La visita del hijo de Camilo Sesto a la familia de su padre: ¿cómo fue recibido?

Contaba el pasado lunes Antonio Montero que, tras enterarse de la muerte de Camilo Sesto y de las intenciones de su hijo, Camilín, y de la madre de este, Lourdes Ornelas, de venir de México a España para los actos fúnebres y arreglar papeles, les ofreció su casa. El fotógrafo, de manera desinteresada, les aseguró que les protegería de todos esos focos bajo los que no quisieran estar, de las persecuciones de la prensa.

La respuesta de Lourdes, con quien Antonio hizo algún que otro reportaje en el pasado para echarle una mano en la economía doméstica, fue que su hijo ya tenía una casa donde quedarse: la de su padre en Torrelodones. Por eso llamó la atención que este se fuese a un hotel. O que nadie de esa familia que podía abrirle la puerta le recogiera. Bueno, a quienes conocen que la relación entre ellos es inexistente, no les llamó la atención…

Pero lo cierto es que ayer madre -que llegó un día después de que Camilín a Madrid- e hijo se presentaron en esa casa de Torrelodones que, a todas luces, va a pasar a ser propiedad del joven de 35 años, heredero universal de una de las voces más fascinantes que ha dado la música de nuestro país.

Era ‘Ya es mediodía’ quien ponía sobre la pista de este nuevo movimiento de Camilín y su madre, que podrían haber acudido a esa casa para reclamar lo que le pertenece como hijo de Camilo y comenzar a realizar los trámites correspondientes. Lo que no sabemos es cómo le habrán recibido al otro lado de la puerta.

La relación entre padre e hijo fue, en los últimos años, tormentosa. Si a eso añadimos que el joven vive en México y el contacto con esos familiares -que, sin embargo, aseguró ante el micrófono de ‘Sálvame’ que le habían recibido de maravilla y arropado en le velatorio- es inexistente, se avecina tormenta.

Máxime cuando Camilo dejó un legado musical innegable, pero también un patrimonio que se pone sobre la mesa y que puede dar lugar a una de esas míticas guerras familiares cuando se va un ser querido del que hay algo que rascar.

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