Cuenta el exministro José Bono en sus memorias que al terminar una cena de gala en el Palacio Real hizo un corrillo con la presidenta argentina, Cristina Fernández, la ministra Cristina Garmendia, y la entonces princesa Letizia. Bono relata que espetó a la futura reina:"Le digo que al casarse con el príncipe se metió en una especie de jaula de oro, pero que no por ello deja de ser una jaula. Me responde que lo ha hecho por amor, que es lo que movía su vida”. Han pasado casi ocho años de la cena de gala que recoge José Bono en sus mediáticas memorias y hoy la reina Letizia lo sigue haciendo (casi) todo por amor. Y no es una metáfora. Estamos en Oviedo en un acto en la vieja Fábrica de Armas de La Vega de esta ciudad, un imponente complejo fabril en estado de semiabandono en un extremo de la capital asturiana. El inmenso lugar es el escenario perfecto para las instalaciones de artistas contemporáneos que abren boca al marco de eventos de los Premios Princesa de Asturias en su edición 2020. La reina, el rey Felipe VI y sus hijas visitan uno de los pabellones de esta fábrica y la historia de la cena a la que refiere Bono en su libro se repite fuera del foco de la prensa, que se agolpa a la salida.
La familia real entra en una de las viejas naves industriales de ladrillo para ver la obra del artista plástico gijonés Adrián Cuervo. Se proyectan palabras en el suelo, en una especie de espacio circular, y cuando el espectador pisa uno de esos términos, en las paredes se puede leer una frase relacionada, seleccionada de forma aleatoria de una base de datos de mil libros y quinientas citas ordenadas por palabras clave.
Empieza el juego y el bombardeo de palabras. Hay muchas proyectadas en el suelo, pero la reina no titubea. Pisa la palabra ‘AMOR’. “Supongo que ahora saldrá una frase sobre mí en la pared”, bromea el rey. No fue así, pero Felipe VI no dudó en dedicarle una caricia a su esposa, mientras sus hijas no paraban de pisar alocadamente las palabras llenando la pared de frases. Un momento de asueto y relax para la familia real dentro de un evento en el que todo se mide al detalle. Quienes la conocen saben que Letizia tiene muy presente en su día a día que ha elegido este trabajo de 24 horas por amor, algo que repite como un mantra. Y más en este momento, uno de los más delicados de la monarquía española, que amanece cada día con una bomba mediática relacionada con el rey don Juan Carlos.
El amor puede que sí, pero lo que no ha habido este jueves 15 de octubre ha sido baño de masas, algo que se buscaba este verano en el tour de los reyes por las comunidades autónomas e incluso en las atípicas vacaciones de la familia en Mallorca. En Oviedo, en pleno repunte de la pandemia, se ha puesto a todo esto coto. En la Fábrica de Armas de La Vega los únicos ojos plebeyos que les ven de cerca son los de la directora de la Fundación Princesa, Teresa Sanjurjo; los del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska; el presidente del Principado, Adrián Barbón; la delegada del Gobierno, Delia Losa; el alcalde, Alfredo Canteli; el presidente de la FPA, Luis Fernández-Vega, y su esposa, Victoria Cueto-Felgueroso, y el resto de autoridades, que les acompañan en este recorrido marcado por el protocolo Covid. Distancia, distancia y distancia.
Con posterioridad, los miembros de la familia real escucharon las versiones cortas de las piezas centrales de Cinema Paradiso y Star Wars en homenaje a John Williams y Ennio Morricone, respectivamente, que fueron interpretadas por un quinteto de cámara con piano. La princesa de Asturias y la infanta Sofía, fans de la saga de Darth Vader, no pudieron quedarse a ver a los figurantes del ejército del Imperio que posaron en la entrada de La Fábrica de Armas de La Vega.
Viernes 16 de octubre. 12.00. Hotel Reconquista, Oviedo. En unos minutos la familia real va a recibir a todos los premiados de esta edición 2020, la tradicional audiencia matinal previa a la ceremonia de entrega de los galardones. Este año el evento cuenta con Andrea Morricone, hijo del afamado compositor fallecido que recibe el Premio Princesa de Asturias de las Artes; Emmanuel Candès, uno de los cuatro destacados con el premio de Investigación Científica y Técnica; José Eugenio Guerrero, jefe de la UCI del Hospital Gregorio Marañón, y el grupo de médicos y trabajadores sanitarios en representación de los premiados con el Princesa de la Concordia; el piloto Carlos Sainz, de Deportes; y Cristina Fuentes La Roche y María Sheila Cremaschi, del Hay Festival, Premio de Comunicación y Humanidades. Solo han podido llegar a Oviedo cinco de los ocho galardonados.
La Fundación Princesa de Asturias no puede desplegar el boato que suele lucir este evento. Todo son medidas de seguridad ante la Covid-19. Hasta la prensa llevamos durante los tres días en los que se realiza la visita de los reyes a los eventos de la Fundación un dispositivo que comunica en todo momento nuestra ubicación por si alguno da positivo, saber con quién nos hemos relacionado.
Estamos en el Patio de Los Gatos, del Hotel Reconquista. Se celebran las audiencias a los presidentes de los jurados, los miembros de los patronatos y los galardonados que han viajado a Oviedo. Este año se redujo la asistencia a este encuentro que no contó con los estudiantes más destacados ni con los reconocidos con las Medallas del Principado, ni siquiera con todos los galardonados, pues algunos no pudieron viajar a Oviedo. Este año no tendremos a ninguna fémina del clan Koplowitz ni a Isabel Preysler para darle ‘charme’ a los premios.
El acto matinal es especialmente significativo por el homenaje que se rinde a los sanitarios que luchan contra una pandemia que se ceba con España. No se imponen las insignias, tampoco hay apretones de manos, pero hay quizá más contacto humano que en otras ediciones. Los reyes no solo inclinan la cabeza para recibir a los premiados, este año se llevan la mano al corazón en señal de afecto y respeto. Un gesto que es devuelto por los galardonados y carga de emotividad el ambiente.
El rey tiene unas palabras cómplices con el piloto Carlos Sáinz, les une una amistad de treinta años y se nota. Al final del acto, doña Letizia no duda en dirigirse a Teresa López. Ella es la madre de Sara Bravo, la médico de familia de la localidad de conquense de Mota del Cuervo que falleció a causa de la Covid-19 con 28 años. Letizia siempre está atenta a estos detalles. Como lo está para escenificar la imagen más austera de la Corona. No se ha permitido estrenar nada desde que empezó la pandemia, lo que ha puesto el foco por primera vez en la actividad que realiza más que a los sugerentes conjuntos que lleva. Y de paso, ceder el protagonismo a su hija mayor. Este año, la reina no cuenta en Oviedo con la complicidad de su madre, Paloma Rocasolano. En 2019 la que escribe pudo verla cenando animadamente con unos amigos en el centro. Este año, la pandemia da para poca celebración, Asturias está en Fase 2 y se cuidan al extremo este tipo de detalles.
Por su parte, la princesa de Asturias cada vez está ganando más peso institucional. Cumple 15 años el 31 de octubre y en sus últimas apariciones públicas se viene escenificando su abandono de la niñez. La Casa Real, muy amiga de hablar a través de símbolos, ha escalado los detalles. Si el día 12 de octubre, estrenó unos Mascaró con un mínimo tacón, en la audiencia a los galardonados en los premios princesa de Asturias, en el Hotel Reconquista, Leonor ya lució unos mini stilettos de color negro. La joven que jugaba con su hermana pequeña en la Fábrica de Armas hace un día ha dejado de ser una niña, aunque su aspecto infantil juegue en su contra. Leonor sigue al dedillo los pasos de su padre. Tiene interiorizado quién es y quién está predestinada a ser. Por eso, más de una vez se vuelve ella cuando los fotógrafos gritan a ‘Majestad’ haciendo alusión a su madre.
Son las 18.30 horas. El Salón Covadonga del hotel de La Reconquista se ha convertido este año en epicentro de las celebraciones. El teatro Campoamor, sede tradicional de estos actos desde 1981, vive en silencio este año una ceremonia con el número de invitados limitado a cuarenta y siete. La cafetería del hotel se ha convertido en una improvisada sala de prensa para los contados medios acreditados al acto. Un evento de pocos para pocos. La Covid-19 manda. Hace unas horas que ha llegado doña Sofía, de blanco impecable, para asistir a este evento. Su primera aparición con la familia real desde que empezó la pandemia. Una pregunta incómoda de ‘La Sexta’ sobre el paradero de su esposo ha marcado su llegada al hotel. La reina emérita no se ha detenido y ha soltado un ‘¡Uy, qué pregunta’! Aquí la mascarilla ha jugado a su favor. Nadie ha podido ver su rictus. Pero se adivina.
Lo demás ya lo han podido ver ustedes por la televisión que puntualmente ha retransmitido el acto. A un rey que no deja de llamar en la unidad de España en cada una de sus apariciones públicas, que tiene un recuerdo especial para Plácido Arango, que fue patrono de la Fundación, y a la princesa Leonor más mayor que nunca que no deja de mencionar a su querida hermana en un discurso que se analiza y se extracta al dedillo. Es su segundo discurso público y va ganando aplomo. Ella sí se ha permitido estrenar. No por frivolidad sino porque su agenda pública está empezando a pergeñar. El aire fresco e inocente que transmite es un soplo de aire fresco para la Monarquía, que tiene en su madre y su abuela paterna sus mayores activos. Estos premios se recordarán como los de las confidencias. Nunca la reina y el rey se han sentido más libres de aconsejar o comentar con sus hijas cada paso en cada acto. La parte buena de la maldita mascarilla. Y aquí pueden poner la banda sonora que deseen del recientemente fallecido Ennio Morricone, premiado a título póstumo en este acto. Les sugiero La Misión.
En imágenes
Todos los asistentes a los Princesa de Asturias: de las hijas de Carlos Sainz con vestidazos al 'look' en amarillo de Meritxell Batet
Fuente: Leer Artículo Completo