¿Recuerdas cuando Beyoncé revolucionó las redes al sacar Ivy Park y hacer de la inclusividad su máxima? Poco le duró la alegría a la cantante, pues pronto fue acusada de explotar mujeres de Sri Lanka con su línea de ropa. Tiempo después, tras desligarse de Topshop para alejarse de las acusaciones de abuso sexual que sobre su CEO, Philip Green, se cernían, anunciaba una nueva aventura con Adidas. Muchas celebrities han recibido sus paquetes especiales (por “paquetes especiales” queremos decir cajas con ruedas que contienen toda la colección que tan solo pueden recibir aquellos que viven en mansiones, pues los que vivimos en casas de 30 metros cuadrados no podríamos recibir semejantes presentes) y famosas como Alicia Keys y Rita Ora ya han sido fotografiadas luciendo la última colección de Beyoncé.
Parecía que nada podía salir mal esta vez, hasta que de repente, los británicos comenzaron a llenar las redes sociales de memes en los que comparaban la colección con el uniforme de los supermercados ingleses Sainsbury´s.
Lo cierto es que el parecido es bastante abrumador, tanto que incluso la cadena ha subido una imagen de un modelo ataviado con el uniforme junto al texto “Repping since 1869”. Los supermercados han intentado hacer el mismo chiste que IKEA ya hizo cuando Balenciaga lanzó un bolso extremadamente parecido a la bolsa Frakta, ese diseño azul de IKEA de 50 céntimos que la mayoría de nosotros hemos tenido en alguna ocasión en nuestras casas. ¿La diferencia? El modelo de Balenciaga costaba 1.700 euros.
El affair entre la moda y los uniformes no es nuevo. Cuando Moschino lanzó la colección otoño/invierno 2014, inspirada en McDonald´s, los trabajadores de la cadena se echaron las manos a la cabeza al saber que mientras ellos cobraran el sueldo mínimo, la gente estaba dispuesta a gastarse miles de euros en diseños inspirados en sus uniformes. ¿Se estaba riendo el lujo de ellos?
Cuando la clase pudiente toma elementos de las clases de escalafones menos privilegiados, hemos de tener en cuenta a su vez que el proceso, dependiendo del momento de la historia, en ocasiones se invierte, y es entonces cuando la clase alta se obliga a sí misma a cambiar su armario. Cuando el proceso de inspiración hace que los miembros de una clase poco favorecida tomen como referente diseños de las clases superiores, al generalizarse esa inspiración para convertirse en tendencia, la clase alta abandona esos diseños.
La apropiación de clase de la moda lleva entre nosotros mucho tiempo. Por ejemplo, la colección primavera/verano 2011 de Prada resultó especialmente chocante para aquellos cuya vida laboral se desarrolla en los hospitales, pues el azul cobalto y los diseños recordaban inequívocamente a los del personal de un hospital. Miuccia Prada hablaba de sus diseños como “de modelos barrocos minimalistas”, sin pensar que quizás los que llevaban modelos similares por imposiciones laborales encontrarían estos carísimos diseños frustrantes.
Uno de los casos más conocidos fue el de la camiseta de Vetements que empleaba en 2015 el logo de la empresa de reparto DHL. “Para mí, era un tema recurrente en mi vida. Cada día escuchaba a alguien decir, ‘El paquete no ha llegado, tenemos que dejar de trabajar con DHL, nos van a arruinar’. Parecía que DHL era parte de mi día a día, por lo que ¿por qué no iba a incluirlos en mi desfile?”, explicó Demna Gvasalia a ‘Telegraph’ un año después.
Cuando el actor Timothée Chalamet acudió a los Spirit Awards enfundado en una camisa de Off White que recordaba a la de los trabajadores de las gasolineras, el actor se rió de los memes y de los comentarios que las redes sociales se apresuraron a hacer. Cuando alguien le preguntó si no tendría que estar trabajando y en lugar de estar viendo vídeos, respondió en su Twitter con un divertido “Sí, lo he visto desde la gasolinera”.
Podemos hablar de art pop, podemos hablar de apropiación de clases o podemos buscar decenas de corrientes con las que explicar estos movimientos, pero al final del día, lo cierto es que Beyoncé ya ha sumado a su cuenta corriente muchísimos dólares por más que su colección se parezca de forma dolorosa al uniforme de un supermercado británico. Para comenzar, porque los que no vivimos en el Reino Unido no estamos familiarizados con ese uniforme. Para continuar, porque si la gente se gastó miles de euros en una bolsa que parecía de IKEA, todo es posible.Y para finalizar, porque días después de que se desatara la polémica, Beyoncé agradeció a sus millones de seguidores el apoyo que habían mostrado a su colección, quedando así claro que las ventas han sido fabulosas y que lo que para el resto de los mortales sería un mortal tropiezo, para la cantante es una mera anécdota.
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