Jonás Trueba y la nostalgia por los amores perdidos

El cineasta madrileño Jonás Trueba presenta en la Sección Oficial de la nueva edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián su sexto largometraje, un filme de casi cuatro horas de duración que lleva por título Quién lo impide. Un acercamiento cinematográfico a los jóvenes adolescentes que el director comenzó a filmar en 2016 y que, a medio camino entre la ficción y el documental, pretende ser “una llamada a transformar la percepción que tenemos sobre la adolescencia y la juventud; la de aquellos que nacieron a principios del siglo XXI y acaban de hacerse mayores de edad; los que ahora parecen culpables de todo a la vez que ven mermadas sus esperanzas”, tal como reza su sinopsis. Repasamos los cinco largometrajes que este cineasta de 39 años, que actualmente se halla en pleno proceso de posproducción de su nueva película, ha estrenado hasta el momento.

Todas las canciones hablan de mí (2010)

Ramiro (Oriol Vila), filólogo de 29 años, no tiene muy claro cuál es el siguiente paso a dar en la vida: confuso en el plano laboral e incapaz de superar la ruptura con su novia (Bárbara Lennie) tras seis años de relación, trabaja en la librería que regenta su tío. Consciente heredera del “cine de prosa” de Éric Rohmer (con esa expresión dialogada del sentimiento, siempre a flor de piel, y con esa división del relato en capítulos), la ópera prima de Jonás Trueba es todo lo lírica y honesta que puede ser una primera película, aun pecando de una cierta pomposidad en algunos de sus pasajes.

Visto en retrospectiva, el debut de Trueba demuestra ser el perfecto borrador de toda su obra posterior. Aunque todavía tímida en las formas –un férreo guion donde no tiene cabida la magia del azar tan característica de su cine, y, con ello, una dirección de actores excesivamente ajustada, que deja escaso margen a la improvisación–, Todas las canciones hablan de mí contiene ya los grandes temas de la filmografía de un cineasta joven que parece disfrutar mirando hacia atrás y dejándose agarrar por la nostalgia.

Los ilusos (2013)

La segunda película de Jonás Trueba es un homenaje al cine y, en especial, a aquellos que viven por y para filmarlo. Tal como reza su argumento, “es una película sobre el deseo de hacer cine, o sobre lo que hacen algunos cineastas cuando no hacen cine”: las charlas cinéfilas, las quedadas para visitar las salas de arte y ensayo, la revisión de antiguas cintas caseras en VHS, la ilusión y las ensoñaciones de futuros proyectos que tal vez lleguen a hacerse realidad…

Autofinanciada y filmada entre amigos, Los ilusos fue rodada en una película caducada de 16 mm y en un blanco y negro que trae a la memoria aquellos primeros trabajos “urbanos” de François Truffaut y Jean-Luc Godard. La segunda obra de Trueba se articula también como el perfecto contrapunto a aquella ópera prima algo encorsetada: más cercana al documental que a la ficción, el aroma libre y desenfadado que desprende la película tiene mucho que ver con la rienda suelta que dan a su intuición los intérpretes que la protagonizan.

Los exiliados románticos (2015)

Celebrar la amistad, el romance y la libertad de espíritu defendiendo que, por qué no, estar perdido en la vida puede ser el primer gran paso para “encontrarse”. Esta es la razón de ser de Los exiliados románticos, una suerte de road movie donde Trueba hace gala de un despojamiento formal cada vez mayor, sin recurrir a artificios para abordar cuestiones como lo efímero de la juventud o lo frágil y vulnerable de las relaciones humanas.

Los actores Francesco Carril y Vito Sanz, rostros habituales en el cine de Trueba, conforman aquí el trío protagonista junto a Luis E. Parés, historiador del cine español y actual programador del espacio de La 2 Historias de nuestro cine. En apenas 70 minutos, la película narra el viaje a ninguna parte de tres amigos, eternos “peter panes”, necesitados de emociones y experiencias vitales que los ayuden a reconciliarse consigo mismos; todo ello mientras el cineasta continúa explorando las posibilidades expresivas que otorga la filmación no maniatada por las reglas de un guion de hierro.

La reconquista (2016)

Tras una ópera prima de aroma más clásico, un segundo largo decididamente experimental y una tercera obra situada, de alguna manera, a medio camino entre aquellas, Trueba logra consolidar en La reconquista un auténtico estilo propio, filmando la que probablemente sea, junto a su siguiente La virgen de agosto, su mejor película hasta la fecha.

La historia de Manuela y Olmo (Itsaso Arana y Francesco Carril), antigua pareja de adolescentes que vuelve a encontrarse 15 años después, cuando ambos rondan la treintena, se antoja de nuevo una agridulce celebración de la nostalgia filmada con la honestidad ética y estética características de este joven –pero muy maduro– cineasta. Trueba hace uso en La reconquista de la exhumación de un amor de adolescencia para hablar una vez más del tiempo perdido y de la dificultad para aceptar su marcha.

La virgen de agosto (2019)

La ciudad de Madrid, siempre tenida en cuenta como un personaje más en el cine de Jonás Trueba, se queda desierta en agosto: pocos son los que deciden no escapar de su sofocante temperatura. Entre ellos se encuentra Eva (Itsaso Arana), uña mujer de 33 años que está pasando una etapa de inestabilidad emocional: el rápido paso del tiempo y la presión de decidirse o no a ser madre se antojan obstáculos difíciles de salvar para una joven que, además, ha “renunciado” a su sueño de ser actriz.

El último largo estrenado comercialmente por el director recoge mejor que cualquiera de sus anteriores películas el sentir y pensar de una generación que, habiendo sido educada en el “si quieres, puedes”, no ha contado con las herramientas indispensables para afrontar la frustración y aprender a valorar el trayecto por encima de cualquier meta.

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