En todos los cuentos de hadas, incluso en los que acaban mal, hay un príncipe azul, una princesa y una madrastra. La desdichada Diana no iba a ser menos. Y en su caso la villana –que con el tiempo se convirtió en su fiel aliada– supera todas las expectativas: hija de la novelista Barbara Cartland, debutante del año -1947- y más conservadora que Margaret Thatcher –con quien compartía además peinado y predilección por los sastres de tweed–, Raine Spencer (Newbury, 1929-Londres, 2016) tiene todos los ingredientes necesarios para merecer un papel principal en la próxima temporada de The Crown.
Si googlean su nombre les saldrá que Raine Spencer, nacida McCorquodale, fue fundamentalmente una socialite hija de la reina de la novela romántica que, con el tiempo, resultó ser además la segunda mujer de John Spencer, vizconde Althorp y padre de Diana, princesa de Gales. Pero Raine fue además una importante política conservadora muy involucrada en importantes aspectos de la vida británica como el turismo o el medio ambiente, jefa del Comité de Desarrollo del Covent Garden y de quien el duque de Edimburgo solía decir lo siguiente: "Si quiere organizar algo, busque a Raine".
Eso hizo precisamente Mohamed Al Fayed, dueño de los grandes almacenes, cuando la contrató como directora de Harrods International en 1996. Durante los 30 años siguientes, hasta su muerte, Raine ejerció su trabajo de forma entusiasta y, por supuesto, eficaz. Con una chapa que rezaba ‘Raine, condesa Spencer’ en la solapa de su traje sastre de Lachasse y su bolso favorito, el modelo Lady Dior que la casa francesa dedicó a su famosa hijastra, la aristócrata acudía puntualmente a las oficinas de Harrods en Brompton Road, Knightsbridge, desde donde dirigía además la división inmobiliaria de la compañía, especializada en colocar casas de entre tres y 20 millones de libras entre una discretísima y muy, muy rica clientela. La condesa Spencer trabajó en Harrods hasta bien entrados los… 80 años. Nada raro si tenemos en cuenta que su madre, Barbara Cartland, escribió hasta su muerte a los 98 años de edad. De hecho, dejó 165 historias de amor sin publicar.
Pero, en definitiva: ¿cómo se llevaba esta mujer, a quien amigos como el decorador Nicky Haslam describe en un reportaje en la revista The Glentewoman como "maravillosa, divertida y con un enorme y vibrante encanto", con la princesa de Gales? Al principio, mal. Ni sus hermanos –Sarah, Jane y Charles– ni ella aceptaron de buen grado a la segunda esposa de su padre. El vizconde, que se había divorciado años atrás de su primera mujer y madre de sus hijos, Frances Shan-Kidd, y Raine, que entonces estaba felizmente casada con Gerald Legge, noveno conde de Dartmouth, se conocieron en 1971. Fue un flechazo. Se casaron cinco años más tarde. "Jamás pensé que dejaría a Gerald. Era un hombre maravilloso, un padre estupendo, una persona fantástica. Pero era como un torbellino, una fuerza de la naturaleza”, confesó. Precisamente un torbellino fue lo que supuso su llegada a Althorp House, la casa de los Spencer en Northamptonshire. Sus hijastros pronto encontraron un apodo a su medida: Acid Raine, Lluvia Ácida.
Sorprendentemente, al final de su vida Diana encontró en Raine a una de sus confidentes. La relación entre ellas mejoró ostensiblemente a partir del divorcio de los príncipes de Gales. En una de sus últimas entrevistas Raine declaró: "Diana era una persona encantadora. Solía visitarme a menudo, se sentaba en el sofá y me contaba sus problemas. Recordarlo me hace muy feliz. También me alivió que mi pobre John muriese antes que ella. Diana siempre me estuvo agradecida por cómo cuidé de él hasta el final". John Spencer sufrió un derrame cerebral en 1978 que le dejó graves secuelas, pero aún vivió otros 14 años y Raine se ocupó diligentemente de él.
El 6 de septiembre de 1997 Raine Spencer acudió al multitudinario funeral de Lady Di en Londres, y lo hizo acompañada de su jefe, Mohamed Al Fayed, quien también acababa de asumir una enorme pérdida: la de su hijo Dodi, novia de Diana que viajaba con ella en el Mercedes que se estrelló en el Puente del Alma. Visiblemente afectada, pero con una sonrisa, Acid Raine despidió a quien con el tiempo se convirtió en una hija. "Terminamos siendo grandes amigas".
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