Hubertus de Hohenlohe: el príncipe que intentó ser cantante, presentador y esquiador olímpico… y ha acabado como el único heredero de la jet set de Alfonso de Hohenlohe

En 2010 Hubertus de Hohenlohe representó a México en los Juegos Olímpicos de invierno de Vancouver… simplemente porquenació allí. En aquel momento ya había cumplido 51 años y era su cuarta intentona olímpica. En 2014 repitió su afán competitivo en Sochi, esta vez, superándose a sí mismo llevando un mono de esquí con estampado mariachi. Deslizarse a los 54 años por las pistas de esquí olímpicas embutido en un mono con calaveras para quedar el 78 en el ranking mundial es una rareza más en la vida de este aristócrata hijo de príncipes (nada más y nada menos que de Ira Von Fürstenberg y Alfonso de Hohenlohe) y por cuyas venas corre sangre alemana y austriaca pero atemperada por el sol marbellí y un vasto anecdotario vital. Siendo el descendiente directo de los creadores de la jet set marbellí gracias a la fundación del Marbella Club, no es extraño que su vida cuente con alguna de las anécdotas más jugosas de la aristocracia patria. ¿Preparados?

Una infancia atípica rodeado de la jet set… pero sin su madre

Hubertus de Hohenlohe nació, efectivamente, en México, el lugar donde su padre trabajaba en aquel momento, pero sus recuerdos más entrañables los tiene de Málaga, concretamente de Marbella. La convivencia del niño que fue con un lugar como el Marbella Club en pleno apogeo dió de sí una buena cantidad de anécdotas. Como cuando los cánticos de María Callas no le dejaban pegar ojo o cuando se colaba en las habitaciones de huéspedes ilustres a cotillear (¿quizá Liza Minelli o Elizabeth Taylor?)

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Pero como ni siendo de la mejor casta te libras del drama la relación con su madre, Ira Von Fürstenberg ha sido siempre la espina clavada de este anecdotario. Cuando su madre se fugó con el playboy brasileño Francisco Pignatari que se convertiría en su segundo marido se llevó a sus hijos consigo. La condición del padre de Hubertus para conceder el divorcio a su madre fue clara: quedarse con los niños. Hubertus no volvió a verla hasta que finalmente ella también se divorció de su segundo marido tres años más tarde.

Cuando el príncipe europeo decidió convertirse en estrella del rock (y de la fotografía, y de la televisión…)

Sabemos que Ernesto de Hannover hizo sus pinitos en una banda de rock y que Estefanía de Mónaco también intentó susurrarnos algo al oído allá por 1986, pero la lista de royals melódicos no estaría completa sin la aportación de Hubertus de Hohenlohe y su grupo Polarid P.

Por si alguien lo dudaba Hubertus de Hohenlohe aclara que la P corresponde a Prince, o sea, a él mismo, que no en balde es alteza real incluso para la familia real británica. Tuvo un par de “éxitos mundiales” con canciones como Higher than mars. Su padre consideraba que lo de ponerse a cantar y grabar discos era una horterada, pero a su primogénito le dio igual: grabó ocho discos.

No fue la única incursión cultural que quizá su padre no hubiera bendecido. Educado en internados austriacos, en el país centro europeo Hubertus es sobre todo conocido como presentador televisivo. Efectivamente, el príncipe al que hasta Andy Warhol describió como “un encanto de niño con el acento justo” también ha hecho sus pinitos con programa propio recorriendo el mundo y conociendo gente para que le vean sus compatriotas austriacos.

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Pero su faceta más mimada y aplaudida es la de fotógrafo y promotor del legado familiar. “Mis fotos son mini documentales de mi vida”, asegura en su página web en la que exhibe una obra colorida que ha sido exhibida en galerías de todo el mundo. Quizá su amor por el arte le venga de su madre, con la que por fin ha hecho las paces y que también disfruta creando sus propios objetos artísticos. De lo que estamos seguros es que su papel como resucitador de algo del encanto de las antiguas noches del Marbella Club le viene de su padre.

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