A finales de la década de los 80, sus caminos se juntaron. Hacía poco más de un año que Kelly Preston (que nos ha dejado este domingo) había puesto punto y final a su matrimonio con Kevin Gage, cuando se cruzó en su camino otro actor: John Travolta. Él era ya una estrella más que consagrada, con ‘Fiebre del sábado noche’ y ‘Grease’, dos de sus éxitos más rotundos, ya adornando su filmografía. Y surgió el amor… en el set de rodaje. En de ‘Los expertos’.
Compañeros de trabajo entre los que surgió la chispa y, en 1991, apenas año y medio de darse una oportunidad como pareja, se daban el ‘sí, quiero’. Lo que Hollywood no se esperaba es que fuesen a convertirse en uno de los matrimonios más sólidos. De esos que se consideraban un ‘must’ en todas las alfombras rojas y a quienes se echaba de menos cuando no asistían a una cita señalada.
Kelly nació en Hawái, y cuando tan solo tenía tres años, su padre, que trabajaba para una empresa agrícola, murió ahogado. Así que fue criada por su madre, Linda, administradora de un centro de salud mental, y el segundo marido de esta, Peter Palzis, compañero de trabajo y quien, con los años, acabó por adoptar de manera legal a Preston. Un amor el de su madre, que hizo que el drama de crecer sin su padre biológico se viera mitigado.
Y que llevó a que vivieran en Irak y Australia antes de que ella hiciera las maletas, rumbo a California, para cursar estudios de teatro en la Universidad del Sur de California. Sí, el primer flechazo de su vida fue la interpretación. Durante su vida, Preston, además de ser la ‘mujer de’, ha dado vida a más de 70 personajes en el cine y la televisión que hoy quedan como legado de la impronta dejada en su profesión.
Indestructibles ante la polémica
Pero más allá de su vida delante de las cámaras (con ‘Jerry Maguire’ como principal título en su currículum), Kelly ha protagonizado titulares en la prensa por una tragedia y una polémica relacionadas con su vida personal. En el primero de los casos, nos referimos a la muerte de su hijo Jett cuando tenía tan solo 16 años. Enfermo crónico, sufrió unas convulsiones, que eran frecuentes en él, y que terminaron con el trágico desenlace.
Un suceso que llevó a que ambos se situasen en el ojo del huracán, puesto que apareció un documento falsificado en el que se aseguraba que no habían querido llevar al joven ante los especialistas pertinentes que le hubiesen salvado la vida, señalando con el dedo a la Cienciología, esa creencia que tantas veces se ha puesto en tela de juicio y que les costó, tanto a Travolta como a Preston, ser carne de revuelo en más de una ocasión.
En relación a lo segundo, solo hay que tirar de memoria para encontrarse con esas informaciones, recurrentes, que apuntaban a las infidelidades de corte homosexual de John hacia ella (la más sonada, con un masajista que tuvo que rendir cuentas ante la Justicia). Unas noticias ante las que siempre dio la cara por su marido, creyéndose su versión. Al menos, ante la opinión pública: si hubo o no trapos sucios que lavar de puertas para dentro de su casa, quedó para ellos. Y eso, en buena parte, fue lo que permitió que fueran el matrimonio sólido que han demostrado ser en las últimas tres décadas.
Sí, la carrera de su marido tuvo, quizás, más brillo. O, si se quiere, sus películas resultaron tener más éxito de taquilla. Pero ella siempre estuvo a su lado. Supo ser la mujer en la sombra de la estrella, sin renunciar a sus destellos. Hoy, el cáncer de mama contra el que luchaba desde hace dos años, apaga esa luz que ha dejado a Travolta, de nuevo destrozado y con el corazón roto en mil pedazos.
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