Así se hizo nuestra portada ilustrada, por Emiliano Ponzi: Se trataba de buscar un concepto simple y a la vez universal

Contar una historia sin palabras. Es la obsesión del italiano Emiliano Ponzi (Reggia Emilia, 1978), uno de los ilustradores más relevantes de la actualidad, cuyo trabajo han podido disfrutar los lectores del New Yorker, New York Times, Newsweek, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel, Vogue… Y, ahora, en la primera portada ilustrada de la historia de Vanity Fair España. “Es todo un honor”, cuenta Ponzi en videoentrevista con Vanity Fair. “Me sentí sorprendido, y al mismo tiempo, noté una gran responsabilidad sobre mis hombros. Era la primera portada ilustrada de la revista, y además sobre el coronavirus”.

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Ponzi vive con su mujer y su mascota en Milán, en una de las primeras regiones europeas azotadas por el coronavirus y el confinamiento. Una situaciónque le ha permitido reflexionar sobre el significado de nuestra situación actual. “Se trataba de buscar un concepto simple y a la vez universal, alrededor de la idea de que todos somos héroes. No sólo el personal sanitario, sino cada persona: los que se quedan en casa respetando las normas también son héroes. Cada uno de nosotros”.

Poner su arte al servicio de un gran concepto que nos une a todos: abrazar la ausencia, la nostalgia de la vida interrumpida. “Es una persona abrazando la nada, pero se puede ver que esa nada tiene forma de otra persona. Es una idea poderosa, especialmente para nosotros los europeos mediterráneos, porque para nosotros es importante el contacto: con nuestra madre, con nuestros seres queridos”. En nuestra portada, en ese abrazo etéreo, cabemos todos, y caben todas nuestras ansias de abrazos: los que tenemos por dar, los que no podrán repetirse, los que ojalá hubiésemos entregado y, por encima de todo, nuestra capacidad de amar de cerca, que ni la pandemia puede arruinar. Es algo que todos podemos soñar juntos: el día en el que podamos volver a abrazar bajo el sol, no sólo la ausencia.

Un sentimiento que Ponzi comparte: “Porque saldremos de esto, y será un día bello. Llegará un día en el que no tendremos que preocuparnos de las máscaras y podamos perder otra vez el miedo al contacto con los otros”. Es otra obra maestra de un ilustrador formado en el IED milanés, y que admira como nadie la capacidad que tenían pintores de historias escénicas como Edward Hopper, capaces de diluirse y ausentarse ellos mismos de su obra, y dejar que sean sus personajes y sus metáforas visuales los que narren, los que nos acerquen. Los que nos envuelvan. Con esta ilustración se buscaba la sensación inversa: “que todos pudiesen proyectar sus sentimientos en esa imagen”.

Es un talento especial, curtido en publicaciones tan exigentes como el New Yorker, donde la portada siempre tiene la misma relevancia o más que cualquiera de sus contenidos interiores. Y que ha podido explayar en dos libros de ilustración. En uno, cuenta el viaje del pingüino más famoso del mundo: el de Penguin Books. En otro, cargado de caminos y puntos de unión, el MoMA y el New York Transit Museum le encargaron la historia visual del referente Massimo Vignelli, el legendario diseñador italiano que definió la identidad de las metrópolis presentes y futuras con su plano del metro de Nueva York en 1972.

De Vignelli heredó una máxima, nacida de la fascinación por el skyline neoyorquino a la que hoy todos podemos adherirnos: “Necesito un cielo más grande sobre mí”. Y de su propia biografía, la necesidad de fascinarse en un lugar donde todo parezca más grande, más inabarcable. La necesidad de abrazar ese espacio. Que es también una deformación biográfica, por supuesto: la del chaval de provincia de horizontes reducidos, en décadas pre Internet, que ve cómo el mundo es mayor de lo que parece, hoy también, desde nuestras ventanas.

Estamos orgullosos de poder lucir un trabajo como el de Ponzi en un momento en el que necesitamos algo que nos una y nos eleve al mismo tiempo. Su obra habitual, al otro lado de la enfermedad y el confinamiento, ha sido alabada y premiada por su búsqueda –literal y figurada– de nuevos horizontes, de los mañanas por venir, composiciones de cielos amplios y las escenas que bajo ellos se iluminan.

Ponzi hace honor a la etimología más esencial de ilustrador: el que trae la luz. En este abrazo ausente, que todas y cada una de las personas que hacemos o leemos Vanity Fair podemos sentir en la piel, Ponzi nos ha regalado una de las ideas más bellas para resistir hasta que todo pase. La idea de cerrar los ojos, pensar en el cariño, y abrazar con fuerza, como si se estuviese ahí. Como si nos tuviesen ahí.

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