Septiembre llega siempre cargado de buenos propósitos que vamos abandonando a medida que avanza el calendario. De entre todos ellos, seguir unos hábitos saludables, con todas sus variantes, se alza como la gran autopromesa, pero hay un saboteador que suele imponerse muy a nuestro pesar, y no es la pereza, que también, sino el estrés. En circunstancias normales, este es un mecanismo con el que venimos de serie para ponernos en alerta y defendernos de determinados peligros. Pero cuando la respuesta es excesiva y se produce de forma continuada, algo va mal en nuestro organismo. Y esa sensación, que se manifiesta en forma de ansiedad, nerviosismo y desajustes varios, tiene también consecuencias nefastas en nuestra piel. En momentos de estrés, el cerebro hace que las glándulas suprarrenales secreten cortisol y adrenalina, lo que provoca de manera inmediata cambios en nuestro reloj biológico, según apunta la farmacéutica Mónica Lizondo, que enumera, a continuación, los cuatro daños principales que el estrés descontrolado ocasiona en el cutis.
Las consecuencias:
- Menos regeneración: “El estrés disminuye la síntesis de la hormona del sueño, la melatonina, y merma el periodo que tiene el organismo para recuperarse por la noche. La piel ralentiza también su capacidad de restauración”.
- Mayor vulnerabilidad: “El estrés reduce el flujo sanguíneo, lo que finalmente acaba alterando la capa más superficial, la barrera cutánea. Esta situación hace que la piel se vuelva mucho más sensible”.
- Aparición de grasa y granos: “La secreción de cortisol activa en la piel las glándulas pilosebáceas, que producen sebo en exceso y causan los temidos brotes de acné adulto, que antes podíamos tener controlados”.
- Envejecimiento prematuro: “El estrés genera radicales libres, que son los causantes de la oxidación de las células cutáneas, pero también de la deshidratación, las arrugas y la pérdida de firmeza y elasticidad de nuestra piel”.
El exceso de cortisol provoca en el organismo la activación de las vías de inflamación y la supresión del sistema inmunitario, con lo que las defensas de la piel se reducen y empeoran patologías cutáneas de tipo inflamatorio, como la rosácea, la dermatitis atópica o la psoriasis alopécica.
Así que hay razones más que suficientes para tomarse la vida con calma y acompasar el ritmo a una cadencia más reposada, que se reflejará en un cutis más saludable. Algunos de los síntomas que deben ponerte en alerta son, además de unas ojeras inusuales, arrugas, falta de tonicidad y piel apagada, reseca o reactiva.
Al ataque
La pregunta es si se puede prevenir el estrés en la piel. Y la respuesta es que, puesto que se inicia por la reacción de nuestro cerebro a determinados estímulos, hay que hacer un abordaje en distintos frentes. Lizondo recomienda poner en marcha medidas de higiene mental, entre las que sugiere practicar mindfulness o técnicas de relajación, hacer ejercicio para liberar las hormonas del estrés y mejorar la circulación sanguínea, no mirar pantallas que emiten luz azul después de las 10 de la noche y dormir las suficientes horas para mejorar los procesos de reparación del organismo.
En cuanto a los cuidados de la piel, se impone limpiar el rostro mañana y noche para eliminar las partículas de contaminación, el sebo, la suciedad y los restos de maquillaje. Además, conviene exfoliar la piel una vez a la semana para estimular la renovación y evitar la acumulación de células muertas, que son las que proporcionan el aspecto apagado, y preservar la piel del sol, ya que si está alterada por el estrés y presenta alguna lesión o inflamación puede desencadenarse una pigmentación oscura.
El doctor Leo Cerrud detalla los tratamientos cosméticos más efectivos para hacer frente a las consecuencias del estrés en la piel. “Son fundamentales los sérums con antioxidantes, que combaten los radicales libres, iluminan y difuminan líneas de expresión; las cremas ricas en ácido hialurónico, el activo de mayor poder hidratante; las fórmulas con niacinamida, que tiene el poder de calmar y regenerar; y de noche, retinol y alfahidroxiácidos, encargados de renovar la piel, tratar manchas y mejorar el tono”, apunta. Además, el experto destaca la complementariedad de la cosmética y los protocolos de medicina estética –como bioestimulación con vitaminas, aminoácidos, oligoelementos y péptidos o peelings superficiales o medios– para luchar más eficazmente contra el mal del siglo XXI.
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