Cinco semanas y un día ha estado Lydia Lozano sin pisar el plató de ‘Sálvame’. Antes de que se decretara el estado de alarma, comenzaba a tener unos síntomas que hacían sospechar que pudiera estar contagiada.A pesar de que la levedad de los mismos llevó a priorizar otros casos y que no se le hiciera la prueba, por precaución, ha permanecido aislada todo este tiempo.
Ayer, regresaba. Y fiel a su carácter, pasaba de la lágrima a la emoción sin contención en cuestión de segundos. Lydia, de quien todos sabemos que vive el trabajo con una intensidad pocas veces vistas (ella misma lo reconocía hace un par de semanas en esta entrevista con la revista ‘Hoy Corazón’), no decepcionó en esa vuelta delante de las cámaras. Más allá de las videollamadas a las que se ha prestado, como otros compañeros suyos, durante este tiempo.
«Me dieron el alta, tuve una gripe ‘superheavy’, no era coronavirus. Me he hecho la prueba. Todos los compañeros me han apoyado para que vaya y mañana estoy allí«, explicaba a Jorge Javier Vázquez en la tarde del martes en una de esas conexiones desde su casa. Parece que no fue Covid-19. Y que ya está en plena forma para hacer las delicias de la audiencia.
Lozano hizo una entrada a la altura: con mascarilla y guantes. Una manera muy gráfica de instruir a ese público millonario que sigue con devoción, cada tarde, lo que sucede en el plató de Fuencarral. Y empezó el espectáculo, la montaña rusa de emociones. Pero eso es algo que es intrínseco a Lydia.
A la colaboradora le ha costado mucho dar el paso de personarse de nuevo en el edificio de Mediaset. Tremendamente aprensiva, se ha pensando muy mucho el salir de su casa y meterse en ese plató que, desde que comenzó la alerta, ha cumplido de manera escrupulosa con las medidas de prevención. Pero se debe al público y, a pesar de la pandemia, el espectáculo debe continuar. También el de Lydia Lozano.
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