Las semanas de concurso, van pesando. Los concursantes de ‘Supervivientes 2020’ llevan casi dos meses de ‘reality’, con la presión añadida de saber la tremenda crisis que estamos viviendo en España pr culpa del coronavirus, lejos de sus seres queridos. A todo esto, a Ana María Aldón se le sumaba el jueves una nueva piedra en esa mochila de sentimientos y reflexiones con la que carga cada uno de los que siguen en liza en Honduras.
La relación entre la mujer de José Ortega Cano y Antonio Pavón se ha ido estrechando, hasta el punto de que algunos medios hablaban de que su marido podría estar pasando un mal trago (algo que él ha desmentido). Se convirtieron en grandes amigos y en apoyo el uno del otro dentro de un espacio de cuya dureza no vamos a descubrir nada a estas alturas de la historia de la televisión.
Así que, primero la evacuación y después el abandono forzoso del torero, han hecho mella en Ana María. La diseñadora, vive sus días más complicados. Adaptándose a la complicada rutina a tantos miles de kilómetros de su familia sin ese referente en el que se había convertido para ella Pavón.
La complicidad quedó más que ejemplicada en la despedida. Cogiéndose de las manos y prometiéndose ir juntos a El Rocío. Una estampa que encerraba la misma ternura que el mensaje subliminal de que a ella se le estaba rompiendo una parte muy importante del concurso realizado hasta el momento.
Ana María reconocía semanas atrás que estaba siendo una persona completamente diferente en la isla. Que estaba experimentando como una segunda juventud. Ahora comprobaremos cuánta parte de culpa tenía Antonio en la vitalidad y la alegría mostrada a la audiencia. Empieza un nuevo concurso dentro del propio concurso para ella. ¿Hasta dónde será capaz de llegar?
Cuestión aparte son los golpes que está recibiendo en el plató, sobre todo de la hija de su marido, Gloria Camila, por el poco apoyo que le brinda a una de sus compañeras que, además, es familia: Rocío Flores. Pero eso es otro asunto que analizaremos otro día.
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