Cuando la televisión llama a la puerta de los famosos, la oferta suele ser una de las siguientes: concursar en un reality o concursar en un talent. No hay ni que decirlo: el primero es un formato que, además de estar totalmente devaluado para la crítica televisiva, suele colocar a las celebrities en una posición incómoda: el escrutinio constante de la cámara puede revelar aspectos de la personalidad o el carácter que nadie desea ver expuestos. Muy pocos personajes populares, con una carrera estable al menos, se atreven ya con los realities de Telecinco: hay que tener mucho dominio de sí para salir airoso de ese trance, aunque se ha comprobado que si vas mentalizado para actuar 24 horas y tienes claro tu papel, el rendimiento tanto económico como de popularidad es enorme (véanse los casos de Isabel Pantoja o Rocío Flores Carrasco ). Tan mala fama tienen los realities, que los talent como Masterchef Celebrity a su lado parecen fáciles. Y para nada.
Los fans de Masterchef Celebrity saben que el programa ha ido perfeccionando una serie de narrativas-patrón que le permiten darle un interés añadido al programa: su fenomenal audiencia no se explica únicamente en el morbo que producen los veredictos de los jueces. Una de ellas es el duelo de egos entre algún concursante (habitualmente masculino) y Jordi Cruz, que suele terminar con el disciplinamiento del aspirante a cocinero y su genuflexión ante el chef (en esta edición, ya hemos tenido un aperitivo con Jesús Castro).
Suelen subrayarse también las personalidades díscolas (recordemos a Vicky Martín Berrocal) o políticamente incorrectas (ahí están las visitas al cuarto de baño de Juanjo Ballesta, en pleno cocinado). Se incide en los coqueteos con alguno de los jueces, aunque este es un recurso que ya aparece manido. Los que sí resultan imprescindibles son los humoristas que, al final, ya no se lo toman tan a broma y compiten como leones (Santiago Segura, Boris Izaguirre, Anabel Alonso…). Este año, Florentino Fernández y La Terremoto auguran mucha risa y, probablemente, un striptease emocional en el que veremos grandes corazones.
Una cosa está clara: a la hora del montaje de Masterchef Celebrity, son las personalidades más llamativas y excesivas las que se llevan el gato al agua de la atención. Lo explica muy claramente Melanie Olivares, concursante en la presente edición: “Tú ruedas tres días 14 horas y luego ellos montan lo que creen que tienen que montar. Yo te puedo asegurar que he tenido unas risas infinitas con La Terremoto, con David Fernández… Ha habido momentos muy divertidos, pero ellos montan lo que quieren mostrar”.
Exacto: lo que vemos siempre es lo más morboso o sentimental: dada la acumulación de caracteres fuertes que suele convivir en cada casting, es fácil que las personas más equilibradas queden eclipsadas. Y, por pura lógica, son los desequilibrios de los famosos más extrovertidos los que quedan al desnudo, subrayados, destacados, descontextualizados y servidos al espectador como una síntesis que definirá a los personajes para los restos. O, al menos, durante una buena temporada.
En el primer programa de la presente edición de Masterchef Celebrity ya hemos visto tres resbalones sobresalientes que han desnudado absolutamente a tres famosos que llevan dentro un personaje grandioso. La primera en experimentar en propia carne cómo Masterchef le quitaba el escudo fue la ex diputada Celia Villalobos, quien se presentó casi como una víctima de su propia carrera política a la que el programa le daba la oportunidad de “volver a vivir”. Su emotiva narrativa y su interpretación no resultó del todo creíble, sobre todo, porque la cámara capta absolutamente cuando una emoción no es totalmente genuina. Sus constantes comentarios críticos sobre antiguos compañeros de partido, destacados por el montaje del concurso, terminaron por mostrar un personaje más atormentado de lo que parece.
Otro personaje que parece hecho a medida de Masterchef Celebrity es Josie, el estilista oficial de Cristina Pedroche (también de sus vestidos de Nochevieja). Su personalidad excesiva prometía tantos momentos divertidos, aunque fuera por puro contraste, como los que dio otro experto en elegancia y saber estar, el fantástico Boris Izaguirre. Pero no. Si el venezolano dio una lección sobre la relación entre estilo, inteligencia y seducción, Josie no logró elevarse por encima de cierto esnobismo. Quejarse repetidamente sobre “el olor a fritanga” no resulta elegante, pero mucho menos en un programa de cocina y ante personas a las que les apasiona su profesión. No imaginamos a ninguna persona realmente elegante haciendo notar con sus comentarios ninguna particularidad de este tipo en una situación similar, al contrario. Y si no, que se lo digan a Tamara Falcó.
Ainhoa Arteta también se vio desnudada por la atenta cámara de Masterchef Celebrity, aunque en su caso sí que este desvelamiento de su fortísimo carácter se ajusta mucho a su personaje de diva operística. Ella misma lo confesó al final del programa: casi pierde la compostura cuando Celia Villalobos (y probablemente algún otro compañero) se pusieron a darle órdenes. Su mal genio hizo temblar la cocina y, con la alta tensión que se vive en este talent para famosos, es fácil que vuelva a salir a relucir. La soprano está acostumbrada a dominar, eso está claro, y también a recibir, constantemente halagos. No sabemos muy bien cómo se habrá tomado los comentarios en las redes sobre su manía de cantar constantemente. Las caras de algunos concursantes ya eran un poema cuando se arrancó por enésima vez en el mismo programa. ¿Terminarán pidiéndole que se calle?
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