El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, que estos días ha saltado a los medios por haber haber pactado supuestamente con emir de Dubái la boda con su hija pequeña (hija también Haya de Jordania), la princesa Jalila de 12 años, ha detenido a varios miembros de la familia real por considerar que obstaculizaban su ascenso al trono. En concreto, a un hermano del rey Salman de 84 años, el príncipe Ahmed bin Abdulaziz, y a un expríncipe heredero sobrino del monarca, Mohammed bin Nayef, conocido como MBN, que habrían estado conspirando para destronar al rey Salman y así borrar sus planes para que su hijo le sucediera. The New York Times suma un tercer detenido, el hermano menor del príncipe Nayef, Nawaf bin Naayef. Los tres estarían ahora acusados de traición y el príncipe heredero vería de esta manera reforzado en su poder al haber eliminado a sus posibles rivales.
Según han publicado varios medios, las detenciones tuvieron lugar en la madrugada del jueves al viernes cuando dos guardias de la corte real vestidos de negro y con máscaras que ocultaban sus rostros entraron en las viviendas de los hombres en un campamento en el desierto a las afueras de Riad, las registraron y se los llevaron detenidos. Varios miembros de la familia y un exalto funcionario estadounidense han confirmado las detenciones bajo la condición del anonimato debido al peligro que correrían en caso de hacerlo con nombres y apellidos.
El detenido príncipe Ahmed bin Abdulaziz fue durante un tiempo la gran esperanza de los críticos al príncipe heredero Mohammed bin Salman, de 34 años, y es el único hermano vivo del envejecido rey Salmán. Esto le convierte en una figura peligrosa para el príncipe heredero porque tanto él como el rey Salman son hijos del fundador del reino actual y hasta que el monarca designó heredero a quien ahora dirige los destinos de Arabia Saudí la sucesión había pasado de hermano a hermano. El otro detenido, el expríncipe sobrino del rey, Mohammed bin Nayef, fue ministro del Interior y había recibido el visto bueno de Estados Unidos. Pero en 2017, el actual príncipe heredero le quitó de sus funciones y desde entonces estaba bajo arresto domiciliario.
No es la primera vez que algo así sucede. En 2017, Mohammed bin Salman detuvo a cientos de parientes y poderosos empresarios en el hotel Ritz-Carlton de Riad que para recobrar su libertad tuvieron que pagar miles de millones de dólares. La operación se contó una ‘guerra’ contra la corrupción aunque los críticos la entendieron como una advertencia y una forma de consolidarse en el poder.
El peor episodio protagonizado por el príncipe desde entonces y observado por el mundo atónito -al margen quedaría el escándalo que le ha involucrado este año como responsable del heckeo del teléfono móvil de Jeff Bezos, dueño de Amazon y del Washington Post-tuvo lugar cuando en octubre del 2018 el periodista saudí Jamal Khashoggi falleció en el consulado de Arabia Saudí en Estambul y las agencias de inteligencia estadounidenses le señalaron a él como la persona que ordenó el asesinato.
Estas nuevas detenciones, que se producen sin anuncio por parte del gobierno y no está claro quién las ordenó, llegan en un momento delicado cuando el coronavirus está teniendo un fuerte impacto en la economía provocando un importante descenso del precio del petróleo, la principal fuente de ingresos del reino. Además, su decisión de prohibir las peregrinaciones de sus súbditos a La Meca como freno a un posible contagio no ha sido bien vista por parte del mundo musulmán. Esto, aparte de su negativa a retirarse de Yemen, una guerra que ha causado ya más de 100.000 muertos.
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