El 19 de septiembre, día de su ceremonia, saldremos de dudas, pero por ahora los Emmy que, por fechas, premian exclusivamente a las series estrenadas en pandemia, nos han dejado unas cuantas certezas en forma de nominaciones que definen el año televisivo más raro de nuestras vidas, no tanto por lo que hemos visto, sino por cómo lo hemos visto.
La monarquía y la república empatan en la categoría de drama. La familia real inglesa de The Crown consigue 24 nominaciones, también The Mandalorian, ese wéstern galáctico del universo Star Wars situado después de la caída del Imperio y protagonizado por un lobo solitario al que poco le importan las normas de la Nueva República.
En las de comedia la gran contendiente con sus 20 nominaciones es Ted Lasso. En un año en el que el dolor y la pérdida se han convertido en moneda de cambio internacional, es lógico que la estupenda serie de Jason Sudeikis haya triunfado. La premisa, un entrenador de fútbol americano fichado por un club británico en horas bajas y que no tiene ni idea de fútbol, pero sí de trabajo en equipo, ha dado lugar a una serie optimista y esperanzadora que no huye de la comedia ni del cinismo, sino que sabe usarlos para alejarse de Mr. Wonderful y acercarse a la verdad. Ted Lasso —él, no la serie— es lo contrario a los audios de Florentino, y Ted Lasso, la serie, conviviría con ellos. Un tanto para Apple TV+, que ya se estrenó el año pasado en las nominaciones conThe Morning Show.
Y de un pez fuera del agua a dos superhéroes dentro de una tele que avanza a lo largo de las décadas. Con sus 23 nominaciones, Bruja Escarlata y Visión no solo le ha dado junto a The Mandalorian el empujón que Disney+ necesitaba para colocar a la plataforma en un lugar destacado en los Emmy (de las 19 nominaciones del año pasado a las 71 de esta), sino que ha refrendado el amor por las series minoritarias pero extraordinarias. Minoritarias no por sus audiencias, que no conocemos, sino por su premisa que mezcla a dos de los superhéroes más desapercibidos del universo Marvel con una historia metatelevisiva: en cada capítulo ellos viven en una serie familiar representativa de cada una de las que marcaron un hito en la televisión norteamericana, desde I Love Lucy hasta Modern Family.
Y si sorprende que despierte tanta atención una serie que tiene como aliciente los guiños televisivos intergeneracionales, no lo ha hecho menos que el gran fenómeno masivo del año haya sido una serie que tiene el ajedrez como tablero. Pero el ajedrez era lo de menos. Gambito de dama se ha colado en las conversaciones de muchas personas que no sabían cómo se mueve un alfil porque aborda una historia de superación. Y le ha dado a Anya Taylor-Joy, además de un Globo de Oro, el espaldarazo definitivo en una carrera (Split, Glass, Peaky Blinders, Cristal oscuro…) ya importante para una actriz de 25 años.
Aunque si hablamos de precocidad, a los 21 años Kate Winslet, su gran competidora en la categoría de mejor actriz de miniserie, ya había protagonizado Titanic. Mare of Easttown, la serie que la trae de nuevo a estos premios (ya ganó con la estupenda adaptación de Mildred Pierce que hizo Todd Haynes), es todo un ejercicio de emoción contenida, de equilibrio entre trama y personaje. La miniserie de Brad Ingelsby demuestra que se puede seguir haciendo televisión adulta, que hay público para ello, solo hay que saber hacerlo bien.
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