Cuando una piensa en satén, la primera imagen que se le viene a la cabeza es la de Kate Moss, de la mano de Johnny Deep en alguna fiesta, allá por los 90, enfundada en un finísimo vestido de satén y sin apenas maquillaje. La top se pasó la década entera –y parte de la siguiente– de slip dress en slip dress. Prácticamente transparente era el que eligió para la fiesta de la agencia de modelos Elite, Look of the Year, en 1993; un cigarro y un botellín de cerveza como únicos accesorios completaban el atuendo símbolo del minimalismo hasta hoy en día. En 1995 acudió a los premios CFDA en Nueva York, con un vestido blanco, ligeramente asimétrico, que el diseñador John Galliano le había regalado por su 21 cumpleaños, – el mismo vestido que, además, le prestaría a Sadie Frost para su boda con Jude Law (juzguen ustedes mismos)–. También en el 95 acudió deslumbrante a la gala de MET en un slip dress en color vainilla. Y a las puertas de los dos miles, Kate conoció al príncipe Carlos de Inglaterra durante la gala benéfica Diamonds are Forever. Lo hizo ataviada con un slip dress corto, satinado y brillante. La modelo podría hilar su vida a través del vestido más insignificante pero con mayor significado de la historia de la moda y, como ella, iconos como Sofia Coppola, Winona Ryder, Carolyn Bessette o Claire Danes, entre otras, también eligieron esta silueta para contar muchas cosas sobre ellas mismas.
La que fuera una de las recetas más sencillas de la industria, ha sabido mantener su popularidad hasta ahora permaneciendo en la finísima línea que separa la ropa íntima para estar en casa de la que nos ponemos para salir a la calle, una suerte de tierra de nadie que solamente unas pocas son capaces de conquistar.
© Imagen de Getty Images
A día de hoy, ya no se celebran bodas como las de Carolyn Bessette y a ninguna se le ocurre acudir a la alfombra roja como fuera Gwyneth Paltrow en 1997, del brazo de Brad Pitt y con una silueta cortada al bies rosa bebé, firmada por Ralph Lauren. Pero suele decirse que donde hubo fuego, siempre quedan cenizas, es por eso que, si el verano pasado fue el de las faldas satinadas, esta primavera será la de los tops muy cortos y del mismo material brillante.
© Cortesía de Zara
Desde el noroeste de España rinden homenaje a la década más normcore de la moda a través de tops que son un poco de Kate y un poco de Carolyn y que prometen ser el invitado de honor al armario de las nostálgicas.
© Cortesía de Zara
Y como la influencia, en cuestión de estilo, suele ser transversal, la firma gallega propone llevarlo con vaqueros anchos, descuidados, que no marquen ni ciñan la silueta, la máxima expresión del heroin chic reinterpretada acorde a los nuevos tiempos.
¿Nostalgia o aburrimiento?, se preguntarán algunas. Lo cierto es que el marketing de la industria tiende a sacarle buen partido al pasado tratando de reconectar vínculos y emociones, por eso, cuando eliges llevar un top de satén con unos vaqueros, eliges volver a los referentes ya conocidos, a tu zona de confort, a la firme creencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y qué viva la nostalgia.
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