Si hay algo que esté viviendo un éxito sin precedentes en el mundo de la cosmética en este momento esos son los ácidos. Desde el ácido hialurónico, ácido glicólico, azelaico, ácido salicílico, ferúlico, etc., no paramos de oír hablar de los diferentes ácidos que ahora se incluyen en los distintos tratamientos y/o productos para el cuidado de la piel. Y ahora a esta lista hay que sumar uno más: el ácido láctico.
El ácido láctico pertenece a la categoría de los alfahidroxiacidos, es decir, los también conocidos como AHA’s, que serán más o menos potentes dependiendo del tamaño de la molécula, la concentración de estos, el PH de la fórmula final y la combinación. Son exfoliantes, pero actúan también como antioxidantes y estimulan la producción de ácido hialurónico, por lo que son esenciales para la hidratación de la piel.
Estos provienen de plantas y alimentos, en concreto, el láctico de la leche, y es que es el efecto de la leche fermentada en la piel, que, por raro que pueda sonar a priori, tiene grandes beneficios, especialmente para las pieles secas.
Los beneficios del ácido láctico
Entre las ventajas que este ácido tiene para la piel es que está muy indicado para las pieles que tienden a ser secas porque mejora la barrera lipídica de la piel y tiene la capacidad de atraer el agua evitando la pérdida de la hidratación.
No obstante, el ácido láctico también funciona como un potente y eficaz exfoliante, aunque es más suave que otros ácidos como el ácido glicólico, por eso es perfecto para todo tipo de piel. Asimismo, el ácido láctico destaca por ser capaz de mejorar la textura de la piel, combatir las marcas de acné y suavizar las arrugas o las primeras líneas de expresión. En definitiva, es un potente renovador celular.
Además, en este sentido antiedad, es capaz de penetrar en las capas más internas de la piel, estimulando la síntesis de colágeno y elastina. Tiene efecto despigmentante, así que mejora el tono y aumenta el contenido de ceramidas y reduce reduce las manchas del sol.
Cómo incluir el ácido láctico en nuestra rutina de belleza
El ácido láctico se incluye en todo tipo de productos cosméticos, principalmente en cremas y sérums y también en limpiadores gracias a que no se trata de un ácido muy fuerte. Pero también puede usarse como un complemento a nuestros tratamientos de belleza, en estado puro aunque reducido y concentrado, aplicándolo antes o después de las cremas y los sérums.
Si nunca antes has hecho uso de algún ácido –o del ácido láctico en concreto–, para empezar, los expertos recomiendan incluirlo en pequeñas cantidades y de manera progresiva en la rutina tanto diurna como nocturna de belleza. Puedes probar a utilizarlo una o dos veces por semana con tus demás tratamientos y poco a poco ve aumentando la dósis, hasta que tu piel se familiarice con él. En cuestión de semanas, verás como tu piel se verá más tersa, hidratada y renovada.
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