A finales de febrero, en plena semana de pasión para Lydia Lozano en un ‘Sálvame’ que cuestionaba la profesionalidad de su colaboradora así como su papel en el programa, ‘la cúpula’ decidió invitar a tres críticos de televisión para tomar partido en este conflicto: Diana Aller (‘El Mundo’), Juan Sanguino (‘El País’) y un servidor.
Los tres coincidimos en defenderla, para sorpresa de todos los presentes, que daban por seguro que veíamos lo que ellos creían ver. Ellos decían ver una mala periodista, una manipuladora, una ‘drama queen’ que se enfrentaba al rechazo de sus compañeros a lágrima viva… Nosotros veíamos en ella a una creadora de espectáculo, una resiliente que iba del llanto a la risa pasando por el baile chuminero.
En televisión, una cosa es lo que uno percibe desde su posición en un plató y otra muy distinta, lo que ve el espectador desde casa. Cuantos más argumentaban su rechazo a Lydia, más peso ganaba la periodista. Cuanto más duros eran los ataques, más audiencia ganaba el programa y más apoyo recibía la colaboradora.
Ha pasado una pandemia, Antena 3 ha estrenado con éxito ‘Pasapalabra’ y una sola mujer ha sido capaz de ir robando espectadores, día a día y a costa de su equilibro emocional al concurso estrella de Roberto Leal: Lydia Lozano ha vuelto a ser protagonista, muy a su pesar, de unos conflictos vespertinos con los que Telecinco se ha ido distanciando hasta nueve puntos de su competencia.
Esta vez, eso sí, con la ayuda de los dramas preparados a fuego lento y servidos como venganzas muy frías de ese invento perverso que es ‘La última cena’. La nueva y cruenta guerra con Mila se suma a las enquistadas con Antonio Montero, Kiko Matamoros, Kiko Hernández… Cuando creíamos que nada peor podía sucederle a Lydia, cuando pensábamos que había llegado al límite, la periodista daba un portazo, se largaba de plató y ponía el marcador a cero para volver a empezar. Ojo que esa capacidad de resistencia es merecedora de algo más que un premio, es digno de ponerle un monumento.
La desescalada de Sonsoles
En los últimos tiempos, como España, Sonsoles Ónega también ha pasado por distintas fases. Comenzó la fase 0 con magníficas crónicas para informativos. En la fase 1 le dieron su propio programa, ‘Ya es mediodía’, pero la actualidad no parecía cuajar a esa hora.
Para la fase 2 le metieron secciones de crónica social y ‘realities’: es verdad que mostraba cierto desconcierto los primeros días, pero no perdía la sonrisa ni el empeño por sacar adelante un formato que ya no era el suyo.
En la fase 3, con Sonsoles ya consciente del éxito del espectáculo y de la importancia de transmitirlo con la misma solvencia que la información, se ha estrenado como presentadora de un invento, ‘A propósito de Supervivientes’, antes de tener su propio ‘reality’, ‘La casa fuerte’, una mezcla de ‘GH Dúo’ y ‘Campamento de verano’ que estrenará con Jorge Javier Vázquez.
La periodista ha vivido una auténtica desescalada: de los servicios informativos al entretenimiento puro y duro de la marca Mediaset. Ojo que en su debut, con una escaleta sin mucho contenido pero con un plató lleno de fieras, Sonsoles salió airosa. Por cierto, recordemos que un proceso similar lo protagonizó anteriormente Máximo Huerta en esa misma cadena, y ese viaje le llevó al Ministerio de Cultura.
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