En los 90 Marie-Chantal, Pia y Alexandra coleccionaban portadas en las revistas del corazón bajo el apodo de “las hermanas Miller”, eran las it girls del momento. Su condición de herederas de la fortuna que su padre, Robert Warren Miller, había reunido convirtiéndose en el rey de las tiendas duty free de Hong Kong les confería un estatus por encima del resto de la alta sociedad estadounidense. Pia Miller acabó uniendo su fortuna a la de un rico heredero petrolífero, Christopher Getty en 1992; pero el espaldarazo definitivo que llevó a las hermanas Miller a las más altas cotas del glamour aristocrático lo lograron Marie-Chantal y Alexandra a dúo en 1995, cuando ambas se convirtieron en princesas: en julio Marie-Chantal se casó con el príncipe Pablo de Grecia y en octubre la pequeña de las Miller, Alexandra, le dio el sí quiero al príncipe Alejandro von Fürstenberg. ¿Cómo fue el trance de pasar de ser it girls a nobles europeas?
Alexandra Miller, de socialité a princesa y de princesa a diseñadora de muebles
El hecho de que Alexandra, la benjamina del trío rubio, ligara con su vecino del quinto (literalmente, vivían en el mismo edificio, el hotel Carlyle) no le quita mérito a su buen ojo al escoger al único vecino que pertenecía a una de las dinastías de más rancio abolengo de Europa. El novio escogido para la prematura boda de Alexandra Miller en 1995 fue Alejandro von Fürstenberg el heredero del título de príncipe por parte de su padre Egon von Fürstenberg y de la clase, la elegancia y el carácter intenso por parte de madre, la diseñadora Diane von Fürstenberg.
La boda en cuestión fue una extravagancia neoyorkina que hizo las delicias del papel couché estadounidense donde los novios, guapos, jóvenes y muy ricos (al menos ella) invirtieron cuatro millones de dólares y dos días de su vida y hubo fuegos artificiales sobre la estatua de la Libertad incluidos. Tras el enlace llegó el título de princesa, la reforma de la “casita” en el Upper East Side de 12 millones de dólares, su trabajo a las órdenes de su suegra y el nacimiento de sus dos retoños.
Tampoco tardaron en llegar las infidelidades. El enérgico Alejandro von Fürstenberg definido por su propia madre como “un niño salvaje” apuntaba maneras cuando simultaneó el noviazgo universitario con Alexandra con una micro relación con Amanda Crutter Brooks (la misma que años más tarde publicaría un libro con un prólogo escrito por Diane von Fürstenberg).
Pero la traición definitiva llegaría en 2002 cuando el príncipe se enamoró de una estudiante de 19, Allison Parker Kay, con la que se instaló en el Four Seasons y a la que dicen las malas lenguas que consiguió un acceso preferente en la universidad de Columbia. Los amantes son ahora mismo marido y mujer, tienen dos hijos en común y protagonizaron en 2010 un escándalo de sexting que culminó con el príncipe alquilando una avioneta que sobrevolaba el cielo con el mensaje “Reggie Miller deja de perseguir a las mujeres casadas”.
Mientras, Alexandra huía a Londres con los niños y sobrellevaba la vergüenza y la venganza en los brazos de un marchante de arte. El divorcio entre ambos se formalizaría en 2003 y con él se esfumaría el título principesco de la actual diseñadora de muebles y señora del diseñador de interiores Dax Miller con el que se casó en el jardín de su propia casa en 2015.
Marie-Chantal, la única de las Miller que conserva título y a su primer marido
La historia de Marie-Chantal y su príncipe griego es, realmente de cuento de hadas y, al contrario que los matrimonios de sus hermanas, en la actualidad continúa. Pablo de Grecia y la it girl que fue musa de Warhol y amiga de Mario Testino antes de convertirse en una señora que escribe libros sobre protocolo, diseña ropa infantil y discute con sus hijos sobre si se puede llevar camiseta o no a un restaurante se conocieron gracias a amigos comunes que los presentaron en una fiesta en Nueva Orleans.
Pablo es el hijo del último rey griego, Constantino II, y por lo tanto príncipe heredero de un trono que ya no existe, pero conserva su título y regaló a su mujer la posibilidad de ser llamada alteza real (si ella quiere). La boda se celebró en 1995 en Londres y se retransmitió para que los nostálgicos de la monarquía que quedaran en Grecia pudieran contemplarla. Entre los invitados estaba todo el que tiene un título de importancia dentro de la realeza europea, la reina Isabel II de Inglaterra incluida.
Cinco guapísimos hijos más tarde (entre ellos la deslumbrante Olympia de Grecia y el joven Achileas-Andreas) el matrimonio de los príncipes parece ir viento en popa; ella se ha transmutado en una princesa perfecta de cuento de hadas, su fortuna se ha consolidado, no han dado ni un mal escándalo en décadas y hasta han renovado sus votos matrimoniales a las orillas del idílico lago Como. En su caso sí vivieron felices y comieron perdices.
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