Ayer estuve viendo el documental de Netflix “¿Qué co#o está pasando?”, que analiza a través de entrevistas a activistas, políticas, escritoras, periodistas, etc, la desigualdad de género y la cuarta ola del feminismo en España y el resto del mundo. Si tenéis oportunidad, vedlo, es muy interesante y hay opiniones de todo tipo, no es información sesgada, por eso mismo os lo recomiendo.
Dentro de todo el maremágnum de opiniones, y volviendo nuevamente al tema de la idea del amor romántico y de cómo contribuye a mantenernos sometidas, se deslizó un comentario que me dio mucho qué pensar (y que suele ser el tema principal de las consultas que me hacéis), y es que nos duele más perder un novio que un trabajo. Dicho así suena radical, pero haced un ejercicio de memoria y veréis cuan certero es.
Hace 20 años yo era muchísimo más competitiva profesionalmente, creía firmemente en la meritocracia y en la igualdad de oportunidades en mi profesión. También creía que el matrimonio (no el vínculo legal, sino la convivencia de la pareja en un hogar común) era el estado ideal en una relación. Y sí, me dolía más una ruptura de pareja que perder una promoción, un trabajo o un proyecto. Era una idealista.
Dos décadas más tarde he aprendido que no existe la meritocracia, sino el amiguismo y el apellidismo (esta palabra probablemente me la acabe de inventar) y da igual si eres la mejor -de hecho a veces es hasta contraproducente ser la mejor, por aquello de la envidia-, que la misoginia en ciertos ámbitos es escandalosa, y que la convivencia es la fuente de la que manan todos los problemas de pareja. Ahora soy más vieja y más cínica, o quizá estoy más resabiada, no lo niego.
Pero me preocupa y mucho que las jóvenes que me escribís, a pesar de muchas tenéis una profesión que os gusta, que vuestra proyección profesional va para arriba como un cohete, que tenéis amigos y una vida plena, lo que más os preocupa, lo que os amarga la existencia, es no tener un hombre (una pareja) que os espere en casa. Seguís poniendo en el centro de vuestra vida el hecho de tener pareja, y os parece que fracasáis si no es así.
Poner en el centro a los demás, en vez de a nosotras mismas, es la fuente de muchos de los males que nos aquejan a las mujeres. Me gustaría poder influir para reviséis esos valores que, en mi opinión, son erróneos. A ver si pasito a pasito lo conseguimos.
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