Sus padres se sorprendieron cuando les dijo que quería dedicarse a la interpretación. Jamás pensaron que ese niño que veían jugar a representar funciones deseara hacer de su afición su trabajo. Pero Santiago, desde su etapa en el instituto, tuvo clara su vocación. “Cuando me inscribí en la asignatura de teatro un mundo entero se abrió ante mí”, recuerda este toledano, que tras dos décadas de trayectoria y diez series a sus espaldas, debuta en una diaria, Mercado Central, como el malvado Nacho.
Un villano es un caramelo para un actor. ¿Contento con este papel?
Muchísimo, es un narcisista, obsesionado con controlar a su mujer y a su familia. Se aleja de todo lo que había hecho hasta ahora, no deja de ser un maltratador de guante blanco.
¿Crees que es necesario este tipo de personajes en las ficciones?
En mis primeras escenas en Mercado Central había gente que no lo veía como un mal tipo, y eso asusta. Nunca están de más estos papeles, porque ayudan a dejar de normalizar comportamientos violentos en la pareja que tienden a justificarse en algunas ocasiones.
¿Cuesta darle vida sin juzgarlo?
Hago dos lecturas de guion. En la primera me escandalizo por las cosas que hace y, en la segunda, me preparo para interpretarlo. Intento que no se refleje en la pantalla lo que pienso sobre Nacho.
Los que sí opinan son los espectadores. ¿Recibes mensajes?
Bastantes. Estoy muy contento porque algunos me llegan a decir que lo odian. Esto me hace pensar que algo estoy haciendo bien. Además, diferencian entre él y yo, eso me gusta mucho y lo agradezco enormemente.
¿Siguen recordándote por ser Cipri en Águila Roja?
Ahora están emitiendo la serie en Rusia y me llegan comentario muy bonitos desde allí. Tengo un grato recuerdo de este proyecto, y eso que a mi personaje lo quemaron, lo golpearon y hasta casi lo cocinan (risas), pero adoro mi empleo.
Entonces, ¿no dudarías en elegir de nuevo esta carrera?
Jamás, es cierto que actuar te pone a prueba cada día, pero es maravilloso. Eso sí, hay muchísimo esfuerzo detrás, más del que algunas personas intuyen.
¿Ese desconocimiento hace que la gente no valore este oficio?
Se piensa que esta profesión es fácil y frívola, pero se equivocan. Quienes participamos en esto nos exponemos personal y emocionalmente ante el público y eso desgasta, pero sigo adelante en televisión.
Y también sobre las tablas.
Antes del confinamiento por el coronavirus estaba en la obra ¡Ay, Carmela! con Cristina Medina (La que se avecina). Esperamos volver en otoño.
¿Lo echas de menos?
Sí, el teatro es mi medio natural. Fundé con unos amigos la compañía Sexpeare y hemos estado 25 años creando historias, como El título de este espectáculo no es mi madre. Extraño subirme a un escenario e ir a ver una buena función.
Así que en tu tiempo libre tampoco te alejas de la actuación…
No (risas), pero también adoro leer, el tenis y pasar tiempo con mis dos hijos y mi mujer. Y, por supuesto, visitar mi pueblo.
Estando tan ocupado, ¿te queda tiempo para nuevos retos?
Sin duda, me gustaría estar detrás de cámaras, pero ahora tengo todo lo que lo que sueño: salud, trabajo y familia.
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