Peter Phillips, el mayor de los nietos de Isabel II e hijo de la princesa Ana de Inglaterra, y Autumn Phillips Kelly pondrán fin a su matrimonio tras 13 años. La semana que viene, la pareja –que lleva separada desde 2019, cuando anunciaron su divorcio– se encontrará frente a un tribunal inglés para dirimir la separación de bienes y el acuerdo económico resultante del divorcio. La pareja tiene dos hijas: Savannah (de 9 años y la mayor de los bisnietos de la reina) e Isla (de 7 años).
Será el tramo final de un divorcio anunciado hace dos años, en términos amistosos, y que la pandemia ha estirado más de la cuenta. Hasta el punto de que la pareja ha tenido que pasar el confinamiento viviendo bajo el mismo techo: el de Gatcombe Park, una de las propiedades de la princesa Ana al suroeste del Reino Unido. Precisamente donde ya habían convivido antes de casarse, durante sus casi cinco años de noviazgo (entre 2003 y 2008). De momento, no hay planes de que ninguno de los dos se mude a otra ciudad, pese a que a Peter Phillips le pillaron durante el confinamiento pernoctando en casa de una amiga de su hermana Zara Tindall en Escocia.
Porque, cuando ambos anunciaron su separación, también dejaron claro que seguirían viviendo en el condado, criando a sus hijas de forma compartida. Autumn, pese a que es canadiense, vive desde hace décadas en Gloucestershire, donde se mudó al encontrar trabajo en una empresa informática (aunque hace tiempo que tiene otros desempeños). Y Peter Phillips cuenta allí con la residencia de su madre, aunque la sede de su última aventura empresarial –una farmacéutica especializada en test rápidos para el coronavirus– se encuentra en King’s Road, en una de las zonas más pudientes de Londres.
Ambos se conocieron en el Gran Premio de Inglaterra de 2003, cuando Phillips trabajaba para una de las escuderías británicas. Y hasta seis semanas más tarde, cuando Autumn vio un documental sobre la infancia del príncipe Guillermo, no supo que su novio tenía sangre real. Aunque es normal: Ana de Inglaterra quiso que sus hijos se criasen al margen de las implicaciones de ser un Windsor y negó a Peter y a Zara el título de alteza real. Aunque casi mejor, porque Peter –experto en marketing– ya ha abusado alguna vez de su ascendencia,. Como cuando anunció leche en China haciéndose pasar por miembro de la familia real. O como cuando él y su prometida protagonizaron un amplio reportaje fotográfico en una revista inglesa con contraprestación económica.
Fue poco antes de su boda, en la misma capilla de San Jorge del castillo de Windsor donde hace poco la familia real despidió a Felipe de Edimburgo. Y para la que la canadiense tuvo que convertirse al anglicanismo, puesto que en 2008 todavía seguía vigente la ley que obligaba a la reina a dar consentimiento a casi todos sus descendientes directos… Y a estos a no casarse con gente que siga la doctrina vaticana, si es que quieren conservar sus derechos dinásticos. Algo a lo que Peter dijo "sí, quiero", pese a que en aquel momento ocupaba ya el puesto que hoy ocupa (temporalmente) el bebé de la princesa Eugenia de York, August Brooksbank: el 11º.
Hoy, Peter Phillips sigue sin contar con título alguno, es el 16º en la línea de sucesión (que será 17º cuando nazca la hija de Meghan y Harry, y en breve se convertirá en el primer nieto divorciado de la reina. Un proceso que inició casi al mismo tiempo que su tío, David Armstrong-Jones, hijo de la princesa Margarita y actual conde de Snowdon.
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