- Todos los artículos de la columna de ‘La verdad piadosa’ de Jesús Mariñas.
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Julián Muñoz… Otro que aumenta las listas del paro. Es tajante, rotundo, enérgico y descalificador. Excesivamente crítico para las circunstancias, no se casa con nadie y asegura, sus motivos tendrá, que «Agustín Pantoja es anodino, amorfo y amargado». Sólo le quedó llamarlo borde, infame o malencarado, no cayó en ese detalle, acaso porque no había superado que la Audiencia Nacional haya embargado cualquier remuneración que pudiera percibir él por participar en docuseries como ‘No es la hora de la venganza, es la hora de la verdad’, de Telecinco. Le han cortado el grifo de sus ingresos más importantes.
Julián Muñoz debe de estar pasándolo mal y se entiende; cualquiera en su caso. Esta retención monetaria se adoptó como garantía de la cantidad que adeuda el ex alcalde. ¡Qué tiempos aquellos! Nada menos que la friolera de 46,6 millones de euros, que no es moco de pavo. Todo un palo adoptado en concepto de indemnización. Mientras, y pasando de todo, Julián insiste en culpar a Isabel de «absolutamente todo». Él sabrá por qué lo sostiene y aguantó demasiado tiempo, y de forma tan contundente, asegurando que sus acciones fueron fruto de las intenciones exclusivas de la folclórica, pasando a ser él solo un sujeto pasivo. Es algo que no le cuadra mucho, según aseguran quienes lo conocen bien.
Se ve fastidiado por no recibir nada por la jugosa entrevista que tardará en repetirse pese a sus inesperados y casi insostenibles ataques descalificadores como eso tan demoledor de «Agustín Pantoja es anodino, amorfo y amargado». Una rotunda afirmación que no comparto. Algo tiene que decir para salir relativamente airoso. Pero lo cierto, y para él lamentable, es que ya no tiene credibilidad. Hablar gratis para una televisión es la mejor evidencia de cuánto ha perdido, a ver a qué se agarra ahora.
Lo tiene muy negro y le costará remontar, ya no digamos volver a ser el de siempre y cobrar lo nunca visto por ser noticia y añorar su potente época marbellí, cuando cubría de caros y desproporcionados joyones a Maite Zaldívar. Todo un alarde cutre y hortera que incluso asombraba en ciudad tan reluciente y curada de espantos y excesos.
Debo reconocer que creaba una imagen irreal y pintoresca de España. Algo único, muy singular y diferente. Eran otros tiempos, que tanto añoro por lo que tenían de verbena, carnaval y atractivo festero. Siempre había sorpresas, algo singular, nuevo y diferente que nos animaba y distraía. Parecía una verbena perenne con todos dispuestos y lanzados a la gresca festiva, sin autocrítica ni censura. Vivíamos vitalmente desinhibidos.
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