A comienzos de los años 2000 la experta en moda inglesa Susannah Constantine se hizo famosa a nivel internacional como presentadora de ¡No te lo pongas!, un reality show en el que una pareja de estilistas enseñaba al concursante de turno a vestir de manera adecuada. Para entonces, no obstante, Constantine ya era un rostro muy conocido en los tabloides británicos por el noviazgo que mantuvo en los años ochenta con David Armstrong-Jones, hijo de la princesa Margarita y sobrino de la reina Isabel II. La presentadora alternaba con la familia real británica en acontecimientos como la boda de Amanda Knatchbull, nieta de lord Mountbatten, y precisamente durante una de las veladas que compartió con los parientes de su novio sufrió un percance muy similar a los que hoy comenta en My Wardrobe Malfunction, el podcast sobre errores de estilismo que presenta desde 2020.
El incidente ocurrió en el castillo de Windsor durante una cena con la familia real. “Estaba sentada entre el príncipe Felipe y creo que el príncipe Eduardo, con un vestido precioso que me había dado mi padre”, contaba ayer Susannah Constantine en un programa de radio de la cadena BBC. De pronto, mientras tomaban el primer plato, la presentadora vio que el consorte de la reina Isabel II se giraba hacia ella y fijaba su mirada en una parte muy concreta de su anatomía: sus pechos. “Pensé: ‘¿qué demonios está haciendo?’. Y entonces me di cuenta de que los tirantes de mi vestido se habían roto y mis senos habían quedado a la vista de todo el comedor. Luego vino un mayordomo con un alfiler y recuperé mi recato”, recordaba ayer Constantine.
Hace algunos un meses, la presentadora contó esta misma anécdota en su blog, donde detallaba que el vestido era uno de seda blanca de Valentino, cortado al bies y con tirantes espagueti.
Según explicó entonces, fue Felipe de Edimburgo quien alertó al mayordomo haciéndole una señal. “Rápido como un relámpago, el príncipe Felipe alzó su mano y apareció un mayordomo con dos alfileres en una bandeja de plata. No comprendo cómo fue tan rápido. ¿Es que había presenciado incidentes similares con anterioridad? Silenciosa y eficientemente, arregló los tirantes de mi vestido y aún hoy no se si alguien más se dio cuenta, porque nadie dijo ni una palabra. […] La experiencia hubiera sido bastante embarazosa de por sí en una cena cualquiera, pero el hecho de que estuviera cenando con los miembros veteranos de la familia real lo convierte en el fallo de vestuario definitivo. A la gente le divierte mucho esta anécdota, pero yo aún me estremezco al recordarla”.
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