cosas; por un lado las sesiones y por otro lado los planes de alimentación. Por lo general, yo voy a un nutricionista y le digo «quiero perder 5 kg». Entonces me pesa, me mide y me da una lista de ingredientes. Entonces me dice «esto sí y esto no», básicamente. No te pregunta tus hábitos de vida, qué te gusta desayunar, no tiene en cuenta los días que haces ejercicio… porque solo hay un objetivo y es que pierdas peso. Aquí el objetivo es otro. Vamos a conseguir que tu relación con la comida sea consciente y saludable. La consecuencia evidente de comer bien es que vas a perder peso, pero yo no trabajo con ese objetivo principal.

Tu plan de coaching se llama Triple C, ¿en qué consiste?

Se llama triple C porque en cada fase hay una C. La primera AutoConocimiento: si yo no valoro mi cuerpo es muy difícil que yo me relacione bien con la comida. El primer mes las sesiones son una vez a la semana, idealmente al principio para comenzarla con fuerza. Ahí vamos a identificar cualquier creencia que tengas para con la comida. Desde recuerdos de la infancia, hasta pensamientos negativos… identificar qué es lo que no nos deja relacionarnos bien con la comida. La segunda fase es la de los Conocimientos nutricionales,cómo lo que comemos repercute en nuestro cuerpo. Lo que enseño en las sesiones, que se hacen cada dos semanas, es cuántos hidratos debes comer, qué hacen en tu cuerpo… Y así derribamos creencias como que la fruta engorda, que tenemos que beber agua antes de come, etc. Y la tercera fase es la de la Continuidad y la generación del hábito. En el último mes yo doy todas las herramientas para que tú sepas hacerte el plato ideal, las lista de la compra… porque llega un momento que yo desaparezco y el objetivo es que el cliente sepa gestionar esto solo para hacerlo sostenible en el tiempo.

¿Qué tienen de especial tus planes de alimentación?

Al contrario que un nutri, mis planes de alimentación tienen en cuenta qué hay detrás. Es decir, la alimentación es emocional y cuando antes lo entendamos, mejor. Vivimos en una cultura en la que cuando estamos tristes comemos y cuando estamos felices comemos más, entonces que yo pretenda que la gente se ponga punto en boca cuando aparece la ansiedad… a corto plazo puede surtir efecto, pero no va a ser sostenible en el tiempo. No tiene sentido. Además, comer es uno de los grandes placeres de la vida e intentar mirar para otro lado y pensar que tiene que ser un aburrimiento, es el horror. Me niego. Yo por ejemplo, mando comidas y cenas de lunes a viernes, tres desayunos y dos snacks, no mando comida para los fines de semana y no te digo esto sí y esto no, porque volvemos al principio: no va a ser sostenible y mucho peor, te va a limitar socialmente. También mando la lista de la compra, evitando el momento tan crítico del pasillo de las galletas. ¿Qué te apetecen mucho galletas? Pues te diré una receta, la marca más saludable, pero siempre dándote las mejores para ti.

¿Cómo crees que podemos entrenarnos mentalmente para pasar de la cultura de la dieta a una alimentación consciente?

Voy a hacer una comparación. Si tú tuvieses muchísimo dinero y te comprases el último coche. El mejor, el de última generación. El cochazo de tu vida y te preguntan, qué gasolina le vas a dar, ¿la mejor gasolina del mercado o una gasolina mala? Seguramente, le darías la buena. Yo creo que para hacer ese click, esa transición, es fundamental dar valor a nuestro cuerpo. Para eso, hace falta el conocimiento, claro. Pero también el amor propio. Y en parelelo, hay que derribar creencias como “yo solo seré válida cuando sea atractiva”, yo he crecido con esta obsesión. Hay que derribar la creencia de que la delgadez equivale a validez y luego a salud. Hay que derribar esta cultura de la dieta. Y sobre todo, la comida sana tiene que estar rica: porque si no, será muy sana para tu cuerpo, pero no para tu mente. Y debe reunir estos dos factores.

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¿Qué no puede faltar en una lista de la compra que persiga este objetivo?

Cereales integrales, arroz integral, pasta integral, avena, quinoa… Verduras; de hecho el 30% de la lista de la compra que yo hago son verduras y hortalizas. Esto es algo clave que no puede faltar. Olvidando siempre estos mitos como que “las uvas engordan, porque tienen azúcar”, o por ejemplo los higos. Y evidentemente, con producto de temporada, porque creo que la sostenibilidad tiene ese factor. Tampoco pueden faltar legumbres, mínimo dos veces a la semana. En purés, hummus, guisos… Carnes magras y pescados, rojas no porque entiendo que es algo destinado al consumo ocasional y que podemos encontrar más en los fines de semana. Las listas y los planes son personalizados ,tanto las preferencias como deporte, ayunos… Y muy importante las semillas y las salsas. Sobre todo la crema de cacahuete, el tahini y la soja sin azúcar.

Y hablando de la lista de la compra… ¿Cuánto hay que fiarse de esta construcción social de que si quieres perder peso, todo tiene que ser desnatado?

La grasa hay que saber diferenciarla, tenemos grasa buena y grasa mala. La grasa mala, ¿dónde está? En los ultraprocesados y en las carnes rojas, sobre todo. El resto es grasa buena. Un yogur que no sea desnatado es perfectamente saludable. El problema está en el uso que hacemos de la grasa buena. Si yo un día me tomo un aguacate, un yogur griego y una burrata, me he pasado con las grasas, aunque sean buenas. Las grasas tienen que ser un porcentaje pequeño de nuestra alimentación dentro de una dieta equilibrada. Una dieta sin grasa lo único que va a conseguir es que tu cuerpo no funcione bien. Eso es mucho más importante que si te sobran dos kilos. El quid de la cuestión está en derribar mitos, pero también en el conocimiento.

La clave está en saber realmente cuánto alimentan las opciones que ponemos en el plato, ¿verdad?

Claro. Si yo ahora te digo que las espinacas son altas en hidratos de carbono, tú no te lo crees. Porque no tenemos esa información. Muchas veces hemos creado unos esteriotipos, hemos dotado a los alimentos de un valor moral que nos hace olvidar su valor nutricional. No sabemos cuánto alimenta un aguacate o cuánto alimentan unas semillas. Unas tostadas de aguacate con semillas por encima pueden quedar fenomenal para la foto, muy bonito, pero es grasa con grasa… el conocimiento es importantísimo.

Y abrimos otro melón… el azúcar y los edulcorantes.

La OMS dice que la salud es el bienestar físico, psicológico y social. Y yo añadiría emocional también. Necesitas que tu alimentación sea social, esté preparada para llenar las necesidades que puedas tener. No es realista pensar que no volverás a tomar azúcar en toda tu vida. Lo que recomiendo es que el azúcar refinado no entre en casa. Yo por ejemplo, utilizo mucho el sirope de arce o ágave en mis recetas. Ahora, ¿qué dice la OMS? No más de 25gr de azúcar al día. Parece fácil, pero el problema está en los productos procesados, por eso no hay que incorporarlos en la lista de la compra. Si te gusta el yogur con miel, tómate una cucharada de miel porque además tiene muchísimas propiedades. El chocolate, sí: pero del 85% y con azúcar porque los edulcorantes alteran la microbiota y nos inflaman. Es ir encontrando el equilibrio, uno que te haga feliz y sea sostenible en el tiempo poniendo en el foco en los ultraprocesados. Y de puertas para fuera… abraza la excepción. No pasa nada, pero que sea la excepción, como una cosa puntual. Nada de ansiedad ni culpabilidad por hacerlo.

Y hablando de la ansiedad, ahora que un posible segundo confinamiento está a la orden del día. ¿Qué consejo darías cuando la comida se convierte en una vía de escape?

Tenemos la suerte de que podemos comprar online para evitar tentaciones. La comida no se gana ni pierde, como decía antes, no tiene un valor moral. Ese “porque me lo ha ganado”, deberíamos borrarlo del vocabulario. Ahí lo mejor es intentar irnos por una carretera secundaria. Pretender que en vez de una bolsa de patatas fritas no comas nada es imposible. Además, te vas a amargar y a la hora te la vas a comer entera, incluso vas a bajar al super y te vas a comer dos. En esta carretera secundaria generaríamos nuevos hábitos más saludables. No son unas zanahorias crudas, pero sí unas palomitas caseras hechas con aceite de oliva, que también te pueden generar satisfacción. No elijo el plan A, pero tengo una carrera secundaria que también me gusta y me reconforta. Y lo mejor de todo es que cuando te vas a la cama, olvidas el sentimiento de culpa y encima te sientes bien. Si aún así es imposible, cómete las patatas fritas. Pero ponlas en un cuenco pequeño acompañadas de una carretera secundaraa como pueden ser unas olivas.

¿Qué consecuencias positivas desencadena la alimentación consciente?

Recuerdo un libro de Leticia Dolera que se llama ‘Morder la manzana’ que explica que cuando te quitas las gafas y lo ves todo como realmente es, ya no puedes volver a ponértelas: has cambiado de paradigma. Extrapolado a esto, es como si hubieras abierto los ojos y entendido tu vida, tu salud y tu cuerpo de otra forma. Ese cambio de chip es para toda la vida. Y ya no vas a volver a los hábitos de antes, es imposible.

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