Probablemente, si pasas de los 40, no te cueste mucho recordar dónde estabas cuando conociste la noticia que marcó el verano de 1997: la muerte de la princesa Diana de Gales en un tremendo accidente de tráfico. Aquella noche supuso un antes y un después en una monarquía que hasta el momento se había mostrado siempre fría, y en la que a base de un férreo protocolo se trataba de ocultar bajo las alfombras de palacio los escándalos de sus miembros. Pero también implicó un antes y un después en la prensa. La persecución de la foto de la pareja más sonada de aquellos tiempos, Diana y Dodi, terminó en la muerte de ambos; un precio demasiado caro al que nadie quiso hacer frente nunca más.
24 años después de aquella trágica noche, los detalles sobre cómo se vivieron esas horas continúan trascendiendo. La rápida persecución de unos paparazzi al coche en el que viajaba la pareja junto al conductor, Henri Paul, que murió en el acto, y el guardaespaldas, Rees-Jones, que sobrevivió, terminó en un brutal accidente contra una de columnas del parisino túnel del Alma. Según recoge una investigación del Daily Mail, la princesa fue atendida en el lugar por un médico que pasaba con su coche casualmente y por el jefe de bomberos Xavier Gourmelon que, según publicó este diario, aseguró que la princesa recuperó la consciencia y le dijo: «Dios mío, ¿qué ha pasado?». Inmediatamente fue trasladada con vida, pero en shock traumático, hasta el hospital Pitié-Salpêtrière de París, donde nada se pudo hacer por salvar su vida.
Ese mismo día, sus hijos de 15 y 12 años, estaban pasando las vacaciones con su padre en el castillo de Balmoral, totalmente ajenos a lo que estaba sucediendo. Un duro golpe del que tardaron mucho en recuperarse y que el propio príncipe Harry ha confesado que marcó seriamente su vida y los momentos más difíciles de su adolescencia. Una muerte que también afecto mucho a la propia Reina de Inglaterra que, si bien se había mantenido al margen de la separación de su hijo y Lady Di ante las cámaras, tras conocer la muerte de la princesa regresó al palacio de Buckingham y no dudó en dejarse ver compungida ante el manto de flores que miles de personas habían ido colocando en las puertas como señal de duelo.
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