Miguel Molina: “Mi hija Andrea es una joya»

Fue su físico y su belleza, que conserva aunque ha pasado los 50, lo que llamó la atención de Gutiérrez Aragón y de Almodóvar en sus inicios en el cine. Ahora actúa, Miguel Molina produce y dirige su primera película, ‘Un tiempo precioso’, que se estrenará en septiembre, después de varios parones debido a las dificultades para obtener financiación privada y al COVID-19.

¿Micky o Miguel?

Miguel mejor. Pero bueno, como prefieras, aunque yo me siento muy Miguel.

Pocas películas me han emocionado como ‘Un tiempo precioso’.

Es un proyecto en el que he trabajado tres años y que surgió un día que fui a comprar el pan y me encontré a mi tío Atilano, que tiene 90 años, frente a mi casa. Cuando volví estaba en el mismo sitio. Le dije si le pasaba algo, y me preguntó si sabía si vivía allí. Me dejó en shock, porque era como si de la noche a la mañana su cabeza no estuviera allí. Me hizo pensar en cómo adentrarme en una enfermedad como el Alzheimer. Cualquiera de nosotros podíamos ser los protagonistas, aunque lo he centrado en la vida de un actor, al que interpreto, porque creo estar preparado para darle vida.

¿En qué sentido?

A nivel emocional, conociendo y hablando con gente que sufre esta enfermedad, familiares que tienen padres, tíos, primos… con este problema. Y he tratado de llevarlo a mi terreno, analizando qué le pasaría a un actor si no pudiera memorizar los guiones o recordar quiénes son las personas que le rodean. Estoy muy satisfecho porque la Asociación de familiares de enfermos de Alzheimer (AFEAM) me ha enviado una nota muy emotiva.

¿Qué le da más miedo de esta enfermedad?

Me aterra lo que he tratado de exponer, que hay un mundo interior muy potente, en el que Miguel se maneja muy bien, pues aunque no sepa lo que le está ocurriendo, sí trata de retornar sus raíces, volver a esos lugares en los que ha sido feliz.

Sandra, su esposa, es la protagonista.

Yo he tratado de mantener los nombres de todos los que trabajan: por ejemplo, yo soy Miguel, igual que el protagonista; Sandra, que es mi esposa, también lo es en la película; Carlos, que es un amigo, hace de hijo y se llama así.

¿Dirigir a Sandra ha sido difícil?

Facilita las cosas que nos conozcamos, que vivamos juntos, que tengamos una relación familiar muy intensa y que Sandra haya estudiado Arte Dramático en Canadá, aunque no ejerció la profesión.

Sandra es la hermana de Pau, el marido de Ángela.

Sí. Nos conocemos desde que éramos adolescentes. En los créditos de la película salen imágenes que grabó su padre, el prestigioso arquitecto Rolph Blakstad, cuando era una niña. De su hermano Pau, soy muy amigo.

¿Cómo logró que saliera su madre?

Fue el último día de rodaje, fui con el operador y todo el equipo a verla a la casa donde vive en Ibiza y le dije: vamos a grabar esto para mí porque me apetece mucho grabarte. Y el cámara empezó a grabarla mientras hablaba con mi hermana Ángela, todo es real. Al verlo me emocioné mucho.

¿Se encuentra bien?

Muy bien, tiene una cabeza impresionante, muy bien amueblada, con ganas de hacer cosas, y eso que tiene 87 años, rodeada de nietos, hijos, biznietos…

¿Todavía se acuerda de su padre, Antonio Molina?

Mucho, siempre; mi madre y todos nosotros. Porque mi padre dejó un vacío difícil de llenar. Todos sentimos su espíritu, que está ahí. Estamos muy unidos, lo pasamos bien, nos reímos y compartimos mucho.

De todos los hermanos, ¿quién se parece más a su padre?

Yo, cuanto más mayor me hago, veo cosas en mis hermanos que me lo recuerdan, en unos más que en otros, pero en todos. Yo me parezco muchísimo, también físicamente, pero al ser ocho hermanos todos tenemos algo suyo.

¿El talento se hereda?

La genética sí, porque si a mí me pones a resolver un problema de matemáticas no tendría ni idea, pero si me pones un texto de Cervantes te lo repito de memoria. La genética cuenta y las vivencias también, porque tenemos muchas. Crecer en un teatro donde tu padre es la estrella marca.

Le hizo un homenaje.

Así es, era sobre la vida de mi padre, muy bonito. La voz la puso Rafa Garcés, un gran cantante y una gran persona. Fue un espectáculo que duró cuatro años, llenando, porque papá era muy querido.

¿No han pensando en abrir un museo con todas sus cosas?

Mi padre era tan generoso que regalaba casi todo, él no era fetichista de sí mismo, ni nosotros tampoco. Aunque tenemos muchas cosas suyas, la mayoría son vivencias y amor, lo demás son cosas….

¿Qué es lo más bonito que recuerda?

Cuando me contaron cómo me gestaron me hizo mucha ilusión.

Cuénteme, cuénteme….

Me lo contó su agente, Antonio Ferrer: mi padre estaba en París, había firmado por tres semanas en el Teatro Bataclan (el del atentado en el que murieron tantas personas), donde iban muchos españoles. Cantaba todos los días, menos los lunes que descansaba, y un domingo al finalizar la última función, al llegar al hotel se encontró con Ferrer, que le preguntó: “¿Dónde vas?” Y él le dijo: “Me voy a Madrid a hacer a mi hijo Miguel Ángel y vuelvo mañana”.

Madre mía, ¡qué historia!

Se fue de París a Madrid en coche, dejó embarazada a mi madre y se volvió. Por eso me llamo Miguel Ángel. Decía que, como no podía tener un cuadro suyo, ya que era un gran amante de la pintura pues me hizo a mí.

Era un gran cantante y personaje de los que no se estilan.

Era un cerebro, un personaje fuera de lo normal. Y mi madre era un bellezón de mujer. Ocho hijos, toda la vida juntos…

¿Cómo le gustaría a usted que le recordasen sus hijos?

Ostras, como una persona honrada, muy luchador, que es lo que he sido toda mi vida. He luchado para sacar adelante mi vida y la de otros, y siempre lo he hecho con mi trabajo, porque he trabajado mucho.

¿Y como padre?

Mis hijos son lo más importante que he hecho en mi vida. Son los pequeños seres que se han hecho adultos, y que son los que dan sentido a mi día a día. Los que me inducen a tirar para adelante.

¿Han heredado el talento de los Molina?

Sí. Mi hija Andrea está ahí, ella tiene su carrera de Magisterio, pero le gusta el oficio. Es muy buena actriz, no lo digo porque sea mi hija, sino porque es una joya.

Estuvo en el preestreno de la película.

Sí, claro, estaba feliz y contenta, tenemos mucha complicidad. Ella me conoce, sabe que tengo buen corazón, como todos mis hijos. Clara me ha hecho abuelo de Nicolás, que tiene un año y vive en Barcelona. Adrián, su hermano, se dedica al mundo artístico (ambos son fruto de su unión con Kirsa). Y Antonio estudia Biología Marina en Reino Unido (el pequeño nacido de su relación con Katrín Ólafsdóttir).

¿Usted siempre quiso ser actor o hubiera preferido dedicarse a otra cosa?

Yo no iba para actor, fue una casualidad. De hecho, me costaba pensar en ser artista porque sabía los sacrificios que conlleva. Por ejemplo, yo tuve una relación con mi padre bastante corta porque estaba más tiempo fuera que dentro de casa.

Su madre siempre estuvo ahí.

Haciendo de padre y madre, por eso en un principio pensé en llevar una vida más sosegada. Me gustaba el deporte, pero haciendo surf me rompí una rodilla, con 13 ó 14 años, y tuvieron que operarme y estar un tiempo inactivo. En ese intermedio, mi hermana Ángela empezó a hacer cine, surgió que Gutiérrez Aragón comenzó la película ‘Maravillas’ y me llamó. Le pregunté si pagaban, me dijo que sí, me hicieron un casting y…

Le llamaron.

Sí, pero tardó un mes, y de la noche a la mañana me dicen que tengo que empezar a filmar. Tuvo que firmar mi madre el contrato porque era menor, y ahí empezó mi carrera.

¿Podía haber hecho más en su carrera?

A cada uno la vida le tiene preparado lo suyo. Y yo, Rosa, tengo una libertad de movimientos que me ha compensado.

La libertad no es gratis, algo habrá tenido que sacrificar.

Las carreras, aunque parezca que las controlas, no las controla uno, van viniendo como vienen, unas veces mejor que otras. Este oficio es una carrera de fondo y no descarto seguir trabajando a los ochenta años.

La mayoría de los actores viven con estrecheces. ¿Cómo le ha afectado este virus?

Más que el virus yo creo que es el ser humano el que más influye en el propio ser humano. Tengo la sensación de que ha habido un momento en que se corría demasiado, con esto no quiero decir que sea la razón por la que ha venido el virus, pero sí creo que no disfrutábamos de las pequeñas cosas.

¿La sociedad ha cambiado?

Yo creo en el ser humano, creo que, aunque se hayan cometido errores, también ha habido muchos aciertos, y creo en la gente buena porque si no sería insoportable lo que está ocurriendo. Como soy abuelo, estas cosas me dan mucho que pensar.

¿Qué mundo le gustaría dejar a sus hijos?

Lo pienso mucho, y cada vez más. Creo que vamos a evolucionar a otro ritmo, dando más sentido a las cosas que la tienen, como el tiempo, porque es el gran tesoro que tenemos. Puedes preguntar al hombre más rico del mundo: lo daría todo por un año de su vida. Hay que hacer las cosas de otra forma porque, si no, el planeta que vamos a dejar a nuestros hijos y nietos va a ser desolador.

¿Cómo convencer a los jóvenes de lo que nos estamos jugando?

Hay que hacerlo, porque la tormenta ya está aquí, y las catástrofes medioambientales y sanitarias. Hay que dar pasos valientes.

¿Qué les pide a los políticos?

A los políticos y a quienes tienen responsabilidades les diría que deberían saber decir que no, y que, si no saben algo, dejen a otras personas que sí saben qué y cómo hacerlo.

¿Cómo ha pasado el confinamiento?

Escribiendo mucho, poesía sobre todo, porque tengo un libro pendiente, escritos que tenía que corregir y que vas dejando amontonados… Me he dedicado a ordenar, y después promocionar ‘Un tiempo precioso’, que espero poder presentar en los Goya.

¿Quién es Miguel Molina?

Nació el 27 de noviembre de 1963 en Madrid. Es el sexto de los ocho hijos del inolvidable Antonio Molina, y hermano de las actrices Ángela, Paula y Mónica Molina.

Familia: Tiene cuatro hijos: Andrea, con Lydia Bosch; Clara y Andrés, nacidos de su relación con la modelo Kirsa van Pallandt, y Antonio, fruto de su unión con Katrín Ólafsdóttir. Actualmente comparte su vida con Sandra, hermana del marido de su hermana Ángela.

Televisión: En 1993 protagoniza junto a Alfredo Landa y Lydia Bosch la serie ‘Lleno, por favor’, con la que gana el Premio de la Unión de Actores. En 1995 interviene en ‘¿Quién da la vez?’ y en 2002 participa en ‘Ana y los siete’, de la que es despedido por sus diferencias con Ana García Obregón, con la que tuvo un romance.

Teatro: Debutó en Mérida con ‘Hipólito’, de Eurípides, junto a María Asquerino, y ha participado en ‘El cerco de Numancia’ y ‘La ratonera’, junto a Jaime Blanch.

Actualidad Va a estrenar su primera película como director, guionista, productor y actor. Se titula ‘Un tiempo precioso’ y recibió un premio especial en la Seminci de Valladolid.

Su foto favorita

“Me gusta porque refleja la relación paterno filial de ‘Un tiempo precioso’, mi primer largometraje sobre el Alzheimer”.

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