Laia Costa regresa como la protagonista de Foddie Love

Laia Costa está agotada de coger aviones. Acaba de desembarcar de un vuelo procedente de Miami, donde reside desde hace cuatro años, y ha venido directa a la sesión de fotos. Ha vuelto a España para promocionar Foodie Love, la primera serie de Isabel Coixet (y también primera serie española de HBO), que la directora ha definido como una fusión de sus pasiones: “Las historias de amor y la comida”.

Costa habla mucho y con precisión. No escatima palabras, pero también las mide bien. Es discreta y, a todas luces, perfeccionista. Aficionada al baloncesto desde pequeña, conoció a su novio –hoy CEO en una multinacional del retail– en la universidad; siguen juntos y por él se mudó a Miami. Se licenció en Marketing, Publicidad y Relaciones Públicas, y ejerció como Ejecutiva de Cuentas hasta que su hermana Noemí, antes también actriz y hoy respetada escenógrafa, la convenció para ir juntas a un curso de interpretación. Y se lo tomó en serio.

Durante el juicio de La Manada hice boxeo para canalizar mi rabia”.

De ahí, pequeños papeles en cine y televisión hasta que, gracias a los cuatro idiomas que habla con fluidez, se convirtió en el gran descubrimiento del cine europeo en 2015: un papel de joven camarera española en un thriller alemán independiente rodado en un solo plano secuencia, Victoria, la reveló al mundo. The New York Times la incluyó entre las mejores interpretaciones del año, se convirtió en la primera extranjera en ganar un Lola a la mejor actriz –los Goya alemanes–, fue nominada a los BAFTA y comenzó a trabajar en proyectos internacionales, sobre todo películas independientes en Estados Unidos y Reino Unido. Foodie Love ha supuesto el regreso a su Barcelona natal.

Mujerhoy En la serie parece que hubiera algo de Isabel Coixet en cada uno de los personajes. ¿Ha enfocado el suyo como un alter ego de la directora?

Laia Costa Foodie Love es todo lo que ella ama y detesta del mundo de la comida y de las relaciones.Cuando leí los guiones, me di cuenta de que era algo muy personal para ella. Y sí, ha puesto parte de sí misma en todos los personajes. En el mío, por supuesto, pero hasta en el del coprotagonista, Guillermo Pfening.

M.H. La serie es muy honesta: contempla las relaciones como un desastre permanente. ¿Esta visión tan poco edulcorada del amor fue un aliciente?

L.C. A mí lo que me gustó mucho es que habla de dos grandes introvertidos. De hecho, Isabel Coixet es también una gran introvertida, aunque no lo parezca. Me interesa la manera en que se van revelando los personajes, cómo van mostrando sus capas. Son máscaras que se van quitando a medida que conversan. Y están todo el rato pensando en lo que piensa el otro, que es una forma en la que solemos relacionarnos cuando estamos inseguros. Porque tendemos a complicarnos la vida, en lugar de ser transparentes. Y cada uno va con su mochila bien cargadita…

M.H. No se ofenda, pero en el primer encuentro entre usted y Guillermo Pfening [actor y director argentino, coprotagonista de la serie], no vi ninguna química. Pensé que era un error de casting. Y de pronto, esa química surgió de forma espontánea.

L.C. Es que los personajes no tienen nada en común, más allá de que les guste la comida, e Isabel igual los presenta al principio de una forma que genera poca empatía… En su relación, al principio, todo son desencuentros. Son personas muy distintas. Creo que esa es la propuesta: no contar la historia de dos personas que se conocen y ya están enamoradas porque, generalmente, nunca es tan fácil.

M.H. La comida es otra protagonista de la serie. ¿Qué lugar ocupa la gastronomía en su vida?

L.C. Tanto Guillermo como yo somos muy disfrutones. No sé si al mismo nivel que Isabel, pero ella nos dejó muy claro que en este rodaje íbamos a comer (no a fingirlo), que la comida sería muy rica y muy real, y que quería que gozáramos de verdad. En el guion esto pintaba muy bien, pero en el rodaje… En una secuencia nos comemos un ramen japonés y estaba muy bueno, ¡pero estuvimos desde las seis de la mañana a las siete de la tarde comiendo! Después de 10 horas, empiezas a odiar no ya el ramen, sino cualquier cosa. En la serie se nos ve engordar en directo. [Risas]

Coixet me dijo: “Sigue al conejo blanco”. Y es así, voy a donde el director me lleve”.

M.H. Da igual lo que coma, siempre da la sensación de que es mucho más joven de lo que realmente es…

L.C. Ya. Y es verdad que en este trabajo eso es una virtud. Me pasa desde el principio: empecé con 27 años y mi primer papel en una serie diaria era de una chica que cumplía los 15.

M.H. Es usted un ejemplo claro de actriz global: es capaz de rodar en cualquier sitio, habla cuatro lenguas… ¿Se ve viviendo en Hollywood?

L.C. Estoy muy cómoda en Miami por el momento. Creo que para empezar a conocer y comprender una ciudad tienes que llevar, al menos, tres o cuatro años viviéndola. Y yo ya llevo casi cinco. Al principio fue muy difícil, digamos que no es el tipo de ciudad para perderse por sus calles… Está construida desde una perspectiva distinta a la europea, pero ahora he aprendido a quererla. En otras ciudades americanas, como Nueva York y Los Ángeles, el ritmo de trabajo es constante, las 24 horas del día. Todo el mundo tiene, a parte de su trabajo, lo que ellos llaman my things [mis cosas]: otros intereses a los que dedican un tiempo equivalente… Y es agotador. Los Ángeles es una ciudad que vive para la industria y te obliga a ti a vivir dentro de ella… Mentalmente, no creo que eso sea muy sano. Pero cuando voy a Miami, es como empezar una slow life. Es verano todo el año, no tengo ni calcetines allí, y encuentro… calma. Mi ritmo vital deja de ser un huracán.

M.H. Ahora que lo dice, se ha ido a la zona americana más azotada por estos fenómenos, cada día más virulentos. ¿Cómo ha vivido las huracanes de los últimos años?

L.C. Allí es una realidad. Por suerte vivo en Brickell, no en Miami Beach, que se inunda más. El más fuerte que viví fue hace dos años. Llegué 10 días tarde a un rodaje porque no podía salir de Florida. Tuvieron que retrasar la película. La policía nos desalojó y tuvimos que coger a los gatos, cuatro cosas y el coche. No había gasolina ni comida en los supermercados. Creo que ha sido la primera vez en mi vida que tuve una sensación de peligro palpable. Cuando finalmente pasó el huracán, la zona estaba arrasada. Mi chico volvió y estuvo tres semanas viviendo sin electricidad. Durante el huracán no hubo muertes, pero después sí.

M.H. Foodie Love explora también las llamadas relaciones líquidas: conocerse por una aplicación, la normalización de las citas a ciegas… ¿Recuerda sus primeras citas así?

L.C. Yo hace 13 años que estoy con mi pareja y le conocí en la universidad, así que no he pasado por esas experiencias. [Risas] ¡Con mi primer novio no tenía ni móvil…!

M.H. Pensaba que se fomentaba que los intérpretes tuviesen experiencias, sobre todo emocionales, para cargarse de recuerdos y estímulos…

L.C. [Arquea las cejas] No creo para nada en ese enfoque de la profesión. Eso de que tienes que vivir algo para poder interpretarlo es una mentira. Yo de todos los personajes que he interpretado, no he vivido jamás nada de lo que hacían en el guion… Coixet me dijo una cosa: “Follow the rabbit”. Como Alicia en el País de las Maravillas: “Sigue al conejo”. Y es así, voy a donde el director me lleve.

M.H. Ahora que dice necesitar un tiempo de descanso, ¿en qué lo va a emplear?

L.C. La gente siempre dice “tengo ganas de desconectar”, pero para mí es justo lo contrario: yo estoy ahora desconectada, lo que tengo que hacer es volver a conectar conmigo misma, con mi tiempo, con la vida. Realmente quiero estar encerrada en mi casa.

M.H. Viviendo en Estados Unidos, con lo revuelto que está el mundo ahora, no sé si tiene posiciones políticas claras y desea compartirlas.

L.C. Sí que las tengo, pero no creo que me apetezca compartirlas. Al final, las opiniones de los actores se manipulan en los medios a uno y otro lado del espectro ideológico… Y eso no me gusta.

M.H. ¿No cree que pueda ser el simple interés por conocer la visión de una persona pública?

L.C. Puede ser. Pero sobre esto, soy muy honesta: el mundo está tan loco, estamos viviendo cosas que son tan inverosímiles, que te hacen pellizcarte para saber si es verdad. Da miedo. Mientras rodaba en Escocia, me escribí en el brazo: “Yo sí te creo”. Desde allí seguía todo lo que sucedía con el primer juicio de la violación de La Manada. Era una forma de estar presente desde la lejanía… Aquella sensación de frustración y de rabia tras la primera sentencia… Empecé a hacer boxeo solo para canalizarla. Pero si me pides que verbalice lo que sentí… Es un tema sobre el que en mi vida privada puedo hablar constantemente… pero creo que cuando a un actor se le pregunta sobre estos temas, a no ser que una quiera hacer una declaración política clara y la enuncie como tal, lo mejor es guardártela.

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