(Este artículo contiene, obviamente, spoilers de la película El hoyo. No sigas leyendo si no la has visto, porque merece tanto la pena que la veas sin saber nada. Su llegada a Netflix es lo que se merecía esta pequeña obra maestra.)
Marshall McLuhan ha estado todo tiempo equivocado: no tenía razón cuando decía eso de que el medio es el mensaje. El mensaje es el mensaje. Y punto. Esa es la gran lección de El hoyo. Bueno, la gran lección es el mensaje de la película, que en realidad se lo roba a Cervantes y al sentido común. ¿Y cuál es el mensaje? La pista está escondida en el fragmento que lee el personaje de Goren (Iván Massagué) cuando lee por última vez El Quijote cuando encuentran a la niña en el último nivel del Centro Vertical de Autogestión, sea o no sea esta una alucinación, que luego hablamos de eso también: «El grande que fuera vicioso, será vicioso grande y el rico liberal será un ávaro mendigo. Que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso tenerles, sino gastarlas. Y no el gastarlas como quiera, sino saberlas bien gastar».
La pista la da Cervantes a continuación en la parte que no lee Goren: «Al caballero pobre no le queda otro camino sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido, y oficioso, no soberbio, no arrogante no murmurador, y, sobre todo, caritativo…». Y ese caballero pobre es Goren. Y también es Baharat (Emilio Buale). Vamos, que no podemos cambiar a la sociedad, solo podemos cambiarnos a nosotros mismos. Nuestra responsabilidad como seres humanos es llevar la vida de la virtud. Si todos fuéramos virtuosos, otro gallo cantaría. Los cambios nunca se producen de forma espontánea. Lo dice Trimagasi (Zorion Eguileor). Lo dice Imoguiri (Antonia San Juan) -«quizá por eso está usted aquí», le insinúa con toda la intención, que no olvidemos que esto es una obra de ciencia ficción-. Y, con sus acciones, lo dice también Miharu (Alexandra Masangkay) buscando a su hija real o imaginaria (da igual en cualquiera de los dos casos).
La película no es una apología de la solidaridad. No lo es. No te equivoques. Es un fiel reflejo de los motores del ser humano. Y, ojo, que no estamos haciendo apología del individualismo, solo estamos siguiendo el curso del río que traza la película. Hay un momento en el que Trimagasi le dice a Goren: «Usted es de los que creen que todo lo que hace la Administración está mal». La frase tiene mucha miga. La Administración, per se, no es ni buena, ni mala. Está compuesta de seres humanos con la oportunidad de ser virtuosos.
Y, sí, la panacota es una metáfora. Piensa que este postre se elabora con ingredientes que encontramos a mano en cualquier supermercado como la leche, el azúcar, la crema de leche o la nata. Un sabor complejo que surge a partir de ingredientes básicos. Vamos que no hay trufa por ningún lado. Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de ser virtuosos. Pero entre la metafora y el ser humano hay que elegir siempre al ser humano. Por eso la niña es el mensaje, exista solo en la mente de Goren o sea real. Es el ser humano sin pervertir, el ser humano que puede ser virtuoso.
Trimagasi se equivoca cuando juzga a Goren cuando se conocen. «Tiene pinta de ser de los que saltan cuando están arriba y de los que no tienen agallas cuando están abajo», le dice. Pero se equivoca. ¿Qué tipo de persona se llevaría El Quijote a un confinamiento? El tipo de persona que intenta hacer lo correcto. Y hasta aquí lo que se puede explicar.
Bueno, también está el mensaje de que «no se puede cagar hacia arriba», que es una verdad como un templo, pero, creo, que no tiene mucho más desarrollo. De todas formas, entendemos que hay más preguntas que te estás haciendo porque a ti todo esto del mensaje te deja frío.
¿Muere el personaje de Goren al final de El hoyo?
Que muere está claro. Que se encuentre con Trimagasi es la prueba que necesitamos. Así que la pregunta realmente es: ¿Cuándo muere exactamente? Goren y Baharat casi con toda seguridad mueren en la batalla final con esa última pareja. Obviamente la película llega un punto en el que juega a mezclar realidad y sueño. Y realmente lo de menos es cuándo muere. Sino lo que dice. Porque el mensaje es el mensaje. Esté muerto o no esté muerto. Su muerte, por tener alguna pista, tiene que llegar después de leer El Quijote, porque una cita así no la hace en sueños más que un erudito, que no es el caso de Goren.
¿La niña es real? ¿Es la hija de Miharu?
¿Qué más da? Si está viva, la asociación es clara: es lo que decíamos antes, la metáfora perfecta el ser humano con la posibilidad de ser virtuoso. También insiste en que los niños son el futuro (que es un argumento manido, pero no por ello es mentira). Y obviamente pone al resto del hoyo en una tesitura moral: ¿se comerán a la niña? ¿Qué hará la Administración cuando vea que la niña está viva? Porque la plataforma sube tan rápido que el resto de plantas no la van a poder ver. Solo la Administración sabrá que Goren lo averiguó. Pero si la Administración permitió, en contra de sus normas, que entrara una niña menor de 16 años, mostrará la laxa moral de la Administración, lo que supondría otra gran crítica: la Administración permite conscientemente que los niños también sufran. No alivia su sufrimiento.
Si la niña está viva, está claro que es lo que le permiten a Miharu que la acompañe, y por tanto está viva. Pero, ¿entonces lo que dice el personaje de Antonia San Juan de que Miharu entró solo con un ukelele en un sueño absurdo por convertirse en una nueva Marilyn Monroe? ¿Está mintiendo el personaje y oculta lo mala que es la Administración, que quieren con buenas palabras que la gente cambie? Porque, oye, esa es otra lectura: la Administración permite que los niños sufran, miente sobre ello, pero trata de resolver los problemas con estrategias que no funcionan. Porque lo que funcionaría sería, primero, no meter a los niños en todo esto. Puede ser.
Y luego puede que la niña no exista, que solo viva en la mente de Goren, que quiere creer que hay esperanza, que quiere creer la locura de Miharu. Porque Miharu, loca o no, se toma como real encontrar y proteger a su hija. ¿Se te ha ocurrido pensar que quizá el personaje de Miharu esconde a la niña en la última planta y le lleva comida, de ahí sus viajes constantes en la plataforma?
¿Quién dirige el Centro Vertical?
No tenemos ni la más remota idea, porque no nos dan ninguna pista. ¿Es una empresa? ¿Es la Administración? Sea lo que sea representa al establishment. Y si confiamos en el establishment mal vamos.
Vía: Esquire ES
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