Para Rocío Flores ‘Supervivientes 2020’ era mucho más que una aventura. Era la posibilidad de que conociéramos, en profundidad y en las condiciones que marca la vida en una isla, a la hija de Antonio David Flores y Rocío Carrasco (la llamada que no llegó a hacerle a su hija). Sabíamos que, al final, acabaría hablando de su madre, que era lo que más interés despertaba. Así ha sido.
La joven, sin mucha más experiencia ante las cámaras que la defensa que meses atrás hizo de su padre en el plató de ‘GH VIP 7’, se ha desenvuelto con soltura, ha evidenciado un cambio como personaje y, además, ha conseguido un más que meritorio tercer puesto en una edición del ‘reality’ que pasará a la historia por haberse tenido que sobreponer a la pandemia y por ser el más largo que se recuerde.
Una vez finalizado, Rocío manifestó el gran miedo que le ronda la cabeza. Lo que le preocupa de esta vuelta a la llamada nueva normalidad que, para ella, además, será una nueva realidad por todo lo que se ha desahogado en Honduras, con mensajes a la desesperada en busca de una reconciliación con su madre que esta última no parece estar muy por la labor de desfavorecer. Al menos, de eso hablan sus silencios.
Tenía que creer en mí un poco más, estoy muy agradecida»
«Tenía que creer en mí un poco más, estoy muy agradecida y me voy muy enriquecida», decía entre lágrimas nada más saber que se quedaba a un paso de acariciar ese premio. Y era entonces cuando expresaba en voz alta ese temor al que va a tener que mirar cara a cara a partir de ahora: «Me da miedo enfrentarme a la realidad«.
«Somos personas que estamos muy expuestas, mi familia es polémica, siempre he sido yo…«, proseguía sin poder contener el llanto y antes de que Jorge Javier le preguntara qué le gustaría que pasara ahora: «Ya lo sabes… no lo voy a decir«. Lo sabe el presentador y lo sabemos todos. Ahora solo cabe esperar que su madre, además de saberlo, de el paso al frente que esta espera.
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