Paco Lobatón: «Los años no me pesan pero los pienso»

En pleno éxito televisivo, Paco Lobatón decide dar un giro a su vida profesional para dedicarse a la Fundación Europea de las personas desaparecidas. Un proyecto humanitario que le está devolviendo con creces todo el esfuerzo que hace para dar visibilidad a aquellas personas que por distintas razones desaparecen sin dejar huella, con el dolor que eso supone para sus familias. Un drama del que sólo somos conscientes cuando saltan a los medios casos tan mediáticos como el de Diana Quer o Marta del Castillo. Historias que nos parten el corazón.

Paco, ¿cómo lleva la pandemia alguien tan sensible a los problemas sociales como usted?
Razonablemente bien, aunque golpeado, como nos pasa a todos, por la pérdida de gente cercana, algunos tan queridos como Pablo Rosón, que considero como un hermano, miembro del Patronato de la Fundación ‘Quién sabe dónde’, que perdí en agosto, y más recientemente a Antonio Falcón Romero, un tipo muy importante en los inicios de la Autonomía andaluza. Se empieza a hacer realidad esa frase de que el Covid19 cada vez nos dispara más cerca.

¿Recuperaremos la alegría de vivir?
Yo pienso que todas las situaciones traumáticas tendemos a olvidarlas para superarlas aunque, con una tragedia como la de este virus, no debemos hacerlo. Cuando estaba en la Universidad leí que la humanidad nunca se plantea problemas que no sea capaz de superar.

¿Qué valores deberíamos recuperar?
Los afectos, tenemos que darle el valor que tienen. Es la razón por la que tenemos que estar más cerca de las personas que queremos, ahora que somos más frágiles.

Entre otros, los familiares de los desaparecidos.
Así es, porque el denominador común de las familias de desaparecidos es la incertidumbre. Un sentimiento corrosivo como es el de no saber dónde están, qué ha sido de sus seres queridos, cómo viven con esa permanente presión de las preguntas sin respuestas. Personas que no tienen capacidad para hacer un duelo, porque nadie les ha podido confirmar que estén muertos.

¿Hay más o menos desaparecidos con la pandemia?
Según información reciente del Centro Nacional de desaparecidos, durante el confinamiento el número de desapariciones han tenido una caída drástica del 70%. Sin embargo, en cuanto hemos vuelto a la nueva normalidad, las cifras se han vuelto a restablecer y estamos en 40-50 denuncias por día, y en Cataluña se ha incrementado el número de desapariciones de personas con problemas de salud mental.

Para las familias el dolor es el mismo.
Indudablemente, porque la causa de la desaparición es igual, por ejemplo, una persona mayor con alzheimer o alguna otra enfermedad neurodegenerativa, y el sufrimiento de su familia al no saber de él es igual que si se trata de un joven que ha escapado de un conflicto familiar.

¿Legalmente qué les diferencia?
Una persona con esquizofrenia es una persona vulnerable, cuya integridad física esta en peligro. Por eso deben tener un tratamiento de máxima urgencia.

Ha aparecido el dedo de una de las niñas de Alcásser. ¿Se puede reabrir el caso?
Fue un caso con unas connotaciones duras, y dejó una estela de dudas que no tienen un fundamento sólido, puesto que hubo un juicio y una sentencia firme contra los culpables. Ahora habrá que esperar la respuesta que nos dé la Ciencia.

¿Qué puede cambiar?
Yo creo que lamentablemente no va a cambiar nada..

¿Por qué el de Yéremi Vargas aparece y desaparece de los informativos?
El tiempo no cura la incertidumbre, no resuelve el sufrimiento de los familiares, ya que el único remedio es saber algo. Un deseo que expresa la madre de Yéremi, cuando dice que quiere tener un sitio donde llevarle flores, para poder descansar ella también. El duelo necesita empadronarse, porque mientras no hay una evidencia de muerte, hay una evidencia de vida.

¿Los periodistas debemos hacer autocrítica para evitar espectáculos como el de Diana Quer?
Sí, implicando no sólo a los compañeros que se ganan la vida en trabajos precarios, sino a los responsables editoriales, los grandes operadores, ejecutivos de las televisiones, que es donde se da el espectáculo.

¿Todo vale para subir la audiencia?
No, pero en esto hay un trasfondo mercantil a veces innoble, porque se trata de mirar el bien general, que es el de encontrar a un desaparecido. Algo de lo que se quejan las familias y que recogemos en el borrador del Estatuto de las personas desaparecidas, ya que estamos hablando de derechos.

Y de empatía para con esas familias.
Hay que dejar claro que cuando una persona desaparece, no desaparecen sus derechos ni el de sus familias a ser informadas por la policía, que debe volcarse en poner todos los recursos a su alcance.

¿No lo hacen?
No es que no lo hagan, es que hay un déficit legal enorme que estamos intentando subsanar con una ley específica que llamamos Estatuto de las personas desaparecidas.

¿Los políticos son sensibles a este drama?
Muy sensibles y esto es importante subrayarlo. Hubo un consenso formidable hace diez años para hacer una declaración unánime en el Congreso y en el Senado, declarando el 9 de marzo el Día de las personas desaparecidas.

¿Pese al griterío hay esperanza?
Sí. Y veremos sus frutos, se está fraguando un consenso por parte de todos los grupos políticos para que la causa de las personas desaparecidas entre en el cauce parlamentario y se pueda aprobar una Ley específica.

¿Todo esto le ha cambiado la vida?
Radicalmente, porque la percepción que yo tenía de la realidad del país en tiempos de ‘Quién sabe dónde’, era diferente a la que tuve al enfrentarme a un grupo humano golpeado por un infortunio que dejaba en suspenso sus vidas.

¿Cuál es el papel de la Fundación?
Arrancó en 2015 como una alternativa para no depender de la bendición de una cadena o de otra. Yo siempre he pensado que ésta es una responsabilidad de RTVE y por eso he peleado. Fue la razón por la que en 2018 nos dieron un espacio que jugó un papel importante con unos resultados relativamente buenos, dentro de que el panorama de la televisión ha cambiado radicalmente.

¿Cómo logró gestionar la fama que le dio ‘Quién sabe dónde’?
La notoriedad que viví presentando los telediarios de finales de los ochenta fue mayor, pero la fama que me dio “Quién sabe dónde” me producía una sensación diferente.

¿Por qué?
Porque me sentía en deuda con los espectadores. Me ocurrieron cosas inauditas como que en una encuesta saliera elegido el Mejor Presidente entre todos los presentadores de televisión. Yo entendí que esa notoriedad era un bien prestado, que debía devolver de la mejor manera posible.

¿No ha sentido la tentación de dedicarse a algo más ligero?
No, ha habido momentos duros, pero lo vivo como un encargo que me da la sociedad y con el que me siento honrado.

Implicarse tanto tendrá consecuencias emocionales.
Yo no considero que haya que tener unas capacidades especiales. Que todavía haya gente que me pare por la calle y me diga: enhorabuena, no por su carrera profesional sino por su labor, me emociona .

¿Por qué quiso ser periodista?
De pequeño quise ser torero, futbolista, pero, aunque en mi familia no había precedentes, mi padre siempre tuvo vocación literaria y cuando yo le dije que quería estudiar Periodismo, me regaló una máquina de escribir. Fue como la bendición que me daba mi padre para seguir por ese camino.

¿Alguno de sus hijos sigue sus pasos?
La pequeña, porque Triana es doctora especializada en temas digestivos, y el chico, Auxias, es arquitecto.

Como padre, ¿qué nota se pondría?
Yo diría que soy un padre vocacional. La nota la tienen que poner ellos. Sí recuerdo que cuando presentaba ‘Quién sabe dónde’, algún directivo de la cadena pensó que había que cambiar el día de emisión y yo, que sólo veía a mis hijos los fines de semana pues su madre y yo nos habíamos separado, les dije que empezaran a buscar otro presentador. Si hubieran cambiado de día, lo hubiera dejado.

Y como abuelo, ¿qué tal se siente?
Raro. No me molesta, pero siempre hablo de los hijos de mis hijos, porque me parece muy bonita esa cadena que nos une. Hay un juego de paternidades muy gracioso porque mis hijos viven en Berlín y en Gante. En Gante vive Triana y en Berlín, Auxias, y ambos tienen dos chicos cada uno.

Abuelo por partida doble.
Lo gracioso es que tanto en alemán como en flamenco, que es el idioma que hablan en Gante, al abuelo se le llama opa. Y resulta que en mi Jerez natal los niños en vez de decir papá dicen opá.

¿Y usted qué se siente, madrileño o jerezano?
Lo de Jerez es una seña de identidad imborrable. Y lo de Madrid es una pertenencia vital porque aquí he desarrollado durante años un trabajo que ha tenido que ver con esta ciudad. Viví un tiempo en Barcelona, y viví bien, y viví en Sevilla y me siento muy unido, por eso mi hija se llama Triana, pero a Madrid le debo un agradecimiento especial porque nos acogieron muy bien.

¿Le pesan los años?
No me pesan, pero los pienso. En esto citaría al poeta y periodista malagueño Manuel Alcántara, que escribió un poema hermosísimo sobre la muerte que más o menos dice: ocurrirá el día menos pensado y es en el que siempre pienso.

Es algo que estamos aprendiendo con el coronavirus.
Así es, porque ese día menos pensado está revoloteando. No debemos convertirlo en una sensación que nos paralice sino que nos haga más responsables para no contagiarnos y no contagiar.

¿Para cuándo un nuevo libro?
La editorial me ha ofrecido hacer una nueva edición ampliada de ‘Te buscaré mientras viva’, en forma de libro electrónico, lo que me permitirá incluir las voces de los familiares de algunos desaparecidos.

¿Por qué no una serie con los casos más conocidos?
Eso lo hicimos durante la pandemia, una iniciativa que yo titulé ‘Diario de ausencias’. Una experiencia muy hermosa que podría terminar siendo una serie.

Entrevista realizada en la terraza Florida Retiro, Parque del Retiro de Madrid

Mi foto favorita

«Esta foto me gusta porque tuve el honor de que me dieran el Premio Ciudad de Jerez, y me lo entregara Mamen Sánchez, la actual alcaldesa socialista».

¿Quién es Paco Lobatón?

Nació en Jerez de la Frontera, Cádiz, en 1951.

Estudios Ciencias de la Comunicación en la Univ. Autónoma de Barcelona.

Trayectoria Comenzó en Radio Jerez y Radio Sevilla, compaginando su trabajo como corresponsal de El Periódico de Cataluña. Se traslada a Barcelona donde le nombran Jefe de Informativos en Radio España-Radio Cadena. En 1982 regresa a Sevilla para dirigir Radio 16FM. En 1984 presentó junto a Ángeles Caso el Telediario de TVE. Fue director de Comunicación de la Expo 92. Dirigió Canal Sur y RNE. Con ‘Quién sabe dónde’, consigue dar visibilidad a las personas desaparecidas desde TVE. Ha escrito varios libros: ‘Escríbeme a la guerra’, ‘A corazón abierto’, ‘Te buscaré mientras viva’. Ha recibido numerosos premios: Dos TP de Oro, al mejor presentador por Quién sabe dónde y El Premio Ciudad de Jerez, entre otros. En 2015 creó la Fundación Europea por las personas desaparecidas.

Familia Tiene tres hijos: Triana y Auxias, fruto de un primer matrimonio, y Berenice Lobatón, de un segundo con Mari Pau Domínguez (divorciados).

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