Los zapatos de tacón envidian ahora a los calcetines gorditos de andar por casa. Los vaqueros ceñidos, a los leggings. Los pendientes de strass no entienden por qué llevamos tanto tiempo sin valernos de su elegancia y lo comenta con el vestido de satén negro que todavía lleva la etiqueta colgando. No entienden nada. Están tan sorprendidos como tu perro, que menea la cola cada vez que se cruza contigo por la casa. Pero más tristes, pues a ellos llevas haciéndoles muy poco caso desde hace semanas. Exigencias del guion. La envidia (¿sana?) con la que conviven hoy tus camisas de popelín para con las del pijama es equivalente a la que los vestidos elegantes de este mundo sienten hacia unos pantalones de vestir con pinzas que habitan en la página web de Zara.
© Cortesía de Zara
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Una puede adivinar a simple vista los motivos, pero – por si acaso -, detallémoslos.
* Comparten elegancia y sofisticación con un vestido de fiesta.
* Se ajustan perfectamente a lo que una entiende por 'pantalones de vestir': tejido recio, perneras anchas, pinzas frontales marcadas y bajo hasta el tobillo.
* Son de un color especial. En este caso, marrón, poco común en las colecciones sartoriales.
* Combinan muy bien con sandalias de tacón fino.
© Cortesía de Zara
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En este caso concreto, estos pantalones vienen con un manual de uso perfectamente detallado y llevado a la práctica por los estilistas de la marca gallega: una americana corta confeccionada con el mismo tejido (y por lo tanto con el mismo color) y sandalias 'thong'. A ese look perfecto, nosotras le sumamos otro integrante: una camisa blanca de popelín (si, la de toda la vida).
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