La familia de Mónaco ha demostrado siempre su pasión por el mar. Saliendo de uno de los puertos más lujosos de Europa, no es difícil encontrarse a los Grimaldi a bordo de uno de sus barcos favoritos: el Pachá III. Este selecto yate con más de 80 años de historia y 36 metros de eslora no es el más ostentoso del Principado pero sí el más especial para su propietaria, Carolina de Mónaco.
Corría el año 1990 cuando la princesa monegasca y su marido, el apuesto empresario italiano Stefano Casiraghi, adquirieron este yate. Carolina lo descubrió por casualidad en el Puerto de Mónaco. Lo bautizaron Pacha III en honor a sus tres hijos, uniendo las iniciales de los pequeños: Pierre, Andrea y Charlotte, un gesto típico entre los propietarios de embarcaciones. Rainiero III había tenido un barco similar al que había llamado Albercaro, por sus hijos Alberto y Carolina. Siguiendo esta tradición, el príncipe soberano tuvo otras naves a las que llamó Carostefal (por sus hijos Carolina, Estefanía y Alberto) y Stalca (de nuevo, por sus hijas Estefanía y Carolina).
Antes de que el Pacha III llegara a las manos de la familia de Mónaco, ya había navegado otros mares. Fue construido en 1936 por el astillero británico Camper & Nicholson en Southampton (Inglaterra). Su primer dueño fue Walter Crooke, un veterano de la Segunda Guerra Mundial amante de los viajes en barco. Mandó a construir una nave segura, lujosa y cómoda, para pasear por el Canal de la Mancha y el Atlántico. El barco se construyó en menos de seis meses y recibió el nombre de Arlette II. Poco pudo disfrutarlo el señor Crooke, ya que en 1940 se lo apropió la Royal Navy para proteger el puerto militar durante la batalla de Dunkerque.
Tras el conflicto, el barco pasó airoso a manos de Richard R. Dutton-Forshaw, distribuidor de coches de lujo de las firmas Bentley y Rolls-Royce, con el nombre Cardigrae V. En los años cincuenta, el empresario Louis Renault, fundador de la empresa automovilística Renault, le compró el yate y lo renombró como Briseis. En 1967, se lo vendió al pintor francés Bernard Buffet quien lo amarró en Saint-Tropez, a tan solo unas horas de su destino final, Mónaco.
A pesar de la norma no escrita por los marineros que dice que no hay que cambiarle el nombre a un barco pues trae mal fario, la princesa Carolina y su esposo lo compraron y le dieron su actual y cuarto título: Pachá III. Los supersticiosos dirán que el accidente que terminaría con la vida de Stefano meses después de adquirir el yate tendría relación con haberse saltado esta ley. Otros, que sólo era una confirmación más de ‘la maldición de los Grimaldi’. Un fatídico 3 de octubre de 1990, Stefano Casiraghi defendía su título de campeón mundial de offshore clase I, la Formula 1 de las aguas, al mando de la lancha Pinot de Pinot frente a la costa de Cap Ferrat. Aunque la mar estaba en calma, topó a más de 150 kilómetros por hora contra una pequeña ola. La Pinot de Pinot volcó a consecuencia de la colisión y el italiano quedó atrapado dentro. No pudieron salvarlo.
A pesar de este terrible suceso, Carolina decidió restaurar y embellecer la que había sido su última nave juntos. Invirtió 600 millones de las antiguas pesetas (unos 3 millones de euros). La modernizó añadiendo aire acondicionado, máquinas de agua, calefacción y agua caliente y dos baños. La royal pidió que se respetase el diseño vintage de la cubierta. Su casco azul se pintó de nuevo y la madera de roble fue cuidadosamente barnizada.
La cubierta de popa se convirtió en un salón veraniego. Al entrar al barco por una robusta puerta batiente, se accede a un alegre salón. El suelo está moquetado con una alfombra infinita de rayas Bayadere, coronada con cuatro sillones de media luna verde con cojines de algodón –diseñados por el artista Keith Harring–, unos sofás de rayas y una mesa redonda de caoba. La sala se ilumina a través de ocho ventanas arqueadas con cortinas sujetas por nudos marineros. En la planta inferior se encuentran un comedor, cuatro camarotes destinados a la familia real, una suite principal, una cocina, una sala polivalente, la cabina de tripulación y otros camarones con espacio para los cuatro miembros de la tripulación más un chef y un mayordomo.
Actualmente, el clan Grimaldi usa el yate para viajar por el Mediterráneo. Sobre todo, los hijos de Carolina con sus nietos. En 2014, Andrea Casiraghi y Tatiana Santodomingo fueron noticia al ser ‘pillados’ por los paparazzi disfrutando de sus vacaciones familiares en el reformado yate. También se ha unido a esta aventura naviera la princesa de Hannover, Alexandra, hija del tercer matrimonio de Carolina de Mónaco con el príncipe Ernesto Augusto de Hannover. Este verano salía con su novio Ben a navegar por el cálido Mediterráneo.
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