Llevábamos semanas intentando cuadrar agendas para citarnos. Tenía ganas de hablar con Elsa de su vivencia en Guinea Bissau, de la mano de la Fundación Iván Mañero.
Hoy Corazón Finalmente, el encuentro ha tenido que ser virtual. Son tiempos nuevos. Y, al fin y al cabo, lo importante es el fondo, no la forma…
Elsa Anka Efectivamente. Además, me gusta que hables de vivencia y no de experiencia porque no sé cómo transmitirlo, pero voy a intentarlo. Mi hijo es un niño muy introvertido e, independientemente de la conexión que tengamos, lo que hemos vivido en África ha sido bestial. Estoy orgullosa de él por muchas razones, porque cuando tú vas allí, te sientes el blanco que va a echar una mano. Eso es un horror, porque te hace sentir pequeño. Cuando la gentenos escribía y nos decía: «¡Qué experiencia estáis teniendo!», a nosotros nos sonaba a algo parecido a subirte al Dragon Khan, a una atracción de un parque, para ver qué emociones nos despierta. Hemos reflexionado mucho y hemos llegado a la conclusión de que estos sitios no deben ser un aprendizaje. Nosotros debemos saber cuál es el valor de las cosas y deberíamos enseñar a nuestros hijos sin necesidad de mostrarles estos lugares. En las fotos que te he mandado, puedes ver a esos niños no reírse, sino morirse de la risa. No están, afortunadamente, famélicos, gracias a la labor que hace la Fundación y la Casa Emanuel, fundada por dos misioneras: Isabel y Eugenia. Los niños, allí, están protegidos, no tienen otra realidad más que esa. Ríen y sonríen porque su nivel de frustración es cero, porque no esperan tener la última Play o el último videojuego. Para ellos, amanecer y que, de repente aparezcan por ahí unos blancos que les cogen y les hacen volteretas, es más que suficiente. Aquí queremos dar a nuestros hijos todo lo que no hemos tenido, pero ¿qué es eso que no hemos tenido? Lo que deberíamos darles es tiempo y valores.
H.C. Ríen a pesar de que muchos habrán vivido experiencias tremendas…
E.A. La mayoría lleva detrás un peso brutal. Allí hay niños y niñas maltratados, que han sufrido abusos. Algunas niñas están protegidas porque las quieren mutilar genitalmente. Todos tienen una carga. Muchos no saben quiénes son sus padres, porque les han abandonado. Pero allí tienen, sobre todo, el calor que se dan entre ellos.
H.C. Lleva diez años colaborando con la Fundación Iván Mañero, que trabaja, principalmente, en educación, sanidad, desarrollo, nutrición y empoderamiento de niños y mujeres, en Guinea Bissau.
E.A. Soy madrina desde hace tiempo y tenía el compromiso de ir, ver, y transmitir a mis amigos y a la familia, que también tienen niños apadrinados, que están bien, que han recibido los lápices de colores que les han mandado y que es real lo que hacemos.
H.C. Es el caso de Generiana…
E.A. Mi niña maravillosa. La tengo apadrinada desde pequeña. Me he venido con el corazón roto y encogido. Ojalá me la pudiera traer. Desgraciadamente, en España no hay un acuerdo de adopción, pero sí lo hay en países como Argentina. Ella, ahora, con 14 años, se va a Brasil, adoptada por una familia. Sentí mucha alegría por la oportunidad de vida y por haber tenido la suerte de haberla podido conocer, abrazar y materializar este vínculo que tenemos. Me enseñó las fotos que guardaba, los recuerdos, la ropita que le habíamos enviado…
H.C. Antes nos hablaba del orfanato Casa Emanuel. ¿Cómo describiría ese lugar?
E.A. Es un recinto donde está el hospital que, junto a la cooperativa portuguesa, ha levantado Iván Mañero, al que cada miércoles acuden un montón de mamás con sus bebés para vacunarlos. También está la escuela y el orfanato. En la escuela hay niños del orfanato, pero también críos que vienen de fuera. A todos se les puede apadrinar. De ese modo, aseguramos que puedan seguir con sus estudios. Allí los niños juegany disfrutan de su comida cada día.
H.C. ¿Cuál ha sido su labor allí?
E.A. Cuando llegas te sientes pequeño para todo lo que hay que hacer. Mi hijo se frustraba, me decía: «Mamá, yo pensaba que iba a poder hacer mucho más. no sé, construir una casa…». Era slow life. Nos dedicamos a estar con ellos, nos reímos, nos abrazamos, jugamos… Fue, sobre todo, una vivencia emocional. Evidentemente, hicimos un seguimiento de la labor que realiza la Fundación, ya que nos enseñaron todo. Conocimos la nueva Escola Internacional Innova, en una zona rural donde los niños no recibían escolarización hasta que la Fundación y la ONG AMIC crearon este centro que, por cierto, ya se ha quedado pequeño y busca fondos para poder seguir creciendo. Miquel ayudó a darles de cenar algunos días, a cuidar algún bebé… Pero lo más importante es lo que podemos hacer desde aquí por ellos, que es apadrinar.
H.C. ¿Qué se ha dejado allí?
E.A. El corazón y la cabeza. Cuando se cerró la furgoneta que nos llevó al aeropuerto, mi hijo y yo rompimos a llorar a la vez y al aterrizar aquí, seguimos recordando, emocionados, lo que habíamos vivido. ¿Qué me he he traído? Abrazos, risas, mocos (risas).
H.C. El Dr. Iván Mañero, con quien ya tuvimos ocasión de charlar, nos contó cómo realizan expediciones quirúrgicas. Una de ellas debía partir en abril, pero ha habido que aplazarla porque allí no hay casos, afortunadamente, de COVID-19. Con su sistema sanitario difícilmente podrían hacerle frente.
E.A. No quiero ni imaginarlo. El mejor hospital que tienen en la capital, en Bissau, no tiene medios. Cuando llegamos, a una de las niñas se le había hinchado la cabeza y parecía que tenía hidrocefalia. Tardaron en conseguir un salvoconducto para sacar la del país y llevarla a Senegal, donde había algo más de aparatología. Finalmente se confirmó que era debida a un tumor. Viendo cómo funciona aquello, sería terrible que llegara el virus. Me he comunicado con ellos me han dicho que están protegidos y como soy de rezar, eso estoy haciendo.
Más información en www.fundacionivanmanero.org
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