El (arrollador) poder de los tímidos

«Necesaria actitud positiva, capacidad de trabajo en equipo y don de gentes”. La frase es un lugar común en los anuncios de trabajo, una especie de mínimo común denominador al que debemos amoldarnos si tenemos alguna aspiración a mantenernos en un puesto. Sin embargo, para algunas personas esto es imposible. Exactamente para el 13% de la población mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Son los introvertidos, una condición que se intensifica en según qué edades (la adolescencia) y países (Japón, por ejemplo) y que se puede dar en diversos grados en distintas situaciones. Hasta hoy, este tipo de personalidad no tenía vuelta de hoja: había que disimularla para prosperar. Ahora que los entornos laborales se esfuerzan por aprovechar el talento de la diversidad, su perspectiva interesa. Cada vez más.

En El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse (RBA), la abogada estadounidense Susan Cain amplía la cantidad de introvertidos de ese pequeño 13% a más de un tercio de la fuerza de trabajo. “No los percibimos porque son personas que se acostumbran a fingir extroversión desde la niñez –explica–.

Este disciplinamiento tiene un coste emocional enorme, pues han de destinar una gran energía a una tarea que, probablemente, no tiene nada que ver con su trabajo ni con sus intereses”. Para esta ensayista, es importante distinguir entre dos conceptos que solemos dar por sinónimos: timidez e introversión. “Los introvertidos no tienen problema para socializar. Este concepto tiene más que ver con su sistema nervioso y cómo responde a los estímulos. Implica que su nivel máximo de energía y efectividad se da en condiciones de tranquilidad y silencio, por eso se desenvuelven mejor en el cara a cara o en grupos pequeños. Los extrovertidos, sin embargo, requieren más ruido y acción”.

No solo sucede en las empresas: nuestra sociedad prefiere las personas expansivas y con dotes de comunicación. “Parece que son capaces de enfrentar cualquier circunstancia”, explica Manel Fernández Jaria, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. De hecho, según una investigación de Miriam Gensowski, profesora de Economía en la Universidad de Copenhague, los hombres extrovertidos ganarán a lo largo de su vida 600.000 dólares más que sus colegas que poseen esta característica en un grado mínimo. Sin embargo, estudios recientes invitan a explorar los rasgos de las personas introvertidas y comprobar lo que pueden aportar en el liderazgo y los equipos. En suma, atender a capacidades como la escucha activa, mantener y transmitir calma a la hora de tomar decisiones, procesar analíticamente la información, pensar antes de hablar, empoderar a sus trabajadores o tender a profundizar.

“Saber escuchar y considerar las aportaciones de los profesionales con los que se trabaja son habilidades que las organizaciones valoran cada vez más y por las que no se buscan únicamente perfiles extrovertidos para los liderazgos”, explica Mihaela Enache Zegheru, profesora de los Estudios de Economía y Empresa también en la UOC. Por eso, no es casualidad que encontremos bastantes genios del mundo del software y la computación en la lista de altos ejecutivos tímidos que ha elaborado la revista Forbes. Allí están Bill Gates, Mark Zuckerberg, Marissa Mayer o Jeff Bezos, todos grandes introvertidos que han destacado por maximizar la creatividad de sus equipos. Pero para potenciar las capacidades de estos perfiles introvertidos, las empresas tienen que procurar que los ambientes de trabajo les sean favorables.

Aunque muchos expertos señalen su timidez entre las claves de su éxito, los CEOs de los gigantes tecnológicos han aprendido a lidiar con su tendencia a la introversión. Marissa Mayer (Yahoo) no pasa más de 15 minutos en una fiesta numerosa, mientras que Jeff Bezos (Amazon) tiene la “regla de las dos pizzas”: solo se reúne con grupos a los que pueda alimentar con esa cantidad de comida.

La arquitectura actual de los espacios de trabajo promueve, sobre todo, lo colaborativo: oficinas abiertas, sin paredes, con todos a la vista. Son condiciones en las que la privacidad que requiere el trabajo individual se puede ver comprometida, sobre todo para los introvertidos. “Estos ambientes pueden socavar la productividad para todos, pero especialmente entre los trabajadores introvertidos”, explica Enache. Los perfiles muy creativos pueden llegar a sentirse frustrados debido a interrupciones frecuentes, elevados niveles de estrés y sobreestimulación.

En un mundo cada vez más complejo y tecnificado en el que, además, las soluciones han de funcionar en un número creciente de planos (económico, social, ecológico, simbólico…), parece urgente favorecer la actividad pensante de los introvertidos y disolver el estigma que los asimila a las personas que sufren de una timidez enfermiza o trastornos asociales. Esas personas que suelen comer solas en la oficina o que prefieren leer un libro a salir a cenar no tienen ningún problema relacional. Siguiendo las ideas del psiquiatra suizo Carl Jung, Cain explica así su opción vital: “Los introvertidos prefieren sumergirse en su mundo interior de ideas y emociones, mientras que los extrovertidos conectan con la acción y con la gente. Los introvertidos se centran en el significado de lo que ocurre a su alrededor, mientras que los extrovertidos se zambullen en ello. Los introvertidos recargan su energía gracias a la soledad. Los extrovertidos se quedan sin energía si no socializan lo suficiente.

Oficinas más tímidas

Glen Cathey, ejecutivo de Randstad, enumeró en una charla para Talent Connect de Linkedin algunas medidas que hacen de la oficina un lugar acogedor para los introvertidos.

1. Aceptar el silencio y no preguntar a la gente “por qué estás tan callado”.

2. Formar a los equipos sobre el sesgo de afinidad: porque preferimos a quien se nos parece.

3. No conceder tanta importancia a mantener el contacto visual constantemente.

4. No esperar rapidez de diagnóstico o análisis por parte de los empleados.

5. Organizar reuniones con moderador para no disputarse el turno de palabra.

6. Avanzar las cuestiones que se tratarán para que los temas puedan prepararse.

7. Sustituir las tormentas de ideas por documentos escritos, como correos electrónicos o archivos compartidos.

8. Promover espacios tranquilos y sin ruidos en el entorno de las oficinas.

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