En ningún país la política y la cultura pop están tan íntimamente conectadas como en Estados Unidos, hasta el punto de que el debate de ideas partidistas cala en series, redes y podcasts tanto como los estilos y estéticas de las estrellas son replicados por los políticos. A veces, hasta podemos leer en las disputas virales de las famosas cuestiones que discurren subterráneas o directamente tratan de evitarse en las más altas instancias políticas, como es el caso que nos ocupa. Es cierto: no es la primera vez que Rose McGowan y Alyssa Milano, compañeras en la serie «E,mbrujadas», se enzarzan en una pelea digital por divergencias de índole feminista que, a la postre, han resultado fundamentales. Esta vez ocurre lo mismo: se han peleado por culpa de Donald Trump y su guerra es mucho más que una pelea de actrices. Es, probablemente, la cuestión más urgente de cara a las próximas elecciones americanas.
Está claro: el poder de tres se quedó en la ficción de «Embrujadas», donde la indestructible relación de las tres hermanas protagonistas nunca fue tal en la vida real. En el primer casting, fueron Shannen Doherty y Alyssa Milano las que no se tragaban, más que nada por sus respectivos egos. En el segundo casting, las enemigas fueron Alyssa Milano y Rose McGowan, esta vez enfrentadas por cuestiones más difíciles. Su primer encontronazo fue a propósito de Harvey Weinstein: McGowan acusó al productor de haberla violado, disparando el caso antes de las investigaciones que revelaron sus abusos; sin embargo, Alyssa Milano apoyó a Georgina Chapman, la esposa de este. «No me gusta. Creo que es una hipócrita», dijo McGowan de Milano.
El feminismo ha sido permanente causa de fricción entre ellas. Rose McGowan acusa a Alyssa Milano de haber usurpado el protagonismo del movimiento #MeToo, iniciado por la activista negra Tarana Burke, cuando en 2017 utilizó el hashtag #Metoo para hablar de acoso sexual. Recordemos que McGowan también le ha sacado los colores a actrices como Natalie Portman o Meryl Streep por no ser «suficientemente feminisas» o haber confraternizado con Weinstein. En la guerra que nos ocupa, además de refrescar esta acusación, McGowan reveló que Milano se comportaba de manera tóxica en el rodaje de «Embrujadas», siempre gritando y quejándose de que no ganaba suficiente dinero. Y volvió a llamarla «fraude».
Sin embargo, la guerra entre Rose McGowan y Alyssa Milano no comenzó por el feminismo, sino debido a Donald Trump. A propósito de la convención demócrata, McGowan tuiteó que el partido demócrata no había hecho nada para ayudar a los americanos más vulnerables (los pobres, los negros, las madres solteras) o para parar la violencia policial. Y añadió: «¿Por qué la gente vota a Trump? Por vuestra culpa».La respuesta de Milano no se hizo esperar: «Para Rose y todos los que dicen que los demócratas no ayudan a la gente: es un sinsentido, mentiras que hacen daño a personas menos privilegiadas que vosotros. Millones de personas están muriendo, pero solo os interesa soltar tuits para llamar la atención».
Como corresponde a su papel de hermana mediana, Holly Marie Combs puso paz en la discusión con un tuit clarificador: «Todos somos diferentes y podemos defender nuestras creencias. Esa independencia era uno de los valores que defendía «Embrujadas» y que aún continúa inspirándonos». Sin embargo, este enfrentamiento entre McGowan y Milano es más que un choque entre divas. Expresa la división que sufre el partido demócrata, y que trata de suturar a toda prisa de cara al comienzo de la campaña electoral, entre la corriente más izquierdista que lideran Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez y los conservadores de Joe Biden y Kamala Harris, los candidatos.
Los primeros acusan a los considerados tibios de no hacer las reformas que la América profunda necesitaba para salir de la precariedad (factor que explicaría el voto a Trump); los segundos rechazan las políticas «socialistas» o «radicales». Pronto veremos quién lleva razón. Si el ticket de Joe Biden no logra derrotar a Donald Trump en noviembre, seguramente será más clarificador ver cómo lo explican McGowan y Milano que el propio partido demócrata.
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