El confinamiento a consecuencia de la crisis del coronavirus puede resultar más duro de lo normal si las relaciones familiares no son las más correctas del mundo. Eso es lo que ocurre en el palacio del Guzmán de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, antigua residencia de Luisa Isabel Álvarez de Toledo, la fascinante duquesa de Medina Sidonia, bautizada como "duquesa roja" por su oposición a Franco. Hasta hace un año, Liliane Dahlmann, exsecretaria y viuda de la aristócrata, con la que se casó horas antes de morir, vivía sola en este imponente edificio del siglo XIII. Pero durante la primavera de 2019, todo cambió.
El hijo mayor de Luisa Isabel, Leoncio González de Gregorio, actual duque de Medina Sidonia, se presentó con las maletas y dijo que se quedaba a vivir. El noble compartió en las redes el siguiente mensaje: "Hoy es un día importante en mi vida, después de once largos años de lucha encarnizada en múltiples ámbitos, materializo, gracias a mi Señor Jesús, la victoria que hace algunos meses obtuve en los tribunales y vuelvo a pisar y habitar en la que nunca dejó de ser mi casa: el palacio de los Medina Sidonia, cuyos muros recogen y reflejan la huella de veintisiete generaciones de predecesores". Efectivamente, una de sus enemigas en los tribunales durante mucho tiempo fue Liliane, con la que, incluso a día de hoy, no tiene relación personal. Es por eso que, especialmente ahora, la situación se vuelve más tensas. El confinamiento ha provocado que se encuentren más de lo que les gustaría en las diferentes estancias comunes del palacio y en el jardín. En una entrevista reciente, Liliane confesaba que al ser un palacio grande no se veían demasiado y que su relación solo se reducía a la institucional refiriéndose a la Fundación Casa Medina Sidonia.
Para comprender el retorno de Leoncio hay que retrotraerse en el tiempo más de diez años. Antes de morir, su progenitora ideó una arquitectura con el objetivo de asegurarse que sus tres hijos, Leoncio, Pilar y Gabriel, no tuvieran acceso a su herencia cuando ella falleciese. Por ese motivo, donó todo su patrimonio a la citada fundación que lleva su nombre para apartar a sus vástagos del legado que les correspondía. Tras el óbito, acaecido el 7 de marzo de 2008, éstos reclamaron y, sentencia a sentencia, se les ha reconocido sus derechos. El juez de primera instancia cuantificó lo que les pertenecía: un total de 16.149.451 euros para Leoncio en calidad de heredero universal y 5.588.045 euros, es decir la legítima estricta, para Pilar y Gabriel. Posteriormente, la Audiencia Provincial de Cádiz cambió esas cantidades por una participación en los bienes.
"Hay otras dos personas, que somos Gabriel y yo, que también tenemos nuestro proindiviso. El mayorazgo se terminó hace muchos años", dijo Pilar Medina Sidonia, su hermana, en 2019 cuando se enteró. "Mi hermano confunde títulos nobiliarios con propiedad. La cosa es grave. Deduzco que la Fundación habría reconocido los derechos de la sentencia de la Audiencia solo a él, pero sin ejecutarla. Parece que el único cotitular sea el duque", lamentaba Gabriel. ¿Servirá el coronavirus para limar asperezas entre el duque y la duquesa viuda consorte o, por el contrario, tensará todavía más la cuerda? Aquí, un nuevo capítulo en la azarosa historia familiar de los Medina Sidonia.
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