Junto a la gran Julia Gutiérrez Caba, el actor Miguel Rellán está disfrutando al máximo de su vocación con la obra Cartas de amor, que trae de nuevo a Madrid hasta el día 2 de febrero. De amor, de educación, de su vida y obra y de lo que realmente importa Rellán habla a calzón quitado para mostrarse tal cual es. Él sí puede.
Corazón Ahora que regresan al Teatro Bellas Artes con la obra de A.R. Gurney Cartas de amor, ¿me puede decir cómo consiguió convencer a Julia Gutiérrez Caba para que volviera a subirse a un escenario tras tanto tiempo retirada?
Miguel Rellán Esta aventura empezó porque David Serrano y yo buscábamos un texto para llevar a la escena. Antes de hablar de esto quiero explicarte mi forma de trabajar. Cuando hago cine o televisión mis representantes saben que lo único que me importa es el cheque, y es que el cine es el arte del director y tu trabajo te lo terminan en la moviola. Lo tengo clarísimo, y más después de casi 100 películas en mi historial. La televisión la hago encantado, pero es una maquinaria y ahí hago caso a mi amigo Antonio Gala cuando dice «tú, puta, pero carísima». Con eso creo que me entiendes. Pero el teatro es otra cosa. Hay que estar muy convencido de lo que se hace porque tienes que defenderlo a diario. El teatro es la verdad. Es un trabajo más duro, pero también más gratificante. Volviendo a mi búsqueda con Serrano, descubrimos que esta función la han hecho los grandes del mundo y fue una sorpresa ya que la leímos, nos encantó y decidimos hacerla. Faltaba elegir a la actriz, y ahí llegamos a la conclusión que tenía que ser alguien con peso y fuerza, y de las que elegimos al final llegamos a la conclusión que tenía que ser Julia. Piensa que va a ser tu compañera de reparto durante más de dos años, en viajes y durante muchas horas en lo que supone un gran esfuerzo duro y largo. Alguien pensó en Julia y aunque estaba retirada desde hacía 15 años me cayó a mí la labor de convencerla. Recuerdo que cuando le hablé de volver a la escena y encima con un director joven, su respuesta fue que no, que «los jóvenes te pintan de verde y te cuelgan del techo», (risas) pero a medida que conoció el texto y a David cambió de opinión y ya llevamos tres años de representaciones.
C. ¿Y cuál es el éxito de esta función?
M. R. Lo que pasa en el escenario tiene que ver con cualquier espectador que acuda al teatro. ¿Quién no ha disfrutado o sufrido con el amor? Los protagonistas leen las cartas que se han escrito desde que se conocieron en la infancia. Son dos vidas de dos personas muy diferentes que se quieren mucho, pero con unas situaciones muy complejas.
C. ¿Cómo ha sido la química con Julia?
M. R. No es la primera vez ya que nos conocíamos de una vez que trabajó en la serie Los Serrano (Telecinco), aparte de que soy muy amigo de Irene y Emilio Gutiérrez Caba. De Julia te diré que es la elegancia. Ella es elegante hasta cuando está sola. Nos entendemos perfectamente y además nuestras manías nos las guardamos en casa, y eso es fundamental para trabajar bien. La vida te demuestra que aunque este oficio mío es muy injusto, lo que descubres es cómo el tiempo va haciendo una criba natural. Ten por seguro que cuando alguien no figura en los repartos casi siempre es porque no hay quien lo aguante porque es complicado. Y eso es por un problema de falta de educación. Parece mentira que hoy tenga tan poca importancia algo que considero fundamental. Precisamente creo que la falta de educación es el causante de tantas cosas que pasan hoy y lo peor es que parece que a nadie le preocupa. Como decía mi difunta madre: «este país está lleno de cerdos satisfechos». Pienso que en los colegios había que educar en teatro, algo que ayuda muchísimo a las personas, pero como lo que prima es el utilitarismo, se cargan también enseñanzas como la filosofía porque consideran que no sirve para nada. Y es justo lo contrario. De estas cosas discuto mucho con mi familia, donde hay mayoría del PP y Vox.
C. ¿Se arrepiente de no tener hijos?
M. R. Los he evitado cuidadosísimamente. Creo que ya somos muchos y se tienen hijos sin pensar bien en la labor que uno adquiere. Antes era más fácil educar, ya que no había más que dar ejemplo, pero hoy te descuidas cinco minutos y los ha educado Telecinco. Creo que la labor más difícil del mundo es educar un hijo. Siempre que pienso en mi madre, que falleció con 99 años hace cinco meses, recuerdo lo fuerte y la vida tan dura que han tenido esas generaciones.
C. ¿Es usted aficionado a escribir cartas de amor?
M. R. Guardo alguna carta de amor que escribía de jovencito y al leerla me da hasta vergüenza ver lo cursi que era. Lo del WhatshApp no es igual, porque como decía Saramago: «encima de un correo electrónico no puede caer una lágrima». No me gusta pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en algunas cosas tengo que reconocer sí.
Guardo cartas de amor que escribía de jovencito. Al leerlas, siento vergüenza de lo cursi que era»
C. Y hablando de los tiempos nuevos, ¿cómo recibe al nuevo Gobierno?
M. R. Lo recibo entreverado. Quiero ser optimista, y eso que mi carácter es el contrario, pero a pesar de esa intención también siento que son demasiadas decepciones, y eso que me encantaría que lo hicieran bien aunque objetivamente creo que lo tienen muy complicado. Lo que sí aconsejo a algunos políticos es que piensen mucho lo que vayan a decir porque todos están llenos de contradicciones, y lo peor es que no pasa nada. Si a mí me pillan en un renuncio, se me cae la cara de vergüenza, pero me preocupa comprobar cómo eso ya no importa.
C. No sé cómo habrá vivido ver a su pareja, Rosa María Mateo, de nuevo en primera línea al convertirse en la directora de RTVE.
M. R. Cuando la llamaron le dije que solo se podía arrepentir de no haber aceptado. Ella conoce el medio y creía que podía aportar. Afortunadamente no tiene redes sociales, por lo tanto no se entera de las burradas que ahí se leen y que prefiero no repetir. No estoy en contra de las redes, yo mismo uso Instagram, pero sí en el mal uso que hacen muchos. Yo suelo usarlas para compartir cosas de teatro o temas de música, pero no para dar los buenos días ni tonterías de esas.
C. ¿Sabe lo que es una influencer?
M. R. Hasta ahí claro que llego. Como tantas otras cosas obedecen a unas modas, pero normalmente no duran mucho porque no tienen buena base y de ahí que se cambie.
C. ¿En el amor se podría decir que es un hombre feliz?
M. R. Definirse como un hombre feliz es una estupidez con las cosas que pasan, pero como dice mi amigo Fernando Sabater, hay que apuntarse al partido de la alegría para que nadie nos la quite. A estas alturas de la vida hay que saber aprovechar las brisas suaves, ya que lo normal es que el viento te venga de costado y es ahí cuando hay que dar la talla.
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