Meterse bajo la ducha es un auténtico placer, pero si tienes la piel sensible puede que no lo sientas así. Entonces es que estás haciendo algo mal. No te resignes a tener que pasar por el agua por pura obligación. Te vamos a dar unos consejos que harán superplacentera la experiencia y no sentir la piel al final reseca e irritada.
Empieza asegurándote de que el agua está a la temperatura adecuada. En invierno la tendencia natural es ponerla más caliente, pero si te excedes dañarás la barrera protectora. Lo ideal es que el agua esté entre 28 y 30 ºC.
¿Estás a gusto? Pues no caigas en la tentación de alargar más de la cuenta este momento, por muy bien que te sientas, porque puedes correr el riesgo de deshidratar la piel. Con 10 minutos te basta y te sobra para una buena higiene y para disfrutar del relax que produce estar bajo el agua.
No uses cualquier gel del supermercado, la piel sensible requiere unos cuidados específicos. Usa productos hipoalergénicos, específicos para este tipo de piel, sin detergente y mejor de texturas oleosas que refuercen la barrera protectora de la piel. También es importante que tengan un pH fisiológico similar al de la piel.
Intenta no ducharte más de una vez al día, y si lo haces, la segunda vez usa solo agua. Tampoco abuses de la cantidad de producto limpiador. Con unos 30 ml es más que suficiente para la higiene de todo el cuerpo.
Evita usar esponjas, por muy suaves que sean, pues harán un leve gesto de exfoliación que repetida a diario puede ser muy lesiva para la piel sensible. Utiliza las manos, así evitarás cualquier fricción.
Por la misma razón, para que el roce no altere la barrera protectora de tu piel, sécate con una toalla suave y no te restriegues, elimina la humedad con suaves toques.
No te saltes el último paso, aunque vayas con prisa. Termina aplicándote una crema hidratante específica para pieles sensibles para que recupere lípidos y mantenga la tersura y elasticidad.
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