Si tienes niños en casa, seguro que su vida social está en el top five de cosas que echabas de menos al empezar el confinamiento. Y es que daba dolor verlos jugar solos durante horas, sin poder salir al parque ni compartir juegos con sus amigos.
Hasta que descubrieron las videollamadas y nuestra vida no volvió a ser la misma. Ahora se pasan media tarde agregándose a conversaciones en grupo, enviándose chats y colgándose con enfado solo para luego volver a llamar. Es un alivio, pero, ¿no deberíamos limitar el caos social, sobre todo ahora que llegan las vacaciones de Semana Santa?
Pues según las expertas, no. Rosa Jové, psicóloga infantil y de emergencias, y autora de ‘La crianza feliz’ (La esfera de los libros), nos anima a «tomar medidas excepcionales en estos momentos excepcionales» y permitir que los niños hagan lo que sea que les procure bienestar, aunque suponga estar más tiempo del habitual ante una pantalla. «Ahora mismo, el contacto con sus amigos es tan importante como las tareas escolares. ¿Por qué nos parece bien que estén ante el ordenador para las clases online y no para charlar con sus colegas?». Los psicólogos coinciden en afirmar que la sensación de conexión con otros es fundamental para no sufrir de más durante el confinamiento. Los adultos buscamos ese nexo con aplausos colectivos, mensajes en las zonas comunes de los edificios, iniciativas online… Pero los niños tienen menos recursos. «Ahora todo vale, si nos hace sentir bien. Cuando volvamos a la normalidad, ya recuperaremos las reglas de la vida normal», concluye Jové.
La psicóloga infantil Cristina Cortés, autora del libro sobre el trauma prematuro del abandono ‘Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací’, está de acuerdo: “Como mamíferos, necesitamos el rostro de los demás, su tono de voz, su lenguaje no verbal, para regularnos emocionalmente y desarrollar las conductas de apego. Y eso es precisamente eso es lo que nos falta durante el confinamiento». Cortés asegura que los niños, abocados al juego solitario y las pantallas, pueden encontrar en las videollamadas un buen sustituto de ese contacto cara a cara: “Los niños no saben calmarse solos, leen el rostro y el tono de los demás para saber cómo deben regular sus emociones. Es lo que hacen durante el juego, y lo que les falta en estos momentos. Las videollamadas no son lo ideal, y debe haber algo de supervisión adulta, pero es una buen recurso”.
Ella sí recomienda cierta limitación a esta actividad, por dos razones: primero, porque, para que los nños se sientan seguros, el día debe tener una estructura y pasar de una actividad a otra de forma ordenada, especialmente durante el periodo vacacional, en el que los días, sin salir de casa, son muy iguales. Y también porque las pantallas cansan. “Necesitamos también espacios para desconectar, para descansar de la luz azul y el exceso de información multicanal. Si no, el cerebro se agota y la crispación sube. Hace falta equilibrio”.
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