Que lo encargara construir un rey, Alfonso XIII, marcó el perfil del Hotel Ritz en España. El monarca lo visitó en París y quedó enamorado de sus instalaciones y del servicio, así que encomendó a su dueño que abriera un establecimiento similar en la capital española. De ese modo, Cesar Ritz dio el encargo al mismo arquitecto que levantó el hotel parisino, Charles Frédéric Mewes, pero con la dirección de dos colegas españoles: Luis de Landecho y Lorenzo Gallego. Y en 1910, el monarca que había visto su deseo hecho realidad fue el encargado de encabezar la inauguración de un hotel que acogería a estrellas, políticos y, cómo no, royals. Por eso en 2010, la madrina de la exposición de fotos con la que celebraron el centenario fue la bisnieta del promotor: la infanta Elena.
El Ritz ha sido, por ejemplo, el lugar en el que se alojaba Carolina de Mónaco cuando aún viajaba con todos sus hijos y su entonces marido, Ernesto de Hannover rumbo a España. Su estancia casi siempre era de paso, pues el destino de la primogénita de Grace Kelly y Rainiero era la finca de Las Golondrinas, en Cáceres, donde iba toda la familia de caza y volvían con botines de hasta 200 perdices. Así lo cuentan las crónicas del momento, que insisten en las muchas medidas que tomaba la familia para no ser "cazada" por los fotógrafos: viajar por separado, desinformar de las fechas y cómo no, contar con la ayuda del eficiente personal del Hotel Ritz.
Antes, muchos años antes, casi tantos como tiene Carolina sus padres celebraron en una de sus suites parte de su viaje de boda. En esa misma habitación durmió el hoy príncipe soberano de Mónaco, Alberto, a quien el hotel tuvo el detalle de ofrecérsela en recuerdo de sus progenitores.
Otra de las visitantes que más expectación causó fue Diana de Gales. La princesa acudió con su marido a apoyar la moda británica en 1987. Ella y su marido, el príncipe Carlos de Inglaterra, ni siquiera se alojaron en sus habitaciones, pero no hizo falta para que a las puertas del establecimiento, ubicado en la Plaza de la Lealtad,se formara una cola que reunía lo más granado de la alta sociedad. Allí estuvieron, esperando su turno para entrar en el desfile y ver a Diana de cerca Pitita Ridruejo, Tessa de Baviera y por supuesto, Isabel Preysler.
Pero sin duda, la ocasión en la que se acumularon más royals por metro cuadrado en el establecimiento que hoy reabre sus puertas fue con ocasión de la boda de los entonces príncipes Felipe y Letizia. Aquel mes de mayo de 2004 hasta 24 delegaciones oficiales se juntaron en las habitaciones y los salones del Ritz.
Las familiares reales de Noruega, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Marruecos y Japón fueron algunas de esas familias que adornaron con tiaras, galones y uniformes las estancias del hotel que un día también tuvo entre sus huéspedes al emperador Haile Selassie, uno de los clientes (royal o no) más difíciles de contentar, según se recuerda en una casa que siempre destacó por saber adelantarse a lo que sus huéspedes necesitaban.
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