Tras los pasos de Eugenia de Montijo

Se cumplen 101 años de la muerte de Eugenia de Guzmán (o Montijo como prefieran), que fue emperatriz de los franceses durante 14 años y falleció en el Palacio de Liria durante una visita a Madrid. Llegó para visitar a su sobrino nieto el duque de Alba el 11 de julio de 1920, y falleció en su casa a los 94 años.

Por ello, la Fundación Casa de Alba ha organizado una exposición temática que durará hasta diciembre y que estádedicada a la Emperatriz. El objetivo esacercarnos a su figura y a su personalidad y divulgar la influencia que ejerció no solo en política y en la vida social, sino tambien en las artes decorativas y el mundo de la moda.

La Emperatriz ostentó más de diez títulos de nobleza provenientes de la familia de su padre entre ellos Condesa de Teba (el que más utilizó), títulos que demostraban una antigüedad superior a la de su “augusto” esposo. Pertenecientes a una familia liberal, tachada de afrancesada y que en su padre sufrió persecución y carcel, Eugenia y su hermana Paca fueron guiadas muy de cerca por su madre doña Maria Manuela Kirkpatrick, un personaje arrebatador, intrigante y manipulador, casi desconocido hoy día, pero que, como dice la escritora Soledad Fox Maura, se la puede considerar el alma y la cabeza de muchos de los acontecimientos políticos y culturales en la España de esos años.

Lo cierto es que María Manuela condesa viuda de Montijo, no se perdía en sus decisiones ni en sus relaciones: fue amiga de Stendhal, de Merimée, de Madrazo y de Dumas, montó uno de los salones literarios más importantes de Paris, intrigó lo suyo como en el guión de una buena película, para no dejar escapar ni amistades, ni oportunidades, ni reales. Yeducó con rigor a sus hijas y las logró casar con dos de los personajes mas potentes del siglo: a Paca con el duque de Alba, mientras que Eugenia, unos años después enamoró perdidamente a Napoleón III, emperador de los franceses.

Las dos hermanas estuvieron en vida muy unidas, pasando Eugenia, al fallecer Paca, a convertirse en una especie de madre para sus sobrinos Alba. Ellos fueron los beneficiarios de la herencia de la emperatriz que les legó todos sus títulos y propiedades en España, además de una gran cantidad de obras de arte, cuadros esculturas, tapices, mobiliario y joyas que recibieron todavía en vida. Es famosa la recomendación a su sobrina la entonces condesa de Siruela cuando al regalarles un precioso retrato de Goya de una de sus antepasadas, les indica textualmente: “No, la retratada no es Medinaceli sino Alazán que es tía mía. Os recomiendo que hagáis como yo y que detrás del cuadro, pongáis los nombres y el Goya quedároslo vosotros ya para Liria”.

Pero si algo la apasionó fue recuperar y redecorar los palacios reales a los que dotó de nuevo de un gran esplendor como en la época de Luis XVI. Sus preferidos fueron Las Tullerías, Fontainebleau, Compiegnes y Saint-Cloud. “La relación de Eugenia con el mundo del interiorismo fue importante"; nos cuenta el historiador Álvaro Romero, director cultural de la Fundación Casa de Alba, "fue una apasionada por la figura de María Antonieta y de su época y cuando accedió al trono, se propuso rescatar las antiguas artes decorativas francesas apoyando los trabajos de la industria francesa del momento”.

Encarga réplicas de piezas originales de gran calidad, para recuperar los numerosos palacios reales, piezas y mobiliario a los mejores ebanistas y broncistas que había entonces, además de porcelanas de Sèvres, tapices de Aubusson y Gobelinos, sedas de Lyon, poniendo de moda el estilo orientalista chinesco y los muebles lacados en las grandes casas europeas fundando hasta un museo de arte chino en Fontainebleau.

Le gustaba tanto esa época, que adoptó tanto en sus vestidos como en sus interiores el nattiere blue, un azul parecido al lavanda, al que era adicta la reina Maria Antonieta. Fue un momento de gran apogeo para Francia que se convirtió en el principal exportador de muebles de calidad y de textiles gracias a la labor de los emperadores. Todo ello se puede contemplar en la exposición de Liria, donde se recogen en un magnífico montaje, piezas que pertenecieron a la Emperatriz, objetos y complementos así como pinturas, esculturas y mobiliario que dejó a los duques de Alba en herencia.

Eugenia de Guzmán, fue además una amante de la naturaleza y del paisaje castizo de Carabanchel. Allí, su madre pasaba largas temporadas en la Quinta de Miranda un palacete hoy desaparecido, que databa del siglo XV que provenía de sus abuelos y que ellos modernizaron añadiendo baños, un teatro, un precioso jardín y donde doña María Manuela organizaba las fiestas más exóticas y originales de la ciudad durante los meses de verano.

Eugenia contó con numerosas casas, aunque no llegara a vivirlas todas, pero hubo algunas que se convirtieron en sus favoritas: el palacio de Galiana en Toledo o antigua Huerta del Rey, el Castillo de Belmonte, una casa en el pueblo toledano de Layos.

Cuatro años después de su boda, en 1854, el emperador le regaló en el pueblo ballenero de Biarritz, Villa Eugenia, un precioso palacio junto al acantilado de la Grande Plage, tan cercana a la frontera española. Aquí transcurrieron muchos de sus veranos imperiales, disfrutando de los baños de mar y de una vida mas saludable y relajada poniendo de moda la saison entre las casas reinantes y las cortes europeas, temporada que duró hasta que Napoleón fue destronado y tuvieron que abandonar la posesión. De ese modo, desde 1893 pasó a convertirse en uno de los hoteles más famosos de la costa atlántica y mantiene el espíritu y muchos de los muebles de la villa imperial. Reabrió en marzo del 2021 de la mano delgrupo Hyatt.

Tras la muerte del emperador, ella ordenó la construcción de Villa Cyrnos en Cap Martin, en la Costa Azul francesa, dos casas la principal y otra para solteros donde la visitaban sus sobrinos y que de alguna manera sustituyó a Villa Eugenia en sus veranos de retiro y por la que pasaría todo el gran mundo europeo.

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