La fiesta de Vanity Fair de los Oscar de 2015 marcó un antes y un después la carrera de Jemima Goldsmith (Lon- dres, 47 años). Allí conoció a Monica Lewinsky, la becaria que mantuvo una relación con el 42o presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, que puso en un serio aprieto su mandato. La productora y guionista y la hoy activista no solo se hicieron amigas, sino que Lewinsky acabaría convirtiéndose además en la protagonista de dos de los proyectos más recientes y prometedores de Goldsmith: el documental The Clinton Affair y la serie de televisión Impeachment: American Crime Story que acaba de estrenarse en Estados Unidos. “Me sentí identificada con ella de inmediato. Las dos fuimos utilizadas como peones políticos. Ella fue atacada salvajemente por la prensa estadounidense de la misma manera que yo por los medios de comunicación paquistaníes durante los años que pasé allí”, explica Goldsmith quien, en efecto, llegó a sufrir amenazas de muerte durante su matrimonio con el exjugador de críquet Imran Khan, con quien se casó en 1995 cuando ella contaba con 21 años y él tenía 42.
Jemima se convirtió al islam y se trasladó a vivir a Lahore para, entre otras cosas, apoyar la fulgurante carrera política de su marido, de quien se divorció en 2004. Khan es hoy el primer ministro de Paquistán, así que cuando Goldsmith me dice que esa etapa de su vida cuenta con su propia adaptación al cine —“Se titula Kaptaan pero todavía no la he visto, no está disponible en el Reino Unido”, me confía desde Londres—, no me extraña lo más mínimo. Tampoco que Paquistán sea el escenario de varias de sus producciones. Es el caso del documental El caso contra Adnan Syed, que trata sobre un joven paquistaní de 17 años hecho prisionero en los Es- tados Unidos. “Cuando la rodé, mi hijo Kasim Khan [tiene otro, Suleiman, dos años mayor] contaba exactamente con la misma edad”, relata esta defensora de las historias “reales que me tocan en lo personal y giran en torno a un personaje femenino”.
Todo eso, y de nuevo Paquistán, está presente en su próximo filme, What’s Love Got to Do with It, una comedia romántica protagonizada por la actriz Lily James en la que no pierde la ocasión de “mostrar un país diferente al que solemos ver en nuestras pantallas” mientras reflexiona sobre “la mejor manera de encontrar el amor duradero comparando los enfoques occidentales y orientales: matrimonios concertados frente a las aplicaciones de citas, pragmatismo versus pasión…”, cuenta antes de comentar la última Palma de Oro del Festival de Cannes concedida a la francesa Julia Ducournau. Es la segunda vez en sus 74 ediciones que recae en una mujer: en 1993 Jane Campion (El piano) la compartió con Chen Kaige (Adiós a mi concubina).
“Creo que se han logrado avances alentadores en los últimos años, pero sigo pensando que a todas se nos debería ofrecer un cursillo en la escuela sobre cómo manejar el ego masculino en el lugar de trabajo”, apostilla. Goldsmith, que pertenece a una de las dinastías más preeminentes del Reino Unido —su madre, lady Annabel Goldsmith, hermana del marqués de Londonderry, inspiró el famosísimo local de Berkeleys Square frecuentado por la familia real—, ha lidiado en su vida con una etiqueta que rechaza categóricamente: la de socialite, un termino que considera “vago y sexista”, puntualiza antes de evocar otra de sus pasiones: España.
El padre de Jemima, el banquero y político James Goldsmith, una figura popular en los tabloides británicos —su hermano Teddy lo describía como “polígamo tribal natural”—, murió en la casa familiar de Benahavís, Málaga. “Llevo yendo desde niña y, de verdad, amo España. La calidez y el sentido del humor de la gente, la comida (si me preguntaran qué cenar en el corredor de la muerte, contestaría sin dudarlo que paella), su arquitectura, en particular la mudéjar, su fuerte sentido de la familia, que me recuerda al de Paquistán… Y, por supuesto, el clima”, enumera esta mujer fascinante a quien se suele reducir al papel de “mejor amiga” de Lady Di. Por cierto: preguntada por The Crown y por Kristen Stewart encarnando a la princesa, se muestra tajante: “Pasapalabra”.
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