Si en los últimos meses has habitado en el planeta Tierra es imposible que no hayas escuchado la palabra retinol. Es un componente de formulación cosmética cuya fama ha ido en aumento -y sigue-. Y es que este elemento de aplicación tópica es uno de los que cuentan con una mayor efectividad probada a la hora de actuar contra signos de la edad como arrugas y líneas de expresión.
Esta fama ha provocado que el componente se incluya en todo tipo de formulaciones, sobre todo cremas hidratantes y sérums y que inunde las conversaciones sobre cosmética, ya sea en redes sociales o en el cara a cara. Y esto, inevitablemente, provoca algunas confusiones y la transmisión de algunos datos erróneos. Hoy queremos ayudar a dibujar una imagen realista y clarificadora del activo, explorando todas sus aristas y posible aplicaciones.
En primer lugar, hay que aclarar una generalización habitual que lleva a malentendidos. No es lo mismo retinol, que retinoides. Los retinoides son los derivados de la vitamina A, hay varios tipos y la diferencia entre ellos radica en la concentración y la potencia de los mismos. El ácido retinoico es el más fuerte y se reserva para tratar el acné y el envejecimiento. Después están el retinaldehído, el retinol y los ésteres de retinol.
Una vez sabido esto, hay que pasar a conocer la manera de introducirse en el uso de los retinoides, ya que no es aconsejable comenzar a usarlo en una alta concentración desde el principio, hay que desarrollar una tolerancia. El detalle de los procesos depende de cada piel y cada profesional puede trazar un itinerario diferente según su experiencia y conocimientos, pero lo importante es saber que se debe aplicar de forma gradual comenzando por bajas concentraciones y observando cómo reacciona la piel. Esto evitará que la dermis reaccione a un compuesto al que no está acostumbrada desarrollando sensibilidad o irritación.
No dejes que todo esto te desanime, ya que aunque puede ser un proceso tedioso, está probado que el uso constante de retinoides es una de las escasas formas de suavizar la textura de la piel y frenar el avance de los signos de la edad, de manera tópica. Además, son capaces de hacer frente a otros problemas, como la opacidad de la dermis o los poros dilatados. Es decir, es un absoluto caballo ganador en términos de cosmética. Entre sus capacidades para lograr todo esto, puede aumentar la apariencia de firmeza al rellenar las líneas de expresión, aumenta la renovación celular y estimula la producción de colágeno y elastina, los encargados de que nuestro rostro se vea hidratado, terso y joven. Por si fuera poco, también trata el tono desigual de la tez atacando la pigmentación e, incluso, está probada su eficacia ante el acné quístico y las imperfecciones.
Efectos secundarios del retinol
Como hemos comentado, no seguir un plan de tolerancia estipulado por un profesional puede tener ciertas consecuencias. Es muy fácil sufrir una sobredosis de retinol, esto ocurre cuando se pone en la piel una concentración del activo superior a la que tu piel puede soportar. Para evitarlo, además de seguir la planificaciones, es conveniente escuchar tu rostro y ver cómo reacciona este ante cada una de las aplicaciones. Si notas alguna reacción, lo aconsejable es parar.
Y, ¿qué ocurre si te pasas con el retinol? La forma en que tu piel te hace saber que has ido demasiado deprisa es manifestando sequedad y aspereza, puede pelarse, sufrir descamaciones, rojeces e irritaciones. Afortunadamente estas indeseadas alteraciones solo durarán un par de semanas mientras la piel se adapta al activo. No obstante, si sufres de rosácea, eczema o psoriasis, lo mejor es evitar este componente, ya que puede ser demasiado concentrado para las condiciones de tu piel.
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