La forma que tenía Isabel II para protegerse cuando el príncipe Carlos se ponía enfermo de pequeño

Ahora que el príncipe Carlos está enfermo de coronavirus, una de las principales preocupaciones ha sido saber si su estado podrá afectar a su madre, la reina de Inglaterra, que a sus 93 años está en el grupo de riesgo. Pero calma: fuentes cercanas a los príncipes y Clarence House estiman que Carlos se convirtió en persona contagiosa después de ver a la reina por última vez, y que Isabel II no corre peligro por lo que a su hijo respecta. Y no sólo eso: Isabel II tiene una manera muy particular, desde hace muchas décadas, de lidiar con las enfermedades de su hijo.

Es, al menos, lo que contaba Lady Anne Glenconner en sus memorias, Mis extraordinarios años a la sombra de la Corona. Glenconner fue dama de compañía durante años de la fallecida princesa Margarita, hermana de la reina y tía de Carlos e, incluso desde antes, testigo privilegiado de las costumbres familiares. Entre ellas, la aparentemente cruel práctica de la reina de mandar lejos a su primogénito para no enfermar ella cada vez que este atravesaba alguna de las enfermedades infantiles más comunes, como la varicela.

“Cuando estaba en la posadolescencia, Carlos era como mi hermano pequeño, y pasaba semanas con nosotros en Holkham [Hall, la mansión señorial de los barones de Glenconner en Norfolk, acompañada de una extensísima finca]. (…) Nos lo enviaban cada vez que tenía alguna enfermedad infantil contagiosa, como la varicela". Isabel II tenía un buen motivo para ello: "Porque la reina, como nunca había ido al colegio, no había sido expuesta" a esas enfermedades. Carlos corría el riesgo de pegarle a una mujer adulta enfermedades potencialmente letales.

De hecho, Glennconner contaba que las visitas, que se prolongaban durante varias semanas, más de lo que la cuarentena de cada una de sus enfermedades y convalecencias requiriese, eran muy del agrado del heredero. Incluso fueron el origen de una de las grandes pasiones de Carlos: "Cuando ya fue un poco más mayor, mi madre le dejaba conducir el Jaguar por la finca". Una marca de automóviles por la que el príncipe de Gales siempre ha tenido debilidad. Y que le llevaba a, cuando volvía a estar con su madre, escribir largas cartas de agradecimiento a los Glenconner.

Esta práctica familiar también revela otro detalle sobre cómo puede estar llevando la reina el confinamiento: con la experiencia que da llevar resguardándose de las enfermedades que lleva practicando al menos 60 años.

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