Desde la licra a los colores vibrantes, pasando por los estampados más llamativos, las prendas de cuero, las lentejuelas, los cuadros y el pelo shaggy… Freddie Mercury no era solo un músico inigualable con talento para tocar, cantar y componer. También era un creador nato de tendencias, un transgresor capaz de inspirar con su sola presencia y de dejar una huella indeleble en el mundo artístico. Fallecido el 21 de noviembre de 1991, a los 45 años, sus canciones, banda sonora de la vida de tantas personas, y su estilo son su mejor legado.
Si en 2018 la película Bohemian Rhapsody, que documenta su singular vida y trayectoria, puso en primer plano su figura, la vuelta del musical We will rock you 20 años después de su estreno vuelve a traer a la actualidad la vida de Mercury, ese niño de ascendencia parsi nacido en la isla de Zanzíbar cuyo talento musical fue descubierto por el director del internado en el que pasó parte de su infancia.
Su llegada a Londres tras la revolución de Zanzibar marcó su vida. No solo le dio la oportunidad de entrar en la Escuela de Arte Ealing y de trabajar en una tienda de moda despertando su interés por el mundo fashion, sino que también le brindó un panorama musical en el que estaba destinado a brillar con su voz única y su personalidad arrolladora.
Apasionado de la moda, la convirtió en bandera de libertad y rompió con las normas de género décadas antes de que el mundo de la moda apostara por ello. A finales de los 60 y durante las décadas de los 70 y 80 y él no dudaba en pintarse las uñas de negro, usar medias de licra, vestir un mono de rombos o una chaqueta de cuero amarilla y hacer del rosa un color recurrente en su armario. «Yo me veo a mí mismo como un hombre de extremos. Creo que cada persona está hecha de muchos ingredientes. Tengo un lado muy blando y un lado muy duro», dijo en una entrevista.
Cada uno de sus shows con Queen eran más que un concierto de música, eran la mejor prueba de su talento, una oportunidad constante para apreciar sus dotes teatrales, su capacidad para crear un código estético capaz de perdurar en el tiempo y de inspirar a las grandes firmas de moda, de Gucci a Balmain. La mejor prueba de que su originalidad sigue siendo indiscutible casi 30 años después de su muerte.
Su apuesta por el color y la artesanía fue una de las claves de su armario durante toda su trayectoria.
¿Quién no la incluiría en su armario para este verano? Su capacidad para crear tendencias era innata.
Mercury no solo destacó por su atrevimiento estilístico, también marcó la pauta en cuestiones beauty. Su pelo shaggy, una melena con capas y volumen en la parte superior, triunfó en los 70.
Los estampados atrevidos y las siluetas ajustadas fueron dos de las máximas de su estilo.
Él las llevó con el glamour que le caracterizaba.
Con un mono de lentejuelas Mercury triunfó en Nueva York en 1977.
La prenda favorita para los looks de invitada con la que él ya posaba en los 70.
La manicura en color negro fue una de sus señas de identidad en los primeros años de su carrera musical.
Una de las constantes en su estilo fue el gusto por las prendas ajustadas de licra, ya fuera en forma de mono o de mallas.
Uno de los símbolos de identidad de su llamativo estilo.
¿Camiseta de rayas con chaqueta negra con estrellas doradas? Él, si quería, podía.
Uno de sus looks icónicos, en 1977 en California. Un kimono de inspiración oriental que hubiera enamorado a la mismísima Cayetana de Alba.
En su gira de 1980, este look permanece en el recuerdo: pantalón de cuero rojo, torso desnudo con corbata a juego, muñequera y toalla al cuello.
Desde su camiseta de vermú Cinzano a la de Mickey Mouse, Mercury no dudaba en lucir los iconos de la época.
De la cazadora perfecto a los pantalones, el cuerpo era un tejido omnipresente en su armario.
Esta torera multicolor es el mejor ejemplo del detalle con el que cuidaba la ropa que lucía en cada show.
A comienzos de 1980 Freddie Mercury sorprendió con un cambio radical que incluía el bigote como seña de identidad. No fue del agrado de todos sus fans (que incluso le tiraban cuchillas en los conciertos para que se lo afeitara) pero a él le importaba bastante poco. De hecho, son muchas las teorías que afirman que dejó crecer su bigote para disimular una dentadura que no era de su agrado.
Las hombreras arquitectónicas también fueron seña de identidad del músico en la década de los 80 y una inspiración constante para el mundo de la moda.
Otra de las combinaciones favoritas de Freddie para sus conciertos y para el día a día.
¿Quién más, además de la reina Isabel II, podía llevar en el Londres de los 80 la corona y la capa de armiño con tanto estilo? Solo Mercury, que terminaba cada concierto de su gira Magical Tour con la canción God Save the Queen y este inolvidable estilismo.
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