Jeffrey Epstein dejó firmado un testamento dos días antes de suicidarse en prisión. Un documento en el que se desgrana una fortuna por valor de más de 520 millones de euros, incluyendo los títulos de propiedad de dos islas enteras: las islas de San Jaime en el archipiélago de las Islas Vírgenes donde llevaba a cabo orgías y abusos a menores.Una herencia maldita repartida entre fondos de inversión, un gran patrimonio inmobiliario y todo tipo de artículos de lujo. Y eso que el el propio testamento ignora -por falta de valoración- la cantidad adicional que puede suponer su colección de arte.
Epstein, que nunca estuvo casado ni tuvo hijos reconocidos, solo nombra a cuatro personas en ese testamento: sus testaferros habituales Richard Kahn y el abogado Darren Indyke a modo de albaceas; un sustituto para ellos llamado Boris Nikolic (que ya ha dicho públicamente que no quiere saber nada sobre el tema) y a su hermano, Mark Epstein, al que reconoce como familia directa y heredero natural en ausencia de testamento. Y, sin embargo, ninguno de ellos es el heredero designado en ese testamento. En su lugar, testa a favor de que todos sus bienes y propiedades se destinen a un fondo designado como Trust 1953 (el año del nacimiento de Epstein), del que no se hará público el nombre de sus beneficiarios. Los únicos que tienen asignada una cantidad son Kahn e Indyke, que recibirán 250.000 dólares por su labor como albaceas.
A partir de aquí se abren varias posibilidades. Una de ellas es que el fondo esté hecho para proteger la identidad de gente a la que Epstein quisiera beneficiar con su fortuna pero al mismo tiempo evitar que se viesen arrastrados por su caída. Es decir, a las Ghislaine Maxwell, Sarah Kellen y el resto de "conseguidoras" y supuestas facilitadoras de su red. La segunda es que Mark Epstein desafíe esa última voluntad de su hermano. Mark es el hermano menor de Jeffrey, su única familia directa -aunque una empresa de investigación está buscando candidatos vía análisis de ADN a ser hijos ilegítimos del desgraciado, que podrían optar también a parte de su fortuna- y también es millonario, aunque menos.
Mark Epstein probó suerte en los negocios: tuvo empresas de serigrafía, cosméticos y otras andanzas… Aunque ninguna justifica cómo llegó a hacerse con Ossa Properties, una empresa inmobiliaria que a mediados de los noventa contaba con más de 500 pisos en alquiler en cuatro edificios en distintos barrios de Nueva York. La sospecha principal es que Mark era un testaferro más de los negocios de su hermano -algo que siempre ha negado-, que se hizo multimillonario en el mundo de los fondos de inversión. El historial que Mark Epstein no recoge en su perfil empresarial es que: a) fue condenado por desahuciar ilegalmente de una de sus propiedades a un fotógrafo al que tuvo que indemnizar con 110.000 dólares; b) su aparente impericia a la hora de declarar sus impuestos le costó cerca de 190.000 dólares en multas y apremios; c) el administrador de su inmobiliaria tenía relación empresarial y familiar directa con los principales testaferros de Jeffrey.
De hecho, una de las mayores propiedades de Mark es el edificio del Upper East Side de Manhattan donde han residido varios de los empleados de Jeffrey Epstein -incluyendo su abogado Indyke, su asistente Kellen, y otros cuantos implicados en la trama de explotación-, y que se consideraba la base de operaciones del círculo criminal del fallecido. Allí también vive, como contaba The Daily Beast, la ex de Mark y madre de sus dos hijos.
Para hacernos una idea del caracter del hermano, en 2008 Mark Epstein presentó una demanda civil contra su ex porque le "llamaba a altas horas de la noche, interrumpiendo su rígido horario de sueño". Mark Epstein afirmaba en la demanda que, cuando vivían juntos, él le explicó en varias ocasiones que "si dormía cuatro horas y me despertaba por mi cuenta, no había problemas, pero que si ella me despertaba a las tres horas y cincuenta y cinco minutos, entonces me arruinaba el día".“intenté sosegadamente preguntarle a la señora Anderson por qué me hacía esto. En vez de intentar explicarse, su respuesta fue llamarme ‘puto insomne’ y despotricar de forma ininteligible. Nunca me pidió disculpas por sus actos". Aún así, la señora Anderson sigue viviendo en ese edificio sin pagar el alquiler.
Mark Epstein, además, se "jubiló" a los 39 años para dedicarse a la filantropía y las fundaciones. Forma parte de varias instituciones, la más destacada de ellas el consejo de dirección del Humpty Dumpty Institute, una ONG destinada a "encontrar soluciones humanitarias y holísticas" a grandes retos de la política internacional, como las minas antipersona. Y que presume de contar con el Congreso de Estados Unidos y la ONU entre sus socios preferentes. En ese consejo, aparte de Mark Epstein, se puede encontrar a un magnate chino de los juegos para móviles -la ONG, de hecho, promociona su compañía- o un monje budista. Su principal ocupación actual parece ser la de organizar viajes internacionales para "concienciar" a congresistas y funcionarios, así como organizar reuniones entre representantes políticos estadounidenses y gente de la ONU. Es decir: son mitad ONG, mitad lobby.
Sin embargo, lo más probable es que las autoridades federales paralicen cualquier transmisión de bienes al Trust 1953 antes incluso de que a Mark Epstein o a los hipotéticos hijos ilegítimos de Jeffrey se les ocurra desafiar la última voluntad del interfecto. Porque lo que se avecina tras su muerte -y, con ella, el fin de la causa criminal contra su persona, no así contra sus colaboradores- es una cascada de demandas civiles de las víctimas del pederasta y proxeneta, que buscarán compensación en esos 520 millones de euros. En cualquiera de los casos, pasarán años antes de que el destino de esos millones se aclare.
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