“Me llamaron y me citaron en un VIPS. Y me enseñaron ese reportaje [fotográfico]. Yo me quedé…. Los ojos se me salían de las órbitas. Esto da miedo hasta verlo. Porque estaba con un gorrito de esos blancos de verano y estaba como a la parrilla. Tanto de espaldas como de frente. Era un cosa brutal”. Quien contaba esta anécdota anoche en El Intermedio era Miguel Ángel Gordillo, subdirector y jefe de compras de Interviú, y aquel señor que “daba miedo ver” era el mismísimo rey Juan Carlos, desnudo, tomando el sol en la cubierta del Fortuna.
La agencia española había contactado con Interviú para ofrecerles la exclusiva a nivel mundial. “Eran listos vendiendo. Ya no hacía falta venderlo por ningún otro sitio”. El periodista, consciente de que aquel material era una bomba, llamó a Antonio Asensio, fundador y presidente del grupo Zeta. “Me dijo: ‘no quiero ni verlo’. Porque sabía que se iba a comprometer a pagar un montón de millones para no publicarlo”.
Pero esas fotos no se quedaron en un cajón. En 1995 la revista italiana Novella 2000 no tuvo tantos escrúpulos y decidió publicar las fotos bajo el titular: “El rey desnudo”. Y continuaba con los subtítulos: "Olé: he aquí a su Alteza Real" y "Un gran pedazo de hombre", según contaba la periodista Karmentxu Marín en El País. En una de las instantáneas aparecía efectivamente nuestro monarca desnudo, cubierto por el gorrito que describía Gordillo, notablemente moreno y tumbado sobre unas colchonetas azules en la parte trasera del Fortuna, mientras navegaba plácidamente por el Mediterráneo. En otra se veía al jefe del Estado tumbado panza arriba, con los brazos en cruz, dormitando plácidamente en la privacidad del puente de su yate, expuesto a los disparos que, al parecer, se hicieron desde un helicóptero.
Aunque la publicación –y las fotos– nunca llegaron a verse en España, sí llegó la noticia, que provocó las pertinentes reacciones. Cuando Iñaki Gabilondo preguntó a Felipe González por el tema durante una entrevista en la cadena SER, el entonces presidente del Gobierno criticó seriamente este tipo de periodismo que consideró una intromisión intolerable en la vida privada de las personas. Las críticas eran unánimes, pero también la curiosidad que suscitó el origen de las intantáneas. ¿Quién o cómo se habían realizado esas fotografías?
Según un artículo publicado aquel año en El País , las fotos no eran tan recientes como pretendía la publicación italiana, sino que se habría encargado cuatro años antes por el entonces todopoderoso empresario Javier de la Rosa. El administrador en España del grupo KIO –quien se apropió de 500 millones de dólares y desató el caso KIO, aunque esa es otra historia–, estaba entonces en la cresta de la ola. Y se jactaba de su capacidad de control sobre cualquier información que afectara a los personajes más influyentes del país.
Durante el verano de 1991, y según el citado artículo, De la Rosa se puso en contacto con algún personaje próximo a la Casa Real para hacer llegar un mensaje de la existencia de aquellas instantáneas. El empresario se ofreció a neutralizar su publicación, aunque ello implicaría el pago de una importante cantidad de dinero. El propio Miguel Ángel Gordillo confirmó entonces en una entrevista a la cadena SER, que esas fotografías se las habían ofrecido hacía ya tres años y que la oferta que se volvió a repetir tan solo 48 horas antes de que la publicación viera la luz.
La versión que se contó en El País es radicalmente opuesta a la que Alfredo Fraile describió en sus memorias, Secretos confesables, publicadas en 2014. En aquellos años, el exmanager de Julio Iglesias se había convertido en la mano derecha de De la Rosa, y conocía de primera mano las cloacas del poder. A principios de los noventa, se libraba una dura batalla entre Mario Conde, Javier de la Rosa y los Albertos por el asalto del Banco Central, que tras fusionarse con el Hispano se convirtió en el banco privado más grande de España. Entonces, como bien explica Fraile en su libro, "hubo dardos envenenados, navajazos por la espalda y dosieres viajando de un lado para otro con el claro empeño de influir de mala manera, a la prensa se la utilizó para doblegar las voluntades".
En medio de esa guerra sucia, Fraile recibió una llamada de la agencia que tenía las famosas fotos del rey. Resultó ser la misma que meses antes había cazado a Marta Chávarri y Alberto Cortina juntos, y cuyas instantáneas se habían publicado en ¡Hola! provocando uno de los mayores escándalos de la época, y el fin del matrimonio entre el empresario y Alicia Koplowitz, que se divorciaron en 1990.
Según cuenta Fraile en su libro, cuando la agencia le dejó una copia de las fotos se puso en contacto con Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa del Rey. "Le enseñé las imágenes en espera de que me dijeran qué debía hacer y recibí una respuesta muy clara de Zarzuela: que no diéramos ni un duro por las fotos. Que si querían publicarlas, que las publicaran, pero el monarca no aceptaba ningún tipo de chantaje". Y continúa: "Me buscaron a mí porque pensaban que el grupo KIO podía pagar un millón de dólares y hacerle al rey el regalo de quitarlas del medio. ¿Quién, si no, había en España capaz de pagar ese dineral? Se lo conté a Javier [de la Rosa], pero ante la negativa de la Zarzuela a entrar en el juego, paramos la operación. Así que devolví las fotos y finalmente se publicaron en una revista italiana. Fueron muy comentadas, pero no provocaron el escándalo que habrían causado si hubieran salido en España". Hoy, 25 años después, las famosas instantáneas siguen generando debate e interés.
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